Vega Alta. Le llaman el deporte de pico y espuelas, y otros lo conocen como el deporte de caballeros. Pero, para los hermanos Sosa Pérez, las peleas de gallos van más allá de un simple pasatiempo. Para ellos es un estilo de vida y, más aún, una tradición que une a las familias.

Habiendo conocido el deporte a través de su abuelo Julio Sosa Buenahora, los hermanos Edgardo Miguel, Antonio y Julio Ángel empezaron desde muy chicos a interesarse por la práctica de criar gallos de peleas, sin saber entonces que ese pasatiempo se convertiría más tarde en una pasión que los uniría.

“Yo conocí del deporte desde que era un niño, cuando tenía como ocho o nueve años”, comenzó explicando Edgardo, el menor de los tres hermanos.

Aunque para aquel entonces no entendía la complejidad de ese deporte, Edgar, como le apodan, junto a sus otros dos hermanos, continuó los pasos de su abuelo y, hoy día, más de treinta años después, el trío mantiene vivo el legado don Julio.

Actualmente, los hermanos tienen más de 75 gallos y más de 30 -entre papujos blancos, rubios, búlicos, jiros y cenizos- listos para pelear y demostrar que son “casta’os de rejón”, un término que se utiliza para destacar el cruce de razas entre estas aves.

Tan variadas como los colores del plumaje que adornan a estos gallos, son las estrategias que se emplean para poder ganar una pelea, en la que se declara vencedor al gallo que quede de pie al finalizar el combate.

Para empezar, los gallos son equipados con espolones artificiales de plástico. Según Edgar, la práctica de utilizar espolones de un material más económico ayudó grandemente a la creciente popularidad de estas competencias sangrientas.

“Gracias a este material, hoy día las galleras han tenido mucho auge. Antes... no era permitido, lo que se usaban eran espuelas naturales procesadas con acrílico”, señaló.

De esa forma, mencionó, los espolones alcanzaban precios entre los $500 y $1,000, por lo que las personas de escasos recursos no podían preparar sus gallos adecuadamente.

“El pobre no podía jugar gallos. Aunque sus gallos tuvieran cría era muy difícil que le ganaran a los de una persona adinerada, que utilizaba los espolones preparados. Con este invento se nivelaron las probabilidades de ganar para todos”, acotó.

Por otro lado, Antonio es quien se encarga de una de las tareas más extenuante y crucial en la preparación de un gallo de pelea: la alimentación y acondicionamiento del animal.

Todos los días, Tito, como le conocen, alimenta a sus gladiadores a las 7:00 a.m. y se asegura de que aprovechen los primeros rayos del sol, que dijo, son esenciales en el desarrollo de un gallo de pelea.

Todo un deporte sancionado

Durante la temporada regular -que corre prácticamente durante todo el año- se convocan las llamadas jugadas de gallos durante los fines de semana; así, los clubes y coliseos gallísticos alrededor de la Isla se convierten en los escenarios para estos emocionantes y sangrientos duelos, que aún mantienen cautivo a una gran parte de la población.

De hecho, para mantener el orden y promulgar un política clara en todo lo relacionado a la crianza y desafíos de gallos, el Departamento de Recreación y Deportes (DRD) estableció la Oficina de la Comisión de Asuntos Gallísticos, que rige esta práctica en toda la Isla.

Y sepa usted también que, según la Ley 98 del año 2007, conocida como la Ley de Gallos del Nuevo Milenio, se reconoce las peleas de gallos como un derecho cultural de todos los puertorriqueños.

¿Espectáculo o maltrato?

A pesar de que las peleas de gallos tienen un largo historial desde que fueron introducidas por los españoles a la Isla (habiendo sido erradicadas tras la invasión norteamericana en 1898 y luego reconocidas como un deporte oficial en 1933, gracias a los esfuerzos del legislador Rafael Martínez Nadal), pocas personas aceptan esta actividad como un deporte como tal.

De hecho, las peleas de gallos han sido altamente criticadas por grupos como Personas por el Trato Ético de los Animales (PETA) y la Sociedad Americana para la Prevención de la Crueldad en Contra de los Animales (Aspca, en inglés). Grupos que abogan en pro del buen trato de los animales, en numerosas publicaciones han descrito las peleas de gallos como un deporte cruel y abusivo.

Sin embargo, Edgar, al igual que muchos otros galleros, no lo ven de esa manera.

“El maltrato estriba en el dueño, o sea, cómo los cuida y los trata, y el amor que le tenga a sus gallos”, sostuvo.