¿Usted se imagina a Juan Dalmau, candidato a la Gobernación por el Partido Independentista Puertorriqueño, escuchando heavy metal? ¿O acaso lo puede visualizar metiéndole el diente, sin pena, a un plato de lechón, con todo y cuerito?

Pues sepa que el aspirante, de 38 años, cuya figura representa un cambio de generación en su colectividad, no sólo se interesa por que la Isla sea un país libre, sino que en sus ratos de ocio le encanta escuchar a Metallica, la afamada banda de rock pesado, considerada hoy de culto.

En cuanto a lo otro, se declara un “lechonero malo”. Y como esa, hay muchas otras cosas que le sorprenderían.

Más allá de su seriedad cuando hace algún planteamiento político, también hay un hombre que sabe reírse de sí mismo, de sus errores y de los formalismos innecesarios.

Porque una cosa es la responsabilidad con que su partido quede inscrito y se discutan con profundidad ideas para mejorar el país, y otra cosa muy distinta es limitarse en cuanto a gustos musicales.

Dalmau nació en Caguas y allí se crió, corriendo bicicleta y jugando con su hermano mayor y sus hermanas menores.

Luego vivió con sus abuelos en Hato Rey, mientras estudiaba en la Universidad de Puerto Rico. Ambas etapas las recuerda con mucha satisfaccion.

A la hora de estudiar, escogió la carrera de leyes y, posteriormente, su paso por la prestigiosa Universidad de Harvard.

Y en ningún momento, hasta que comenzó los estudios universitarios, se imaginó como político a tiempo completo. Mucho menos independentista, considerando que ni su papá ni su mamá son militantes de esa causa.

¿En qué momento empezó tu inclinación por la independencia de la Isla?

Yo no identifico un momento preciso... aunque sí recuerdo que en escuela superior hubo un debate del tema de status y yo, académicamente, no era muy dado a los libros ni a participar de nada, y no me di por voluntario, pero una compañera de clase representó la independencia y las preguntas eran en la línea de “nosotros no podemos, somos vagos, somos chiquitos”, toda esa retórica de falta de respeto propio como pueblo, y recuerdo que terminé defendiendo la posición de ella.

Ahora que aspira a la Gobernación, el puesto de poder más alto del país, se ríe de las advertencias de sus padres de que no se uniera al PIP porque lo iban a carpetear.

“Afortunadamente ya mis padres han superado esa etapa de su vida porque saben que soy incorregible, y yo creo que después de Vieques y más de un mes preso, se dieron cuenta de que había un compromiso ideológico que ellos no iban a poder descarrilar”.

¿Ya los convertiste tu a ellos?

Bueno, si no ideológicamente, por cariño.

Y lo dice desternillándose de la risa, para luego explicar, que la impresión que sus papas se llevaron de la más reciente asamblea de la colectividad, con muestras de cariño tan abrumadoras, les dejó un gran alivio.

Para probar su punto, contó que ahora su papá hasta sale a hacer diligencias con una camisa de su candidatura.

“Lo veo y le digo: ‘contra, papá, van a pensar que no tengo nadie más que se ponga una camisa mía’”, afirmó entre carcajadas.

Para sus hijos, Gabriel Enrique y Sofía Isabel, es una aventura esto de estar en el ojo público: la chiquita porque es “bien farandulera” y el nene que ha dicho en la escuela que su papá “es el presidente de Puerto Rico”, lo que ha requerido de mucha calma para explicarle que no es así.

“Y está loco por ver una guagua con sonido, con luces”, cuenta haciendo un gesto de grandeza con las manos.

Para su esposa Griselle, el mayor reto es abrir su casa a los medios y a personas fuera de la familia, pero el candidato asegura que su apoyo y solidaridad con su campaña han sido indiscutibles.

Comparaciones

Dalmau está consciente de que en la radio y en muchos otros foros bromean sobre sus brazos torneados, un gran cambio en la imagen del PIP, si se le compara con la constitución delgada que distingue a los pasados presidentes Rubén Berríos y Fernando Martín.

El aspirante jura y perjura que nunca ha estado obsesiona con la idea de tener un cuerpo musculoso, aunque sí le gusta “estar activo” practicando karate, jugando baloncesto o caminando en algún parque. Y se muere de la vergüenza porque las amigas de su mamá le lanzan piropos.

Claro, ser el sucesor de Berríos y Martín nunca será fácil para el que ha visto el sacrificio y dedicación de ellos hacia el PIP, así como la vehemencia con la que defienden su ideal, y entiende que pueden ser zapatos difíciles de calzar.

Tampoco le molesta que lo comparen, pero parte de su meta es lograr que lo conozcan por lo que es.

“Yo entiendo que este proceso de campaña demostrará que cada cual tiene su espacio, cada cual tiene su forma de ser y su carácter, y yo a lo que aspiro es que, dentro de mis capacidades, mi personalidad y mi carácter, es a hacer una aportación importante a la lucha por la independencia, hacer una aportación al fortalecimiento de mi partido... pero sin dejar de ser lo que soy”.