Cuna de Betances, de Salvador Brau y de Cofresí; guarida de los Mata con hacha.

Cabo, porque está en la punta suroeste de Puerto Rico, y Rojo, porque, en los atardeceres, el Sol se convierte en una bola de fuego de tonalidades rojizas, hasta que se pierde por el horizonte, en el aturquesado mar Caribe.

Ése es el Cabo Rojo que atesora Antonio Fas Alzamora, el que defiende con uñas y dientes y, por el cual, se ha mantenido 35 años consecutivos en la Legislatura, aun después de estar retirado del servicio público. Ya no devenga salario por su escaño legislativo. Sólo recibe dietas.

“Muchos de mis escritos y discursos los he hecho básicamente en la playa. En ocasiones, he venido aquí y me he sentado en una esquina con una libreta, a escribir”, afirmó el veterano legislador, a quien Primera Hora entrevistó en la playuela o “Playa Sucia” y en los acantilados del faro.

Llegamos a media mañana al área de bahía Salinas, bajo un sol candente. Recorrimos un trayecto en piedra para llegar al portón del faro y, poco después, llegó Fas, al volante de una guagua Buick.

Caminamos primero hasta playuela. Las olas golpeaban suavemente la arena blanca y el mar, de aguas azul turquí, parecía un plato.

“Yo venía de pequeño aquí, a hacer campamentos, cuando era boy scout y, después, de estudiante universitario. Ya no dejan acampar, porque esto ahora pasó a ser parte de la agencia federal Fish & Wildlife Service. Cuando era parte de Recursos Naturales, se podía acampar y el área se mantenía bien protegida por la gente”, acotó.

Después de bordear la playa, seguimos, colina arriba, hasta los acantilados de piedras amarillentas y rojizas, donde la vista es espectacular y se divisa toda la geografía costera.

Desde allí, el abogado y ex presidente del Senado nos habló de su infancia y juventud, de su larga trayectoria legislativa y de sus inicios y decepciones en la arena política.

¿Quién o quiénes lo han decepcionado?

Muchos líderes de este país. No necesariamente son de la forma en que se han querido proyectar, pero hay uno en particular, que no voy a decir su nombre hasta el momento en que decida hacerlo, con el que tuve un desengaño. La exigencia que me hizo cambió el giro de la historia. Fue una persona de mi partido que pretendió arrebatarme lo que, por derecho propio, yo me había ganado, que era ser portavoz de la minoría, y el paso para, eventualmente, ser presidente del Partido.

En 2008, Fas tuvo otro desengaño cuando “parte de la maquinaria”, trató de sacarlo de la papeleta de la Pava. Después de Alejandro García Padilla, fue el senador que más votos obtuvo.

¿Resentido?

Resentimiento, no; malos recuerdos, sí... rencor, ninguno, temor de que pueda repetirse contra otra persona. Las instituciones políticas están para ser justas y defender a todos los candidatos.

Llamado político

Fas estudió en la Academia La Inmaculada en Mayagüez, y el bachillerato en el Colegio, hoy Recinto Universitario de Mayagüez. “Estudié biología, pero me di cuenta que no iba a ser buen médico y me fui a estudiar derecho”, dice. Obtuvo el Juris Doctor en Leyes, en la Universidad Católica.

En 1967, lo reclutó don Luis Muñoz Marín, aunque ya había hecho sus pininos en los Jóvenes de Luis Negrón López, sin tener voto.

“Me inicié en el plebiscito de 1967 siendo estudiante de primer año del Colegio de Mayagüez. Muñoz me reclutó para que ayudara a establecer la Juventud Colegial Estadolibrista... tenía 18 años”, recuerda.

Más tarde, fue parte del grupo de jóvenes fundadores de Pro ELA. En 1976, empezó en la Legislatura, mientras que en el cuatrienio de 2000 a 2004, fungió como presidente del Senado.

En términos ideológicos, se define como autonomista, soberanista y regionalista. Cree en un tipo de ELA “puertorriqueñizado”, utilizando la experiencia de Estados Unidos con los pactos de asociación de las islas del Pacífico.

Favorece las alianzas con otros sectores políticos, y se ha abrazado a muchas luchas comunitarias, como la salida de la Marina de Vieques y el rechazo al gasoducto.

Del ejemplo se aprende

Su padre, Chaibén J. Fas Fagundo, era agricultor, y su madre, Margarita Alzamora Brunet, era maestra y ama de casa. Ambos marcaron su vida.

De su padre, aprendió a servirle a la gente. “Era básicamente un filántropo, tenía un concepto de justicia social extraordinario. Mi madre era una persona sumamente dulce, preñada de amor, muy entregada a la familia, fue la que nos empujó para que estudiáramos”, narra.

De su niñez, cuenta que se crió en una época de “puro machismo” y, desde los 13 años, se empezó a relacionar con toda la gente del pueblo. “Mi padre, por su esfuerzo, era un agricultor prominente, igual que mi abuelo, pero nos criamos con la gente pobre del pueblo, con los hijos de los empleados, de los picadores de caña, donde ordeñaban vacas”, dice.

¿Cómo es Tony Fas?

Soy una persona amigable con todo el mundo, me considero un puertorriqueño común y corriente que le gusta compartir en negocios, en ventorrillos, en la playa; juego muchos deportes. Me gusta socializar, darme el palito con la gente, participar de fiestas patronales, de festivales... Voy al cine con mi esposa, por lo menos, una o dos veces al mes y, cuando estoy en San Juan, veo alguna que otra obra teatral.

Fiel a su tierra

Fas lleva el hacha, la insignia de su Cabo Rojo, pendiendo al cuello. “En este sector (Las Salinas) precisamente hace más de 200 y pico de años, defendieron la única industria que había, y la primera del país y de todo el Caribe. En aquella época, los aguadillanos y los holandeses vinieron a tratar de invadir, y los caborrojeños defendieron este perímetro con hachas, por eso se llama El Combate. La tengo en mi cuello por lo orgulloso que me siento de ser caborrojeño”, dice.

Aunque le apasiona la montaña, Fas es esencialmente costeño. “La montaña me gusta mucho, la parte boscosa, quizá por la temperatura fría, pero la playa me gusta mucho”, dijo relajado y en total armonía con la naturaleza.

“Antes de meterme a la política, tenía mi lancha y, cada vez que tengo la oportunidad con los amigos míos, que todavía conservan sus botes o tienen jet ski, trato de participar. Lo practico, no con la frecuencia que quisiera, pero sí lo hago”, agregó.

¿Qué le gusta del mar?

Primero que nada, la tranquilidad. Cuando tú estás en una playa y escuchas esas olas, esa tranquilidad, inclusive hay una mística, algo espiritual que te permite pensar, escribir, analizar, corregir errores, proyectarte hacia el futuro de cosas que quisieras hacer. Te permite entender las necesidades de la gente en una forma más sosegada, sin el estrés que provocan las áreas metropolitanas.

A su esposa, Ileana Pacheco, la conoció desde que eran chiquitos. “Cuando nos hicimos novios, ella tenía 12 y yo 13 años. Llevamos 40 años de casados”, dice. Tienen tres hijos: Ileana Isabel, Marilea y Antonio Juan, y cinco nietos: Sara Marilea, Tony, Alfredo Alexander, Isabel Helena y Adrián José.

¿Sus otras pasiones? Va a las galleras de vez en cuando, practica sóftbol, baloncesto, bowling, tenis de mesa y dominó, y además, joguea. Por otro lado, es poeta, le gusta la plena, la salsa “gorda” y el merengue. “No bailo tan bien la salsa, pero me defiendo”, relató.

Su canción favorita es A mi manera, en sus distintas versiones. “Me identifico mucho con esa canción, excepto en la parte que habla de odio, porque en mi corazón no hay odio para nadie. He vivido mi vida a mi manera, sin hacer daño a nadie y ayudando al prójimo”, dice.