El siglo XIX trajo consigo grandes cambios políticos y económicos durante sus primeras cuatro décadas.

El cultivo de la caña, particularmente, contribuyó al desarrollo de una economía que estuvo estancada por muchos años y propició, a su vez, la reestructuración de las clases sociales de la Isla.

Con el tiempo, sin embargo, este progreso se vio afectado por epidemias que diezmaron la población trabajadora y por tensiones económicas entre los comerciantes criollos y el régimen español.

Así, en septiembre de 1868 muchos hacendados criollos, acompañados por jornaleros y esclavos, se alzaron en armas contra el gobierno español de Puerto Rico.

Los antecedentes del Grito

Durante años, la corona española había desoído los reclamos políticos y económicos de los puertorriqueños. El gobierno isleño se tornaba cada vez más despótico y represivo, y el comercio local se enfrentaba a nuevos impuestos.

En 1855, la epidemia del cólera atacó a la población esclava y jornalera de la Isla, provocando menos trabajadores agrícolas. El hambre, la escasez y la pobreza intensificaron el descontento con el Gobierno.

Comité Revolucionario 

En enero de 1868, Ramón Emeterio Betances funda en Santo Domingo el Comité Revolucionario de Puerto Rico, con el firme propósito de organizar una revolución que convirtiera a Puerto Rico en una república independiente y democrática.

Ramón Emeterio Betances. (Archivo)

Desafortunadamente para los separatistas, entre julio y agosto de 1868, sus planes fueron descubiertos en diversos puntos de la Isla.

Un agente fue sorprendido en Mayagüez con documentos comprometedores, una reunión secreta fue delatada al comandante militar de Aguadilla y otros insurrectos fueron descubiertos en Quebradillas, Camuy y Arecibo. Como resultado, en una reunión extraordinaria del Comité se acordó adelantar por 7 días la fecha de la rebelión, al día 23 de septiembre.

En la tarde de ese día, se reunieron cerca de 400 hombres en la hacienda del venezolano Manuel Rojas, ubicada en las afueras de Lares. Los revolucionarios se armaron con cuchillos, machetes, escopetas, fusiles y revólveres. Reunidos los jefes de las juntas y un aguerrido grupo de valientes campesinos, quemaron sus libretas de jornaleros y cargaron con banderas caseras que clamaban: “muerte o libertad” y “viva Puerto Rico libre”.

Los rebeldes llegaron al pueblo de Lares cerca de la medianoche. Entraron disparando al aire y gritando consignas nacionalistas, que expresaban sus frustraciones y quejas. Marcharon hasta el ayuntamiento, en donde izaron la bandera de Lares como declaración de la nueva república. Proclamada la independencia, se constituyó el Gobierno Provisional presidido por Francisco Ramírez Medina.

El nuevo gobierno se reunió formalmente y aprobó resoluciones que reafirmaban el compromiso revolucionario.

Posteriormente, como era la costumbre de la época, los insurrectos se dirigieron a la iglesia para que el párroco celebrara una misa de acción de gracias.

Acudieron a la misa cientos de personas, enarbolando la bandera del Grito, diseñada por Betances y bordada por la rebelde Mariana Bracetti.

Mariana Bracetti. (Archivo)

Alrededor del pueblo, los funcionarios del gobierno español fueron detenidos y arrestados. Los comercios españoles fueron saqueados y sus libros de contabilidad fueron destruidos. Los esclavos fueron liberados y los símbolos de la monarquía española fueron quemados en medio de la calle.

Se frustra el golpe 

En horas de la mañana del 24 de septiembre, las autoridades españolas se enfrentaron a los rebeldes en San Sebastián. Rojas y sus hombres intentaron llegar hasta la plaza, mientras se batían a tiros con los milicianos. A pesar de esto, la superioridad de las autoridades los hizo retroceder. 

Tras la retirada, Rojas y los demás líderes se reunieron nuevamente en su finca, en espera de otro brote revolucionario que, lamentablemente, nunca ocurrió.

Sin esperanzas de resucitar la insurrección, los rebeldes escaparon refugiándose en las montañas. Betances, el líder intelectual de la rebelión, se encontraba lejos del conflicto. Éste había sido detenido en la isla de Santo Tomás, desde donde se esperaba que partiera con refuerzos y armas a bordo del barco El Telégrafo.

Igual suerte corrieron los rebeldes en Puerto Rico. Éstos fueron arrestados y encarcelados.

El Gobierno quemó fincas, allanó hogares y hasta abaleó a los rebeldes fugitivos. Más de 600 hombres y mujeres fueron encarcelados en Arecibo, Aguadilla y Lares. En prisión, un centenar de rebeldes murió a causa de la fiebre amarilla y los abusos de las autoridades.