Mayagüez. -Sobre 200 personas, algunas de ellas con serias necesidades físicas y de salud, han pernoctado por las pasadas noches a la intemperie en la plaza pública José Antonio Sepúlveda de Sabana Grande, que se ha convertido en un refugio improvisado en medio de la emergencia que vive el suroeste de Puerto Rico, luego de la serie de terremotos que se han registrado.

Se trata de vecinos de distintos sectores, mayormente del área de Guánica que, huyendo de los constantes temblores en su región, buscaron un lugar donde se sintieran más seguros, aunque durmieran al aire libre. Desde el pasado lunes, 6 de enero, comenzaron a llegar y, luego de los incidentes de ayer, el número se incrementó.

“La mayoría son de los barrios Laguna, Arenas, Esperanza y Magueyes. También hay familias de Sabana Grande. Algunas de estas personas llegaron porque no se sienten seguros en sus casas, pero hay otros que lo perdieron todo”, comentó Diana Irizarry, una voluntaria que se topó con el mar de gente en la plaza de su pueblo y decidió enrollarse las mangas para ayudarlos a sobrellevar su situación.

Entre las personas que hasta allí han llegado figuran familias enteras, cerca de 30 niños y tres ciudadanos encamados.

Una de las que se acercó a la plaza fue Leslie Rivera, residente del barrio Magueyes de Guánica. Aterrada, contó cómo ella y su familia salieron corriendo de su casa porque la montaña que ubica en la parte trasera de su casa comenzó a derrumbarse.

“Desde el 28 de diciembre, en el área donde vivo no para de temblar. Pero el lunes, cuando sentimos el temblor fuerte, y salimos a la calle, nos dimos cuenta de que el monte de atrás se estaba derrumbando. Una piedra enorme cayó sobre una ebanistería que está un poco más arriba y la destruyó. Las otras piedras están aguantadas más arriba, pero tenemos miedo que sigan cayendo y cojan nuestra casa”, contó Rivera, quien llegó a la plaza junto a su esposo, su hijo de 14 años, sus padres y otros familiares.

“Ayer (martes) cuando tembló en la madrugada, mi esposo me dijo: ‘vámonos, que aquí no es seguro’... Fue horrible porque no veíamos bien, pero sentíamos las piedras bajando del monte y no sabíamos si nos iban a alcanzar”, rememoró.

Al igual que Rivera, decenas de familias viven el temor de que, en cualquier momento, una nueva sacudida acabe con lo poco que les queda.

“¡Esto es horrible! Yo me siento en una película de terror. No sé cómo explicarlo. Ha sido un estadio de nervios y de llanto constante. Desde el 28 de diciembre no duermo bien. Siento que todo se menea”, comentó Rivera.

Necesitan comida

Por lo pronto, los voluntarios que ayudan a los refugiados en la plaza claman por más apoyo, pues los recursos con que cuentan no son suficientes.

“Lo más que necesitamos es comida. Un comerciante nos donó los ingredientes para el desayuno de todas estas personas, pero necesitamos más alimentos. Hay niños y personas mayores”, expresó Irizarry.

“La iglesia católica nos prestó los baños, la cocina y nos ha dado agua. Ahora mismo, la ayuda que recibimos la coordinamos con los sacerdotes y otra iglesia llegó ahora con ropa para las personas que lo perdieron todo. Pero necesitamos más ayuda”, insistió.

Quienes deseen ayudar a los damnificados, pueden comunicarse al 787-390-7548.