En medio de sus intentos de lograr que la ciudadanía tome medidas para protegerse ante el paso en unas horas por Puerto Rico del huracán María, con vientos de 165 millas por hora que lo clasifican como categoría 5, el exsecretario de Justicia, Héctor Rivera Cruz, no deja de repasar la experiencia vivida hace 28 años con el azote del ciclón Hugo.

Esa noche del 18 de septiembre de 1989, Rivera Cruz la pasó en el apartamento que tenía entonces en el piso 8 de un edificio en Guaynabo.

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“Esa noche, (recuerdo) el ruido ensordecedor que hacia el viento. Yo tenía una terraza que tú podías salir a la azotea, había un sobretecho de aluminio, y yo recuerdo cuando el viento soplaba, los cantazos que daba, no se fue el techo, pero lo levantaba y lo volvía a tirar. Yo decía: ‘¡Por ahí se va el techo!’ Y tú pensabas que si se lleva eso, se llevará las puertas, las puertas de cristal como que las doblaba, tú pensabas que iba a explotar las ‘sliding doors’. Eso sí, las cortinas de tela las arrancó”, relató.

Luego de esa noche estuvo cerca de un mes sin luz, recordó, y tenía que subir los 8 pisos por las escaleras con una linterna, hasta que se cansó y se fue a casa de sus padres en el área de parcelas nuevas, cerca de Van Scoy, en Bayamón, donde se crió. Allí estuvo hasta que se normalizó todo.

Rivera Cruz fue componente del gabinete del exgobernador Rafael Hernández Colón, tercero en la línea de sucesión en Fortaleza y, según dijo a Primera Hora, contaba con gran confianza del primer ejecutivo, que le delegó supervisar las labores de recuperación en el área más afectada por Hugo: el noreste de Puerto Rico.

“La parte más crítica era Vieques, Culebra, Fajardo, desde toda el área de Carolina a las islas municipios, que quedó totalmente devastada”, dijo el recordado investigador de los asesinatos del Cerro Maravilla.

“Era un caos lo que había en Vieques, Fajardo y Culebra. No había agua, no había servicios de salud, la transportación estaba en el piso, tanto las lanchas como la transportación aérea, el aeropuerto estaba inservible, los alimentos para llegar allá… era bien difícil”, contó Rivera Cruz, actual presidente de la Liga de Béisbol profesional Roberto Clemente.

Recuerda, incluso, cómo hubo incidentes en que en medio de la desesperación en Vieques hubo que reforzar la seguridad para mantener el control en la repartición de bolsas de hielo, que requirió que la entonces alcaldesa Manuela Santiago tratara de calmar a sus constituyentes

“La gentes se puso medio agresiva… tuve que llamar a la alcaldes para que pusieran orden”, dijo.

En Vieques, finalmente, no hubo incidentes de agresión por el hielo, pero sí en otras partes de la isla.

Rivera Cruz recuerda que cuando se regó en la población que había plantas de hielo en el sur, como una enorme que había en Ponce, se formaban caravanas por la autopista -desde el área metropolitana- para buscar el frío producto. Ahí sí hubo incidentes de agresión.

Volviendo a lo que pasó en las islas municipios, Rivera Cruz contó que “allí no había agua, no había hielo. Yo tenía un helicóptero asignado y viajaba tres y cuatro veces a la semana en esa área, incluyendo quedarme en Vieques y Culebra planificando lo que iba pasar”.

Los vientos hicieron volar no solo techos de zinc y paredes de madera, sino que el caso de Culebra encontraron botes que fueron sacados del mar y quedaron enterrados en los montes.

“Había botes en los montes sembraos, cruzaron las carreteras y el viento los tiró en las carreteras y en los montes, la presión del viento, y las mareas que hubo, que arrancó una gran cantidad de botes y los que no sacó de la bahía, los hundió. Hubo docenas y docenas”, recordó.

También el viento hizo estragos en los árboles y las plantas, incluso cerca de El Yunque, en Río Grande. “La presión del aire quemó la vegetación. Claro, siempre se recuperó después, porque eso es El Yunque, pero la fricción del viento hizo estragos en ese momento en la vegetación”, sostuvo.

Restablecer la transportación terrestre tomó varios meses, y recuerda que el trabajo inmediato fue sacar del medio los árboles, no solo en las carreteras principales, sino en las urbanizaciones donde mucha veces eran los propios vecinos quienes cortaban con sus propios equipos para poder sacar sus carros. Así como objetos y postes en las carreteras.

“Eso fue impactante”, dijo Rivera Cruz. “Las líneas eléctricas colapsaron, vimos por montones torres, postes, tendidos completos en el piso”.

Algo que vio en Hugo que le preocupa que pueda causar María es que el huracán tumbe las grandes torres de transmisión, que tienen líneas de hasta 230,000 voltios, y enfatizó que los vientos son más fuertes en las montañas que a nivel del mar, y que los actuales vientos de 160 millas se sienten mucho más fuerte en esas montañas.

La recuperación energética luego de Hugo tardó largas semanas, aunque entiende que para la mayoría de la población fue cerca de un mes, pero salió a relucir algo muy positivo: solidaridad.

“Se compartía comida, haciendo picnics comunes, compartiendo la comida que tenían, y el que tenía una planta compartiendo un cable a otro vecino, con el riesgo que eso representa… la gente sentada en los patios, cogiendo fresco y compartiendo con los vecinos”, narró Rivera Cruz, quien dijo sentirse muy satisfecho por la gente a la que pudo ayudar con su labor en Hugo.