Desde hoy hasta el 30 de noviembre, Puerto Rico y el mundo estarán alertas ante el inicio de la temporada de huracanes en el Atlántico, la que se prevé sea una de las más activas e intensas en décadas.

La semana pasada, el administrador de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, en inglés), Rick Spinard, señaló que se trata de “la perspectiva de temporada de huracanes más alta que la NOAA haya emitido jamás”, tras lanzar un pronóstico de que se pudieran formar hasta 13 ciclones y que el número de ellos que toquen tierra pueda ser el doble de lo habitual.

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La NOAA advirtió de que había un 85% de probabilidades de que la temporada ciclónica fuese superior a lo normal, con entre 17 y 25 tormentas con nombre y de 8 a 13 huracanes, de ellos entre 4 y 7 de categoría mayor.

No obstante, y como lo dijo este viernes en rueda de prensa el director del Centro Nacional de Huracanes de EE.UU., Michael Brennan, no hace falta un huracán mayor para generar devastadores impactos y puso como ejemplo las inundaciones provocadas por las lluvias que cargan los ciclones, que en los últimos diez años han sido “el peligro más mortal”.

Dos carros quedaron atrapados en las inundaciones en Freeport, en Bahamas.

“Han sido las responsables de más de la mitad de las muertes” y casi no tiene relación con la fuerza de un ciclón, recalcó Brennan. “No importa la categoría, o si es una tormenta o depresión tropical. Lo que importa es cuanto llueve y que tan fuerte son las lluvias en una determinada ubicación”, ahondó.

El director manifestó que otros peligros relacionados al agua, como la marejada ciclónica o las corrientes de resaca, son responsables de entre el 85% y 90% de las muertes que deja cada tormenta o huracán que impacta en EE.UU.

Más poderosos y más destructivos

Los huracanes no solo son más poderosos y se intensifican más rápido, sino que, además, como lo revela recientes estudios, está “rápida intensificación se produce cada vez en mayor frecuencia cuanto más se acercan a tierra”, dijo la científica jefe de la organización The Nature Conservancy, Katharine Hayhoe.

Durante una teleconferencia, la experta recalcó que, en la actualidad, los ciclones cargan “mucho más vapor de agua” que hace 50 o 100 años, y además su proceso de debilitamiento, incluso cuando ya están en tierra y lejos de su fuente de poder (las aguas calientes del océano), es más lento y por ende impactan más.

Hayhoe dijo que para medir el grado de desastre que pueda generar un huracán o tormenta hay que tener en cuenta el peligro presente así como el nivel de exposición, es decir el número de estructuras y personas que puedan quedar a merced de los ciclones.

(CRISTOBAL HERRERA-ULASHKEVICH)

Y un tercer elemento es la vulnerabilidad, que tiene que ver con qué tan preparadas y resistentes son las poblaciones, un componente que queda reflejado con los diferentes impactos que en 2016 ocasionó el poderoso huracán Matthew en Haití, donde desató un brote de cólera, y en las Carolinas, estados de EE.UU.

La subdirectora del programa caribeño de la organización, Shenique Albury-Smith, recordó este viernes que el huracán Dorian de 2019, que alcanzó la categoría 5 en la escala Saffir-Simpson (la máxima), ha sido el más poderoso que ha impactado en Bahamas, donde murieron 70 personas y generó pérdidas de más de 3,400 millones de dólares.

“Las personas perdieron casas, automóviles, barcos, negocios; activos que les tomó toda una vida construir y que se perdieron básicamente en un día, en unas horas”, señaló Albury-Smith, quien además puso de relieve los impactos psicológicos que ese huracán desató en las poblaciones afectadas.

La huella humana

“Los huracanes proporcionan una huella muy fuerte de cómo la actividad humana, específicamente las emisiones de gases de efecto invernadero, están sobrecargando nuestros climas extremos, haciéndolos mucho más peligrosos en un mundo que se calienta”, aseveró Hayhoe.

La científica fue cuestionada sobre la reciente ley firmada por el gobernador de Florida, el republicano Ron DeSantis, que elimina la mayoría de las referencias a la crisis climática de la legislación estatal e incluso deja de ser una de las prioridades de la agenda de Gobierno.

“Yo puedo decir que no creo en la gravedad, pero lo cierto es que si salto del precipicio me caeré”, señaló la experta.

Agregó que no reaccionar a la información que provee la ciencia es una opción. “Pero es una opción que aumenta nuestra vulnerabilidad en vez de reducirla”, recalcó.