Llamado de auxilio por un sueldo justo
Servidores públicos, quienes hoy están convocados a una manifestación hasta La Fortaleza, hacen de tripas corazones para que les alcance el dinero para pagar alimentos, gasolina y medicamentos
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Karla Cruz Lamboy lleva 20 años trabajando para el Sistema Público de Enseñanza como maestra de Educación Especial, asignada a la Escuela Especializada en Bellas Artes Ernesto Ramos Antonini de Yauco. La educadora tiene un sueldo bruto de $2,400 ya que posee un doctorado en Educación en Currículo y Enseñanza, pero quincenalmente cobra $847 luego de las deducciones.
Sin embargo, para cubrir sus obligaciones mensuales con una familia de cinco integrantes, ha optado por tener tres trabajos y al sonar el timbre se queda para dar tutorías de 3:15 a 6:15 de la tarde. No solo eso, sino que cuando culmina su segundo empleo sale apresurada a su hogar para conectarse a las 6:30 de la tarde y ejercer su rol como profesora universitaria de Caribbean University.
“Es bien difícil porque, por ejemplo, una de mis quincenas se va en el pago de mi casa, la otra en el pago de cosas básicas como agua, luz y demás, que, aunque mi esposo aporta, no tiene un salario muy alto porque trabaja en un hospital y está igual que yo. Tiene que estar haciendo doble turno para poder sufragar los gastos y los empleados públicos nunca cualificamos para ninguna ayuda de asistencia nutricional ni nada”, confesó la educadora yaucana.
“Lamentablemente, tenemos que exponernos a tener tres trabajos para poder sufragar todos los gastos. Verdaderamente termino cansada”, acotó al mencionar que su labor continúa sábados y domingos.
Aclaró que, aun así, “no siempre me da para pagar todo… lo que mi esposo y yo hacemos es que tenemos unas tarjetas de crédito y las utilizamos en caso de que tengamos que completar algo”.
“Un niño no puede entender las necesidades económicas que puedan pasar sus padres”
Hace 19 años que Kelvin Santiago Lamboy comenzó su trabajo como bombero en la estación de Guánica y, aunque el costo de vida sigue subiendo, el salario base de sus compañeros permanece en $1,500 mensuales.
No obstante, a pesar de que gana un poco más por los aumentos esporádicos que ha dado el gobierno, todavía su sueldo por quincena no pasa de $800, que debe estirar como una sábana que se hace cada vez más pequeña.
“Soy padre de familia, tengo una niña que cumple tres años este mes, pago hipoteca, agua, luz, cable, el costo de vida ha subido, la comida, la gasolina, el gas, los gastos ordinarios de un ciudadano, pero cada vez está más caro y el sueldo sigue igual. Tratamos de estirar el pie hasta donde llegue la sábana, pero muchas veces la sábana es corta y los gastos cada día son más”, manifestó.
“Quien tiene niños pequeños sabe que son aún más. Un niño no puede entender las necesidades económicas que puedan pasar sus padres, cuando un niño tiene hambre hay que darle de comer, cuando necesita pañales hay que comprárselo. Cuando tenemos hijos y uno quiere darle lo mejor para ellos a veces se frustra porque los bomberos arriesgamos la vida por tan poco sueldo”, lamentó.
Expuso que todavía no cuenta con un trabajo adicional que le ayude a cubrir sus gastos, una situación que vive la mayoría de sus compañeros de labores que tienen un segundo y tercer empleo
“Al gobernador, como servidor público, le pido que respete más nuestro trabajo, que sea más solidario con nuestra agencia, con los que arriesgamos nuestra vida...”, indicó.
“Se desviste un santo para vestir a otro”
Jessica Martínez Santos no puede buscar un segundo empleo como quisiera, ya que su trabajo como oficial correccional en la Institución de Máxima Seguridad de Ponce le limita el tiempo para cumplir con sus obligaciones y responsabilidades de una madre soltera.
Su sueldo base es de $1,603 mensuales y, con deducciones, recibe una paga de $530 los días 15 y 30 de cada mes, que divide en unos $35 diarios que se van prácticamente en gasolina para su vehículo.
“Por el momento no he podido buscar otro trabajo porque soy madre soltera, tengo la responsabilidad de cuidar a mis hijos, uno de 16 años y una estudiante universitaria. No tengo el tiempo adicional para buscar otro trabajo por cuestión de los horarios que son rotativos y a algunos de nosotros se nos dificulta, especialmente a las madres obreras que hay en Corrección”, expuso la mujer quien labora hace unos siete años para el Departamento de Corrección y Rehabilitación.
“La mayoría de mis compañeros oficiales correccionales tienen doble empleo, trabajan dentro de las instituciones y adicional tienen un trabajo a tiempo parcial para poder cubrir los gastos en sus hogares, esas responsabilidades que uno asume cuando es jefe de familia, sea varón o mujer”, sostuvo la fémina de 44 años.
Pero ¿cómo hace para vivir con $530 quincenales?
“Te soy bien sincera… si esta quincena pago el agua, la que viene posiblemente no puedo pagar la luz porque tengo que hacer compra o si tengo que pagar el carro. Se desviste un santo para vestir a otro y por nuestro salario no cualificamos para ninguna ayuda del gobierno, dijo.
“En ocasiones tengo que decidir si pago el agua o pago la luz”
Aixa Estrada Franco trata de llegar a su casa lo más tarde posible para ahorrar un poco en la factura de agua y luz, pues su sueldo como oficinista de sala de autopsia del Instituto de Ciencias Forenses apenas llega a $1,433 al mes y con deducciones quedan unos $600 quincenales.
“En mi caso, gracias a Dios tengo una familia pequeña, vivo sola con mi hijo, tengo que bregar con los horarios escolares que a veces tengo que salir a mediodía a hacer gestiones, lo que hace que llegue a mi casa tarde para bregar con los estudios y demás y de esa manera es que puedo bregar”, destacó.
“En ocasiones tengo que decidir si pago el agua o pago la luz, haciendo ajustes de qué vamos a pagar primero. Algunos compañeros sí han cualificado para algunas ayudas porque las tablas, después del huracán María, cambió y eso es un alivio. Pero en otros casos no nos aplica porque se puede exceder por $2 o $3. Es una lucha que llevamos hace más de una década porque el último aumento que se dio fue para el 2012 o 2013″, agregó.
Pero la complejidad de sus funciones no permite que pueda buscar un segundo empleo en un lugar para el que se preparó académicamente en Ciencias Mortuarias, ya que representa un conflicto de intereses para la agencia donde trabaja hace 15 años.
“Hay compañeros que tienen empleo a tiempo parcial, siempre y cuando no sea relacionado con el trabajo con el que están involucrados...”.
“Yo que estudié Ciencias Mortuarias, si quiero buscar un trabajo extra en una funeraria que fue para lo que estudié, no puedo trabajar en una funeraria porque se considera conflicto de intereses, te limitan”, sostuvo.
“Mensualmente mi compra no puede pasar de $150″
A Karimir Torres Rosa le sobra un poco más de $284 por quincena luego de pagar una pensión alimentaria a su hijo, pero su sueldo bruto como técnico de asistencia social de la Administración de Desarrollo Socioeconómico de la Familia, donde trabaja hace dos décadas, no sobrepasa los $1,341 al mes. Su sueldo precario permite que cualifique para unos $31 mensuales del Programa de Asistencia Nutricional.
“Muchas veces somos padres de familia, en mi caso particular pago una pensión alimentaria, no soy el único caso porque hay compañeros con la misma situación que son padres alimentantes y quincenalmente me sobran $284 mensuales. Tuve que ir en un sinnúmero de ocasiones al tribunal para que me bajaran la pensión..., eliminar el plan médico familiar y solamente quedarme con el individual que pago $26 mensuales adicionales”, contó.
“¿Pregúntame cómo lo hago? Pago un apartamento de $575, el carro de $411 porque me robaron el que tenía y tuve que invertir en otro. Mensualmente mi compra no puede pasar de $150, semanalmente echo $35 de gasolina a mi vehículo para ir solamente del trabajo a la casa y de la casa al trabajo, más pensión, agua, luz, si paso por un peaje, esto no da. ¿Dónde actualmente encuentras una renta de $430?”, detalló.
“La mayoría de nosotros cualificamos para el beneficio del PAN, ¿imagínate si nuestro salario está bajo el nivel de pobreza? Yo cualifico para $31 mensuales del PAN y con eso compro café, leche y pan. Algo es algo, pero, caramba. El costo de vida ha aumentado y aquí hay compañeros que tienen dos y tres trabajos. Llevamos dos años denunciando esto y ha caído en oídos sordos”, denunció.
“Se sobrevive, no se vive”
Hace 28 años que Javier Rodríguez Cedeño empezó a trabajar con el Instituto de Cultura Puertorriqueña en calidad de empleado de mantenimiento de los museos de Ponce, San Germán, Mayagüez y, en ocasiones, el Centro Ceremonial Indígena de Caguana. Pero su sueldo neto no pasa de $600 quincenales. Allí casi un centenar de trabajadores de la cultura no recibe un aumento de sueldo hace 14 años, y su salario base empieza en $1,530 mensuales que, como mucho, puede llegar hasta $1,800 sin los descuentos.
Rodríguez Cedeño trata de hacer de tripas, corazones para cumplir con sus obligaciones familiares con un hijo de 17 años, así que a veces opta por limpiar patios para poder comprar comida o echarle gasolina a una motora que usa para no gastar de más.
“Se sobrevive, no se vive. Tengo un hijo de 17 años que vive conmigo, hay que comprar las cosas de la escuela, desayuno, almuerzo, la comida y sin contar la ropa que eso es otra cosa. Por suerte no pago casa, pero cuando vivía con la mamá alquilábamos casa y no nos sobraba. Ahora, le tengo que pedir dinero prestado a mi mamá y la mayoría de las veces tengo que comer en casa de ella”, manifestó.
“Hago compra con $100 que es lo más que me puedo dar el lujo de hacer en una quincena. No me dura la quincena, pero es una realidad de la familia trabajadora como la mía y nos duele que a nosotros no se nos trate con dignidad, cuando nosotros los trabajadores y servidores públicos que somos los que damos la cara alegre al que viene, a los turistas o al que necesite un servicio, no se nos dé un trato justo como merecemos”, añadió.
“Estoy contemplando tener un segundo trabajo”
La molestia por mejores condiciones laborales de empleados públicos que reverbera en todas las esquinas de la Isla no es tema nuevo para la auxiliar de servicios de salud Wendy Benítez. Aseguró que, entre sus colegas, “el reclamo por años ha sido el mismo”: mejores salarios y el reclutamiento de más personal. “Hay mucha escasez de personal por el COVID, pero por años ha sido el mismo. Hemos estado mal pagados, especialmente (el Hospital Universitario) pediátrico y (el Hospital Universitario) de adultos”, expresó la profesional quien ha dedicado los pasados 30 años al campo de la salud en el Centro Médico de Río Piedras.
A pesar de las largas horas que presta, al igual que sus compañeros, se queda con algunos $700 en su bolsillo, paga que no ha visto un aumento salarial en más de 10 años.
“Siempre hemos estado por debajo de todos los hospitales. Estoy contemplando tener un segundo trabajo, ya que todo ha subido. En realidad, estar con el mismo sueldo no se puede hacer nada”, confesó. “No tan solo hablemos de lo económico, sino condiciones de trabajo”, coincidió el enfermero del Hospital de Trauma del Centro Médico, José Rodríguez, quien es padre de tres y ha trabajado en la institución por los pasados 29 años. “El País lo mueve la fuerza trabajadora”, agregó.
Benítez, además, se unió a los reclamos de sus colegas, quienes exigieron al Gobierno a que atienda las necesidades del personal mediante la declaración de la salud como un servicio esencial, para así llenar vacantes unas 500 plazas y que todo el personal reciba compensación adecuada.
“Lamentablemente, tenemos que trabajar enfermos”
Sentimientos de abandono y olvido han aflorado entre los paramédicos, denunciando que llevan más de una década recibiendo compensaciones exiguas que los obliga a balancear múltiples empleos a la vez.
“Muchos tenemos condiciones postraumáticas, ansiedad, depresiones. Estamos conscientes de que escogimos esta profesión, pero no estábamos preparados a ver niños muertos, escenas violentas y, aun así, las trabajamos”, especificó Glorivee Acevedo, quien ha sido paramédico por más de 20 años y lucha contra la depresión y la ansiedad.
Del mismo modo, su compañero de labores -Jesús Colón Cardona- sabe lo que es tener que interrumpir su trabajo para ser atendido en un hospital, solo para regresar de inmediato a salvar vidas y, en ocasiones, fungir como rescatista.
“Tengo condiciones de salud, soy diabético (y tengo neuropatía). El sueldo no da. Anoche estuve en el hospital por tres minutos en lo que me bajaba la azúcar con suero (para) volver al trabajo. Lamentablemente, tenemos que trabajar enfermos”, expresó el paramédico que ha dedicado 23 años al servicio y, en un momento dado, trabajó en tres empleos para mantener a su esposa y cuatro hijos.
Por su parte, Carlos Vázquez Fonseca no solo es paramédico, sino también divide sus horas laborando en una empresa privada y como instructor en el recinto barranquiteño de la Universidad Interamericana para sustentar a sus cuatro hijos.
“Es indignante lo que los paramédicos del Negociado de Emergencias Médicas están atravesando. No se ha visto un aumento en más de una década. Realmente, estamos en total abandono”, reclamó.