Manos voluntarias restauran la casa parroquial en Coamo
La estructura, afectada tras el huracán María, se levanta gracias a las personas que llegan cada sábado al lugar.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Coamo. Cuando los feligreses se enteraron de los planes para restaurar la casa donde viven los sacerdotes de su parroquia San Blas de Illescas en Coamo, no dudaron en presentarse como voluntarios para hacer labores de construcción, aunque la mayoría nunca ha realizado tareas similares.
La histórica estructura quedó completamente destrozada tras el paso del huracán María 92017), obligando la mudanza inmediata de los religiosos católicos, quienes tuvieron que rentar una vivienda cercana hasta que un milagro les permita regresar a la antigua edificación, ya que los costos de reconstrucción ascienden a unos $800 mil.
Sin embargo, quizá no contaban con la respuesta abrumadora de la comunidad que, rápidamente se volcó para colaborar en una obra monumental a donde acuden cada sábado en vías de aliviar el trabajo que realizan dos empleados durante toda la semana.
Esto, capitaneados por el ingeniero José Díaz, uno de los fieles que tomó la batuta del proyecto y en el cual ha aportado gratuitamente sus conocimientos, tiempo y recursos, además de adiestrar a los voluntarios en soldadura, instalación de tornillos y albañilería.
“Este proyecto lo comenzó el párroco anterior, que es el padre José Diego Rodríguez Martinó, y él estaba dentro de la casa cuando colapsó y pasó la experiencia bien difícil que es estar dentro de una casa que le cayó encima. Estamos así desde María. El pueblo se volcó en ayudas, esto se convirtió en un centro de acopio, la gente venía a recoger muchísimas cosas”, explicó el padre Julio Rolón Torres.
“Dentro del trabajo que se está realizando ha ocurrido un milagro y es que sábado tras sábado, un gran grupo de laicos vienen a trabajar y dedican su tiempo. Así como la iglesia ayuda a la sociedad, aquí la comunidad se ha volcado para ayudarnos, incluso las señoras nos preparan comida. Pero ha sido cuesta arriba”, resaltó.
Asimismo, reconoció que la mudanza a otra casa le afectó física y mentalmente.
“Esto no ha sido nada fácil, estamos viviendo en un pueblo que es muy movido, hay mucho ruido, me costó más de cinco meses poder quedarme dormido bien y aun así era duro. Podemos estar en la casa, pero no estoy en condiciones de vivir en una casa de sacerdotes donde pueden tener espacio no solo para atender a las personas, sino para la vida espiritual. Tenemos una capilla y queda hacia la calle y frente a nosotros están construyendo dos casas”, lamentó.
Un trabajo cuesta arriba
Por su parte, el ingeniero Díaz expuso las dificultades que han enfrentado para ejecutar la obra desde que abrieron el proceso para someter propuestas, ya que los costos estaban fuera de su alcance.
“Les propuse el plan B, que era hacerlo con la administración como diariamente los pobres hacen sus casas, que administran los recursos que tienen y van haciendo la obra conforme a lo que tienen. Nosotros nos pusimos como meta $800 mil, pero eso es la mitad de lo que estaban proponiendo y aun así es bien cuesta arriba porque no los tenemos”, admitió.
“Tenemos solamente a dos personas trabajando a tiempo completo en la semana, primero por la escasez de personal y segundo, porque la escasez de chavos. Este tipo de proyecto es muy propenso a los cambios, a encontrar cosas que uno no había visualizado antes y estamos respetando la estructura original, las paredes exteriores se han mantenido y se van a mantener”, resaltó.
Entre las tareas a realizar está el rediseño de los espacios, según los nuevos códigos de construcción.
“La casa tiene aproximadamente 115 años de haberse construido, está bajo los parámetros del Instituto del Cultura Puertorriqueña. O sea, es una casa antigua, las paredes son en mampostería, los techos eran en madera, pino y zinc, la madera estaba completamente apolillada. Pero no hemos escatimado en nada en cuanto a seguridad y se está haciendo como debe ser; paredes de yeso resistentes a fuego. El código nos exige que hagamos todo eso”, manifestó.
“El trabajo final va a contar con tres habitaciones, cada una con su baño; un área para estudiar o reflexionar. Se van a reusar los aires (acondicionados). Se hará un comedor nuevo, baño, área para reunirse en el comedor, cocina con estufa de características comerciales, ‘laundry’ con espacio para despensa, la parte de los baños fue una ampliación que se hizo hacia uno de los patios”, expuso.
Ayudan y aprenden
De acuerdo con Miguel Santini Martínez, tesorero de Amigos Casa Parroquial San Blas, en dos años solo han podido recaudar unos $110 mil a través de varios eventos y donaciones.
“Estamos hablando de que no alcanzamos el 30% todavía ni en los trabajos ni en los recaudos. La mayoría de las personas que vienen a ayudar no son diestras y lo que queremos es que la persona se envuelva en esto y así aprende. Por ejemplo, tengo planificado un taller de albañilería, porque no hay albañiles para hacer el trabajo”, subrayó el ingeniero e inspector del proyecto.
“Mientras doy el taller van empañetando y aprendiendo. Con la soldadura pasó lo mismo, había solamente una persona que sabía soldar. De los que llegaron, están entusiasmados porque quieren aprender a soldar. Le he dado unas clases de cómo hacerlo”, acotó.
Pero la meta mantiene enfocada a toda la comunidad, que espera acondicionar la casa para Navidad a fin de que sus sacerdotes puedan vivir en tranquilidad.
“A veces somos inconscientes de que estamos disfrutando de edificaciones y estructuras que disfrutaron nuestros antepasados y no pensamos en todo el sudor y sacrificio que hay ahí. Ahora, esto nos toca a nosotros para el futuro, para los que están y los que vienen”, concluyó el ingeniero Díaz.
Para detalles puede escribir o llamar al 787-379-8711, 787-825-7006 o acceder a: cacpsanblas.com.