En la vida se enfrentan desafíos que ponen a prueba la determinación y fortaleza individual y eso es algo que Héctor Báez López comprendió al inicio de su carrera universitaria cuando fue diagnosticado con el síndrome de Asperger.

Su viaje personal de superación empezó desde el instante en que nació prematuramente en 1997, un periodo en el que pasó sus primeras semanas de vida en un hospital sobrepasando todo pronóstico clínico.

Siempre fue un niño curioso y aplicado a sus estudios. Además, tuvo una fijación particular por la música -particularmente con la guitarra-, un talento heredado de su padre, el jazzista Nelson Báez, arreglista del himno de Peñuelas, su pueblo de origen. La pieza “Así es mi pueblo” fue escrita por José Antonio “Tony” Santos.

Sin embargo, desde pequeño Héctor sintió que las piezas del rompecabezas de su vida no encajaban del todo.

“Ciertas cosas me parecían extrañas. Los niños de mi edad, en aquel entonces de entre 5 y 7 años, no compartían mis intereses por la música como, por ejemplo, me gustaba ir al Jazz Fest. Recuerdo que lo más que me divertía era ir a Casa de los Tapes, La Gran Discoteca. Además, ahí empezó mi interés por coleccionar videos en VHS y otros formatos de la historia del béisbol y del baloncesto superior nacional de Puerto Rico. Los demás me veían como raro, pero me pasaba que yo también los veía raros a ellos”, rememora sobre su niñez.

Explica que aquel escenario se complicaba porque tenía limitaciones con las interacciones sociales. Era una lucha constante la que sentía, por más que se esforzaba por “encajar” entre sus pares.

“Se me hacía complicado sostener conversaciones con los demás niños o adolescentes y eso me rezagó socialmente, aunque siempre traté -y aún trato- de dar lo mejor de mí y sobrellevarlo”, acotó.

Académicamente, siempre fue sobresaliente. De hecho, a los 16 años comenzó estudios universitarios y antes de los 20 años había culminado un bachillerato en Ciencias Biomédicas en la Universidad Católica de Ponce. Posteriormente, completó una maestría en Ciencias Médicas en la Ponce Health Sciences, de Ponce, con miras a continuar el doctorado en audiología.

“Fue durante mi periodo universitario que muchas cosas comenzaron a esclarecerse en mi vida. Dado a mi comportamiento atípico en una clase de química orgánica, fui referido a un neuropsicólogo. Es durante este tiempo cuando fui diagnosticado con el síndrome de Aspergers. Si bien el diagnóstico me importó poco en el momento, sí tuve una explicación a mi comportamiento atípico, mi insomnio, mis dificultades al momento de comenzar una conversación, mis obsesiones e intereses ‘raros’ y no comunes en gente de mi edad, mis hábitos de alimentación, y, en fin, mucho de lo que me distingue. Una vez tuve el tiempo de analizar a más profundidad lo sucedido, los sentimientos cambiaron un poco”, reflexionó Héctor en una hoja de vida que compartió con este diario.

Los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) explican que las personas con Trastornos del Espectro Autista (TEA) con frecuencia tienen dificultad con la comunicación, la interacción social, presentan patrones de comportamiento repetitivo y áreas de interés específica.

Aún cuando “las piezas del rompecabezas empezaron a encajar”, llegaron otros cuestionamientos y una “avalancha de incertidumbre” pues dudó si realmente podía completar el sueño de hacer el doctorado en audiología.

Comencé a cuestionarme si en realidad iba a poder superar mis limitaciones. No conocía en un plano íntimo a alguien similar a mí que hubiese logrado las cosas que me proponía. Este tiempo representó un renacer en el cual decidiría si iban a surgir los resultados que anhelaba o si quedarían en un menor anhelo. Opté por lo anterior”, acotó quien se lanzó al reto y fue admitido al programa graduado de doctorado en audiología del Recinto de Ciencias Médicas de la Universidad de Puerto Rico en 2020.

Héctor reconoce que durante los estudios flaqueó. Recuerda que el proceso coincidió con el inicio de la pandemia del covid-19, por lo que esos primeros encuentros con compañeros y profesores se llevaron a cabo por clases virtuales.

“Mi primer semestre fue sumamente llevadero. Los problemas comenzaron con el segundo semestre, cuando aumentó la carga académica y comencé a observar pacientes en las distintas clínicas asignadas... fue horrible, porque tuve problemas de estructura para estudiar y tener que socializar presencialmente me daba mucha ansiedad. No podía mirar a los ojos a los pacientes”, explica.

Una profesora, al percatarse de la situación, refirió a Héctor a servicios de consejería ofrecidos por el RCM, y así comenzaron los cambios favorables a través de terapias en las que aprendió estrategias de relajación y enfoque.

“Algunas de las técnicas fueron el uso de juegos de buscar objetos y trivias, para distraer la mente, y el uso de un calendario estructurado con tiempo provisto para cada curso, de manera tal que ninguno se quedase atrás”, describe quien también recibió acomodo razonable.

Finalmente, en el 2024, Héctor completó su doctorado en audiología y fue parte de los más de 600 graduados del RCM hace unas semanas.

Ahora, con un futuro brillante por delante, está emocionado de comenzar su carrera, con la que espera marcar la diferencia en la vida de sus pacientes.

Está confiado que esa oportunidad llegue a través de la empresa Precision Health Center, lugar donde se le permitió hacer el internado de la mano del doctor Edwin Irizarry.

“Prometo ser un doctor que dará soluciones a mis pacientes... esa siempre será mi meta”, destaca.

Y, además de su pasión por la audiología, seguirá cultivando su amor por la música y tiene el sueño de completar su proyecto histórico sobre el béisbol y el baloncesto en Puerto Rico.

Pero, más allá de sus logros académicos, desea inspirar a otras personas -especialmente a las que tienen síndrome de Asperger- a través de su historia de éxito.

Si bien la vida ha estado llena de obstáculos, la mente es poderosa. El orgullo de mi familia y los que caminaron conmigo esta travesía de superación anda en alto. Es un verdadero placer el lograr observar al fin los frutos de tal cosecha y ver cómo la superación se ha alcanzado... y así será siempre: lograré todo lo que me proponga, porque ya sé cómo hacerlo”, reflexiona el ahora doctor Báez López.

En el 2020, aproximadamente 1 de cada 36 niños en 11 comunidades de los Estados Unidos, tenía el diagnostico de TEA, según datos de la Red de Vigilancia de Autismo y Desórdenes del Desarrollo (ADDM, por sus siglas en inglés).

En Puerto Rico no hay estadísticas certeras, pero el Departamento de Salud recibió fondos de los CDC para establecer la Red para la Vigilancia de Autismo y Desórdenes del Desarrollo de Puerto Rico. Las actividades comenzaron en enero de 2023, y se extenderán por cuatro años. El enfoque es mejorar la comprensión de la prevalencia del autismo, incluyendo disparidades pro edad, factores socioeconómicos y ubicación geográfica. Los datos se utilizarían para establecer políticas y programas que redunden en servicios para la población con autismo de la isla.