Con el fin de las 936 en el 2005, se acabó la mayor ventaja competitiva que nos quedaba. De 2005 en adelante expiraron importantísimas patentes de los medicamentos que se fabricaban en esas empresas y que, por tanto, se quedaban en la Isla. Después de esto ya no tenían por qué quedarse.

Y no veo en la Isla un killer instinct que en el boxeo aplaudimos como salvajes o a un taponero que en béisbol cierra el juego. En vez de planificar el próximo paso para que no nos cojan de mangó bajito, somos lentos en estrategia y se pasan robándonos el tiro.

Mire si nos movemos con lentitud que los estudios para el Tren Urbano se hicieron en 1973 y abrió 30 años después. Tuvimos la idea del Puerto de Ponce y países vecinos se enteraron y, mientras peleábamos que si en Ponce o Ceiba, en Jamaica, Bahamas, Panamá, Colombia y Venezuela nos robaron la idea, y hasta Dominicana abrió el Puerto de Caucedo en 2007, que tardó cuatro años en hacerse. El de Ponce empezó en 1999 y todavía sigue, en medio de la babosería politiquera, sin operar.

Ahora, ninguna de las situaciones en las que estamos atrás es peor que la de la Universidad. NINGUNA. Los rankings mundiales nos abofetean. ¿Usted cree que las empresas van a mirar nuestra oferta para traer riqueza para acá cuando nuestras universidades no aparecen en las primeras 500 del mundo? ¿Usted contrataría al número 1,700 cuando puede contratar al top 10?

Según Webometrics, la UPR está en la posición 892, la Interamericana en la 1,740 y el Sistema Ana G. Méndez en la 2,190. Según el QS Ratings –ranking más usado en el mundo–, la UPR está empate en la posición 699 a nivel mundial. Las privadas ni aparecen. La UPR está en la 44 en Iberoamérica, según Scimago, y las otras, pues busque usted, no me crea a mí. Es vergonzoso que la mejor universidad de Puerto Rico esté en una posición tan baja.

Si usted no tuvo que investigar, desarrollar, publicar y crear cosas nuevas en su bachillerato ni tuvo que estudiar al menos ocho horas diarias, además del tiempo lectivo, ni aprendió a operar su propia empresa y solo aprendió a ser empleado, lamento decirle que a usted le regalaron el diploma, sí, para mí también fue duro, pero acéptelo.

Claro que su título es bueno para producir, pero no para crear en un mundo globalizado. Los datos son los datos y pensar lo contrario es de mediocres. Claro que hay historias de éxito, siempre en todo sistema hay quien triunfa. Aun en las más horribles circunstancias, como guerras y genocidio, hay historias de éxito, pero hablamos de la mayoría, no de casos excepcionales porque de nada sirve un sistema que tiene 500 historias de triunfo y 437,000 historias de fracaso.

Hay que reconstruir la educación universitaria con medidas inmediatas y drásticas. Imagine lo que sería hoy el RUM si le hubieran dado los $500 millones que se gastaron en los Centroamericanos. La ciudad de Mayagüez en sí, en vez de tener infraestructura deportiva decrépita criando mosquitos, sería un centro mundial de investigación o un Silicon Valley.

Si, en vez de gastar los $11 billones de Cofina que gastó Fortuño en contratos, hubiéramos reconstruido el campus de Río Piedras con edificios para todas las facultades con el fin de convertirlas en centros de desarrollo económico, laboratorios y lugares de pensamiento crítico retando lo que dicen los libros en lugar de embotellarlos, otra sería la historia.

De esa forma es que se crean las patentes que generan millones en royalties para MIT, Stanford y Harvard, etc. La inversión que hagamos ahí se paga sola. Hubiéramos creado 1,000 plazas de profesores locales y extranjeros que sean verdaderos investigadores respetados en el globo y no que “regalen” diplomas.

Imagine lo que hubiéramos hecho con los $100 millones que se fueron en gasoductos si se los hubieran dado a Administración de Empresas; en vez de gastar $150 millones en los túneles de Maunabo –que reducen la distancia en 90 segundos de viaje–, se los hubiéramos dado a la Facultad de Educación para asegurarnos de graduar a la crema a nivel global, científicas investigadoras en historia, química, biología, inglés y artes, y que lleven esa mentalidad a cada escuela para descubrir nuevos productos, nuevas obras de arte y teatrales, conseguir patentes y que el mundo tuviera que mirar a Puerto Rico.

Tenemos que comprender que lo demás tiene que esperar, todo, excepto la investigación y desarrollo a través de la educación PK-PHD. Tenemos que ponerle el turbo al Centro Comprensivo del Cáncer y no dejarlo como mero tutor del Oncológico, hacer el Centro de Investigación de Diabetes, ver la Ciudad de las Ciencias como un proyecto de un millón de pies cuadrados de laboratorio, algo como el Centro de Convenciones, invertir en traer el mejor talento y darles total alivio contributivo a investigadores a cambio de la explotación local de las patentes que generen.

Tenemos que construir una escuela de administración de empresas y empresarismo fuera del Recinto que sea la joya de la corona y que a esta solo entre lo mejor y sirva como incubadora de negocios para que estudiantes empresarios que salgan de ahí puedan empezar a generar nuevos negocios y darle a la Universidad presencia global a través de centros de la UPR en otros lugares más allá de programas de intercambio.

Imagine que la Escuela de Ingeniería tenga un centro en el Silicon Valley, adonde envíe a sus mejores estudiantes todos los semestres. El Fideicomiso de Ciencias y Tecnología está paralizado desde su fundación. No es momento para que tenga un director interino, es momento para compensar por el tiempo perdido. Estamos demasiado atrás y el fideicomiso tiene el dinero para pagar el personal que necesita.

Nos comen los dulces, ¡COÑO, DESPIERTA BORICUA!