La dona “más grande” se hace en Vega Alta
El colosal postre de aproximadamente 10 pulgadas de diámetro se gesta “a ojo” desde la Panadería y Repostería Del Carmen con el favor de sus clientes
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Muchos llegan a la Panadería y Repostería Del Carmen en Vega Alta para degustar la dona “más grande” de Puerto Rico y, aunque su creador no sabe cuánto mide exactamente el producto, lo cierto es que el dulce puede compartirse, entre al menos, cinco o seis personas.
La idea surgió cuando el repostero y propietario del negocio, José Antonio Pabón Pérez, quiso retarse a sí mismo, confeccionando la popular golosina en un tamaño agigantado, pero sin sacrificar el sabor que la distingue, ya sea glaseada, de azúcar, vainilla, chocolate y hasta rellena de queso. Y después de intentarlo, logró su cometido.
No obstante, detrás de esta riquísima tentación, está la historia de un hombre que empezó en la faena cuando tenía 12 años, pues a temprana edad se enamoró del oficio que por décadas ejerció su padre y luego sus hermanos.
“Mi papá trabajó en la Holsum en Bayamón, durante 32 años. A mí siempre me gustó ese campo de los dulces, del hojaldre, de los sándwiches. Así que empecé a trabajar a los 12 años en la Panadería La Ceiba, en la avenida Roosevelt de San Juan, igual que mis hermanos, pero tuve que convencer a mis padres para que me dieran permiso”, recordó Pabón de 54 años.
“Yo estaba en octavo grado cuando empecé. Durante la semana iba a la escuela y, los sábados y domingos me iba a trabajar en el taller de repostería. Allá me dieron la oportunidad y corría todas las bases: cocina, repostería y el pan. Empecé con las donas, luego los quesitos y la pastelería”, relató.
Así permaneció durante 15 años, ya que cuando salió de la escuela le solicitaron que se quedara en la panadería. Sin embargo, según pasaba el tiempo, los tapones para llegar a su empleo lo obligaban a levantarse cada vez más temprano.
“Ya estaba pulido, me dijeron que me quedara. Me fui porque cada día, había que madrugar más temprano. Ese tapón… un día dije que no podía seguir así. Ahí ya teníamos planificado montar algo (un negocio) mis hermanos y yo”, expuso.
Fue entonces que vieron la oportunidad de asociarse con un familiar para adquirir el local que actualmente ostenta en la calle Muñoz Rivera, a pasos de la plaza pública vegalteña.
“Esto lo montamos desde cero, en 1998. Antes, esto era como una tienda de ropa. El nombre de la panadería lo puso el (socio) primario y nosotros lo dejamos, porque nosotros íbamos empezando y ya él tenía conocimiento. Estábamos mi hermano Edwin, que murió por COVID, y mi hermano Víctor”, explicó.
“Cuando el huracán María (2017), esto lo destrozaron. Se llevaron hasta los equipos, lo vandalizaron. Ahí empezamos de nuevo, desde cero. Pero gracias a Dios, estamos ahí. Ahora estoy solito, ando con Dios”, apuntó al mencionar que el negocio genera siete empleos.
Enorme golosina
Según, José Antonio, el concepto de la dona gigante nació por el deseo de probar algo más, aunque allí las golosinas se alejan del tamaño normal.
“Un día quisimos probar, pero es que tienes que perfeccionar (la receta) para que cuando cocines quede como manda. No es lo grande, es el sabor que tiene. La gente dice que es la dona más grande de Puerto Rico, pero nunca me ha dado con medirla”, confesó el hijo de Ángel y Ana.
“Es que soy una persona que no me gusta (alardear). Me dijeron que la llevara para inscribirla, pero no tengo ese tiempo. Prefiero trabajar. Me la piden mucho, es por orden previa. He llegado a hacer hasta 80 o 90 de esas donas diarias, en distintas variedades, desde glaseada, azúcar, vainilla, chocolate”, reveló.
Igualmente, insistió en que “es la misma gente le da promoción. No es que (la dona) sea grande, es la calidad”.
Compartió que no utiliza ningún molde especial, sino que la confecciona “a ojo”, tratando de que todas queden de igual tamaño, de aproximadamente 10 pulgadas de diámetro. Eso sí, indica que la colosal dona supera por cuatro veces el tamaño de una “normal”.
José Antonio, en entrevista con Primera Hora, recomendó que el pedido especial se realice con al menos dos días de anticipación, pues requiere de una preparación y un tiempo adicional para su confección.
El precio de estas delicias de gran tamaño va desde $5 hasta $10 (rellena de queso).
A diario, en el lugar se venden unas 60 libras de donas “regulares”.
De otra parte, allí se elaboran todo tipo de sándwiches, entremeses, panes y dulces.
“De los sándwiches, el favorito es el cubano que, tiene jamón dulce, pernil, queso suizo, pepinillo y mostaza. A la gente también le gusta el pan sobao y de agua. Aquí también tenemos como un colmado pequeño con productos para el hogar”, detalló al señalar que el espacio acomoda hasta 20 personas sentadas.
En cuanto a repostería, “hacemos pan de maíz, bizcocho de zanahoria, mallorcas, donas, quesitos, ‘cheesecake’ y pastelillos de guayaba, entre tantos dulces que elaboramos cada día”.
José Antonio lleva 42 años trabajando de manera consecutiva, pero asegura que lo hace con gusto porque “es algo que me apasiona”, al igual que su hija Janeska, quien se está preparando para darle continuidad al negocio familiar.
Para más detalles, puede llamar al 787-510-8904 o al 787-270-4227.