Hace 147 años que don Luis Roig Labrós llegó al barrio Jaguas Pasto de Guayanilla, a donde inició una operación agrícola que se extendió a cinco generaciones a través de la producción de café especial.

Allí, las siembras engalanan el paisaje impregnado de historia y una belleza despampanante que, a diario, se entreteje con el arduo trabajo de una familia comprometida a cosechar el grano maduro que alimenta la esperanza de un pueblo.

Así han continuado durante casi un siglo y medio a pesar de los embates naturales, telúricos, políticos y sociales, pues conocen la resiliencia que caracteriza a los agricultores que no se amilanan ante los retos que enfrentan para recoger la preciada semilla.

De acuerdo con José Luis Roig Franceschini, quien pertenece a la cuarta cepa en la producción cafetalera, “hay cafés que son historia, pero este es un café que tiene su historia, porque es el legado que hemos tenido”.

“Nuestra familia ha laborado en el mismo sitio desde el 16 de abril de 1876, cuando don Luis Roig Labrós, que era mi bisabuelo, catalán, vino de Barcelona, se estableció en el barrio Jaguas Pasto de Guayanilla y se casó ese día siendo agricultor. Luego, la finca pasó a mi abuelo, José Miguel Ignacio Roig Coll y después a mi tío y a mi papá, José Luis Roig Olivieri”, recordó el agroempresario de 62 años.

“Soy la cuarta generación trabajando en la finca. Yo no heredé nada, sino que, de lo que tengo, lo compré poco a poco, día a día. No creo en la suerte, sino en las oportunidades. Siempre me preparo para el día de mañana y un futuro. Si se me da la oportunidad, visualizo si es buena y, la trato de adquirir”, confesó.

Su pasión por la agricultura comenzó desde niño, siendo el más pequeño de cuatro hijos.

“Siempre estuve afanado en el trabajo, ayudando a mi papá; soy el más pequeño de cuatro hijos. Yo quería ser agrónomo, tenía una pasión de niño con ser agricultor. Siempre estaba al rabo (detrás) de él, como dicen en el campo, y siempre estuve en la finca o bregando con la tienda y, pendiente a ellos, me quedé y decidí no estudiar”, resaltó.

Roig Franceshini inició su trayectoria en la producción de café al comprar 40 cuerdas que eran de su padre. Después, según contó, fue adquiriendo otras haciendas, que durante décadas operaron en el sector.

El compromiso de los empleados, también ha sido pieza clave en el éxito de Café Roig. En la foto, José Rivera Pérez, de 59 años y natural de Peñuelas, lleva 35 años como trabajador agrícola y recolector de café en la hacienda.
El compromiso de los empleados, también ha sido pieza clave en el éxito de Café Roig. En la foto, José Rivera Pérez, de 59 años y natural de Peñuelas, lleva 35 años como trabajador agrícola y recolector de café en la hacienda. (Isabel Ferré Sadurní)

“Esto era una finca de café, no era la más grande. En este barrio existían siete haciendas cafetaleras. Empecé comprando 40 cuerdas a mi papá; le renté la finca por $1,000 el primer año y me dijo que cogiera la finca por $60,000 y en un papel (de envoltura) de pan, hicimos el contrato en 1985″, sostuvo el hijo de Zaida Franceschini.

“Luego, compré parte de la Hacienda Belgodere -que son 90 cuerdas- y la Hacienda Moriviví. Después le compro al gobierno federal, en una subasta, y fui un hombre feliz, porque entonces adquiero la casa donde nací y me crié, la finca donde estaba la escuelita Roig que mi abuelo cedió el terreno. Ahí estudié primero y segundo grado”, rememoró.

Así las cosas, José Luis siguió adquiriendo los terrenos aledaños hasta alcanzar 540 cuerdas.

“En cuatro años, crecí como la espuma, me comí el mundo trabajando incansablemente, porque compraba mucho café a otros agricultores. Yo nací y tengo una historia para contarla. No la hice yo, sino que soy parte de ella y, cuando tú eres parte de algo, tú lo haces”, puntualizó el padre de dos agrónomas y un ingeniero civil.

Más que café

Además de café, la finca Roig cuenta con plantíos de frutos menores, como cítricos y plátano.

No obstante, el desastre generado por el huracán María en septiembre de 2017 ocasionó la pérdida de 150 cuerdas de café. Debido a la crisis, el guayanillense cambió de sembrar café al sol, a unos cultivos bajo sombra en cuatro variedades de árboles: guaba, guamá, capá prieto y moca.

“Son variedades leguminosas, que es clasificación de los árboles que, cuando se descompone la hoja que cae en el terreno, crea nitrógeno. Entonces, en vez de tener los terrenos expuestos, tenemos la cobija de una sombra. Es café arábigo, estamos usando limaní y frontón”, detalló.

En la actualidad, cuentan con 35 cuerdas sembradas.
En la actualidad, cuentan con 35 cuerdas sembradas. (Isabel Ferré Sadurní)

Sobre el proceso

Al hablar sobre el cultivo de café, Roig Franceschini estableció que “tengo todas las etapas, desde germinación, siembra en los viveros, trasplantamos semillas a finca, producimos el café, lo cogemos 100% maduro”.

“Luego, lo elaboramos, lo despulpamos, se lava, se le quita el mucílago, se mete en gavetas al sol. Luego, está cuatro días en las gavetas en donde tenemos un sistema de secado al sol”, subrayó.

En el lugar hay más de 20 ovejos, que son los que desyerban ocho cuerdas de cultivos. De acuerdo con Roig Franceschini, este proceso es parte de un sistema ecológico a donde los animales se sueltan a las 8:00 de la mañana y se recogen a las 12:00 del mediodía.

Cabe destacar que, antes del paso del fenómeno atmosférico en 2017, la operación en la finca generaba 18 empleos directos. Ahora solo cuenta con ocho trabajadores.

Entretanto, expuso que cuando mandaron a catar el producto a los Estados Unidos, el resultado fue que se trata de café especial. Así nació “Café Roig” que, de paso, activa la quinta generación de productores de café, a través de sus retoños.

“Lanzamos la marca en octubre de 2016. Ahora tenemos 35 cuerdas sembradas, mi hijo tiene 10 y compro café a cuatro agricultores. Mi hijo es la quinta generación y por ahí viene la sexta, porque tengo cuatro nietos”, concluyó.

Para más detalles, puedes llamar al 939-640-9591 o buscar a Café Roig en las redes sociales.

Desde el barrio Jaguas Pasto se cultiva un producto especial hace casi 150 años con sabor y aroma únicos, que se logra cuidando por generaciones la preciada semilla