Igual que siempre el último día

Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 17 años.
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El último día del año es, para muchos envejecientes, idéntico al primero. No se comen las 12 uvas, no tiran agua por la ventana ni esperan el brindis del bohemio.
Ni siquiera se acuestan más tarde.
Patria Morán Hernández, de 98 años y residente del Hogar Amanecer, supo ayer que el año acaba hoy. Cuando se enteró, dijo: "mejor". En su mente tiene más espacio la casa que tenía en el campo a orillas de la carretera que la despedida del 2008.
El plan para hoy de Esteban López, de 84 años, es quedarse durmiendo. Eso sí, está abierto a la posiblidad de recibir alguna invitación de una muchacha. En el hogar, dijo, "no hay ninguna que valga la pena".
Casado en cinco ocasiones, López recuerda las reuniones de los 31 de diciembre en las que reinaban los chistes. Ahora, un poco en broma y un poco en serio, se lamenta porque "no aparece nada".
Desde su cama en el centro, Ernesto Astacio García tiene muy claro en su mente los días en que la comida estaba sujeta al trabajo realizado. "El que no trabajaba no comía", aseguró.
En la finca donde vivió de niño en el barrio Duque de Naguabo, el 31 de diciembre era el día de matar un cabro o una ternera, "lo que apareciera".
Hoy verá cómo se acaba un año y empieza el otro por televisión o por la ventana. Pero teme, mencionó a manera de relajo, que la mano de año viejo sea tan larga que quepa por uno de los huecos del ventanal.
Aunque todavía extraña su nativo San Germán, Fefa Pérez, de 89 años, está acostumbrada a su vida en el centro. Quizas porque, según dijo, siempre la visitan.
Como casi no sale porque tiene problemas en las piernas, hoy no tiene ningún otro proyecto que no sea dormir hasta el otro día. Hasta el otro año.
A sus 85 años la lucidez de Fanny Rodríguez Archilla le permite reconocer que antes la Navidad "se celebraba más pobremente pero con más fervor".
Hoy saldrá del hogar Nuestra Señora de la Providencia, en Puerta de Tierra, a compartir con sus hermanos, "si Dios lo permite".
Conformista, su deseo para el 2009 únicamente es que su salud esté "en buenas condiciones porque no puedo aspirar a otra cosa".
"A mí no me da tristeza nada; el pasado, pasado es", manifestó con sabiduría mientras contemplaba el patio interior donde horas antes había disfrutado de un fiesta con mariachis.
Gloria Olazagasti no encuentra nada distinto entre los festejos de ahora y los de antaño, principalmente porque nunca hace nada diferente.
"Es que yo no soy del jet set", dijo la mujer de 83 años.
Hoy, antes de las 12 campanadas que concluyan el año, probablemente esté dormida.
"Estaré aquí. A comer y a dormir, y al otro día iré a misa", contó sentada frente a su andador.
Con poca ambición, al 2009 no le pide nada.
"Lo que la vida me dé lo acepto, pero nada en especial", aseguró frente a Sor Otilia, una de las monjas encargadas del hogar.
Josefina Sanz tampoco piensa cambiar su rutina porque sea el fin del año.
Como cada mañana, rezará el rosario para toda la comunidad.
Con la mayoría de sus familiares muertos, la ex maestra de inglés aprendió que "uno sabe la familia con la que nace y no con la que va a morir".
Aunque no acostumbra tener actividades fuera del Hogar, la también ex empleada bancaria ha disfrutado la alegría contagiosa de las visitas que han recibido en esta época festiva.
Aún con mucha vitalidad, la mujer de 84 años siente que hizo lo que tenía que hacer.
"Fui amante de mi libertad, pero al final de mi vida me sentí como un objeto", finalizó.