Lo que comenzó como un simple juego, “por probar”, se convirtió en una condena y en lo que probablemente no lo dejará alcanzar su mayor sueño.

El cagüeño Johan Sánchez Cruz sucumbió al mundo de la droga y ha vivido en carne propia cómo se esfuma su meta de convertirse en cantante.

El talento lo tiene, y hasta admiradores, pero en la actualidad puede más el vicio.

Allí en su lugar donde pide dinero cantando, en los negocios que se encuentran en el cruce entre la avenida Degetau y la PR-1, en Caguas, el joven vocalista habló con este diario de su vida, de la música y de la droga.

“(Canto) desde que tengo como 12 años, más o menos. Siempre trataba de imitar las voces de los artistas, desde chiquito”, confesó el delgado joven de 25 años.

“Aprendí yo solo, de oído”, dijo quien precisamente ayer había sido recortado y lucía ropa nueva, donada.

Sus cantantes favoritos son Luis Fonsi, Chayanne, Tommy Torres, Sin Bandera y Juanes.

El talento lo lleva en la sangre, pues en su familia se destacaron varios en el arte.

“Mi abuelo siempre estuvo en la música jíbara y el hermano de mi abuelo también, y mi mamá siempre estuvo en el coro de la iglesia, con las hermanas, mis tías, y de ahí”, detalló.

Así pues, la música ha sido parte de la vida de Johan desde siempre.

Sin embargo, cuando todavía estaba en la escuela, comenzó a experimentar con sustancias, simplemente siguiendo lo que hacían sus amigos. Comenzó con marihuana y de allí siguió escalando hasta la adicción actual al crack.

“Eran unos amigos que estaban haciéndolo y dije ‘déjame dar una fumaíta y lo hice... hasta ahora”, reveló.

De allí todo ha ido cuesta abajo.

“Estuve viviendo con mi papá, estuve haciendo trabajo de plomería, estuve trabajando vendiendo pinchos, hacía losetas en cerámica, cantaba por ahí en algunos negocios y eso era lo que hacía”, repasó Johan sobre su trayectoria.

“Quedé desempleado de todo. Hubo par de encontronazos en los pinchos, que fue lo último, y yo lo dejé”, señaló.

Johan tampoco terminó la escuela y prefirió abandonar su casa. El vicio lo llamaba.

Aprovechando el talento que todavía posee, Johan canta para escapar de su realidad y, de una vez, aprovecha para pedir dinero.

“(Canto) para liberar el estrés, para expresar lo que siento, para que me escuchen, no sé”, señala.

Apenas este año fue que comenzó a deambular, a dormir “donde me coja la noche”, pero el efecto en su cuerpo es notable. Está muy delgado, su piel está tostada por el sol y su mirada está perdida.

Aun así, insiste en querer cantar.

“Me gustaría hacer algo con la música, ese siempre ha sido mi sueño. Me gustaría expresarle al mundo lo que he vivido a través de la música, escribiendo, tocando guitarra”, manifestó.

Sin embargo, el obstáculo que representan las cadenas de las drogas no lo deja pensar claro.

“Cuando yo necesite la ayuda como tal, yo mismo voy a dar el paso”, aseguró.

“Me siento como presionado y no sería muy conveniente. Yo diría que todo debe ser paso a paso porque, si me ajoro, me voy a seguir tropezando y, si sigo tropezando, no voy a llegar a ningún lado”, dijo frente a Delia González Vázquez, quien fuera su vecina desde que él tenía dos años y quien intenta ayudarlo.

La mujer contó a este diario que estuvo buscándolo desde que se enteró de que estaba deambulando y que apenas el domingo lo pudo encontrar.

Lo primero que hizo fue ofrecerle ayuda como psicóloga que es, pero el joven insiste en que no ve salida a su situación.

“Él es un muchacho bueno, decente. Él se pasaba jugando con mis hijos en mi casa y es bueno”, dijo Gónzalez intentando que las emociones no la dominaran.

La historia de Johan se dio a conocer a través de las redes sociales por otro joven que subió a Facebook un vídeo del chico cantando un tema de Luis Fonsi.

Ahora, Johan les recomienda a otros jóvenes que puedan estar por experimentar con algún vicio “que no lo hagan porque es difícil, bien difícil”.