PONCE. Los terrenos donde ubican las icónicas y gigantescas letras rojas que dan la bienvenida a Ponce se han convertido en el refugio para cientos de personas del área sur que huyeron de sus casas aterrorizados por los sismos que afectan la zona desde el pasado 28 de diciembre.

Algunos de los refugiados tenían previsto que si los temblores aumentaban de intensidad sería a las zonas verdes aledañas a las letras a donde huirían buscando un lugar seguro para proteger sus vidas.

Así lo relató a Primera Hora Lydia Flores, residente de Santa Isabel, quien dijo que el pasado 7 de enero -luego de la devastadora sacudida de tierra que provocó el terremoto de 6.4 de magnitud- se encontró con su hija, yerno y nietos en los terrenos donde ubica la letra E de Ponce, la cual colinda con el desvío que lleva hacia la carretera PR-10.

“Ya lo teníamos planificado. Mi hija y yo sabíamos que nos íbamos a encontrar aquí si sucedía algo… nosotros vivimos en áreas bien cercanas a la playa -yo en Santa Isabel y mi hija en Juana Díaz- y nuestra preocupación es que suceda un tsunami y no podamos salir de allí. De hecho, en donde vivo ni las sirenas se escuchan”, expresó la matriarca del grupo compuesto por siete personas, incluidos tres niños.

Algunos miembros del clan pernoctan en unas casetas y otros, como Lydia, duermen dentro de un vehículo. “Mi yerno es el que hace guardia por las noches”, sostuvo.

“Nos conocen como la familia de la letra E”, dijo riendo y tratando de liberar la ansiedad que durante más de una semana les afecta ante los constantes movimientos telúricos que se perciben en el área sur.

“Esto es como una familia… hasta cultos (religiosos) cogemos todas las noches por parte de un pastor del barrio Cerrillo (Ponce) que viene todas las noches”, explicó.

En un área cercana a se encuentra también César Rodríguez, un policía que trabaja en la comandancia de Ponce hace 26 años y que llegó al terreno luego que su casa sufriera daños severos con el terremoto.

“Me encontré con otras personas pernoctando y me quedé. A mi casa no vuelvo porque no es habitable. Lo material no me interesa. No es la primera vez porque en María (huracán que afectó a la isla en 2017) también perdí mi hogar… estamos de pie que es lo importante”, expresó tratando de consolarse a sí mismo ante la inesperada pérdida.

Dijo que la convivencia en el lugar ha sido “maravillosa dentro de todo lo malo” gracias a la solidaridad que han recibido por parte de grupos que llegan diariamente a darle suministros.

“Aquí no ha faltado la ayuda, gracias a Dios”, expresó.

Al otro lado de la avenida -justo detrás de las letras- pernoctan Teresita Sánchez y su esposo Raúl Pacheco- quienes tienen residencia en Villas del Carmen, un lugar costero en Ponce que está en zona de peligro en caso de un tsunami.

“Aquí me siento como en mi casa. Esta se ha convertido en mi casa. Es un lugar seguro”, dijo Teresita, quien labora como asistente de maestra en un Head Start.

La pareja contó que llegaron junto a otros 30 miembros de su familia. Cada uno se ubicó en una esquina y han formado una cooperativa para mantener la organización y orden en el improvisado refugio.

“Mantenemos todo limpio, nos ayudamos unos a otros y, lo más importante, nos damos seguridad”, dijo la mujer que padece de presión alta y el día que conversó con Primera Hora fue asistida por voluntarios de Neomed Center.

Aunque Teresita se ha convertido en una de las líderes de la improvisada comunidad, lo cierto es que en ocasiones siente debilitarse a causa de la tensión que le ha ocasionado estar fuera de su hogar.

“Esto no está fácil… sólo pido oración”, dijo llorando Teresita, quien cargaba un cartel que leía “gracias San Juan” en agradecimiento a las ayudas que han llegado desde el área metropolitana.

“Aquí fácil llegan de noche como 400 personas… lo que pasa es que de día se van a trabajar o a bañarse a sus casas”, dijo por su parte Raúl, quien asegura que los temblores en tierra “jamás se sienten como en una estructura de concreto”.

“Aquí ni los árboles se mueven”, dijo.

Los alimentos, explicaron, casi siempre son donados por organizaciones o grupos de ciudadanos que llegan hasta la zona a donar desayunos y almuerzos. De hecho, durante el recorrido de Primera Hora los visitó Darwin Conde, miembro de “Los Chefs de la Calle”.

“Somos tres jóvenes que hacemos comida de forma voluntaria”, explicó sobre el proceso de altruismo que comenzó como acto solidario en el pasado Día de Acción de Gracias cuando repartieron más de 1,000 platos de comidas a deambulantes. “En el área sur hemos repartido más de 700 comidas”, manifestó el chef.