Gisselle Torres ayuda a las mujeres maltratadas desde su salón de belleza en Nueva York
Cuando niña, Gisselle Torres no entendía por qué su madre drogadicta la había abandonado. Tampoco era fácil comprender por qué recibía golpes en lugar de amor por parte de un hombre que, ante Dios, juró amarla y respetarla.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 14 años.
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Nueva York. Cuando niña, Gisselle Torres no entendía por qué su madre drogadicta la había abandonado. Tampoco era fácil comprender por qué recibía golpes en lugar de amor por parte de un hombre que, ante Dios, juró amarla y respetarla. Como si el dolor no bastara, el destino le tenía otra prueba de fuego: enfrentar la angustia de ver a una hija adolescente sufrir a manos de un agresor sexual.
La historia de esta mujer con espíritu guerrero ha tenido muchos capítulos inesperados y dramáticos. Incluso, trágicos, como fue el también haber recibido un diagnóstico de cáncer en los pasados años. Sin embargo, Gisselle decidió secarse las lágrimas, levantar su mirada y aprovechar sus experiencias para ser ante otros un reflejo de que “no hay adversidad que no se pueda superar”.
Y no se trata de borrón y cuenta nueva. Al contrario, y como dice esta boricua radicada en Brooklyn, la idea es comprender que “puede ser que la luz se funda, pero nunca se apaga”.
“Nunca pensé que Dios me iba a abandonar... y el dolor no sale de la mente, pero uno tiene que enfocarse en aprender de lo vivido. Y yo no quiero que me cojan pena, nunca pena... quiero ser ejemplo de que la vida puede darnos muchas vueltas, como me pasó a mí”, dijo Gisselle, quien precisamente inauguró el mes pasado un singular salón de estilismo al que llamó Twisted.
“Twisted... porque así ha sido mi vida... de giros inesperados y eso es lo que quiero compartir con otras mujeres”, expresó sobre el centro de belleza, cuyos servicios van mucho más allá de un corte de cabello.
Y es que, en efecto, el enfoque principal de Twisted es cambiar la imagen de sus clientas, pero se trata de una transformación de actitud, de carácter de autoestima.
“Aquí vamos a recibir a mujeres víctimas de violencia doméstica, mujeres que hayan sufrido por la pérdida de algún familiar, que hayan pasado lo que yo pasé cuando raptaron y violaron a mi hija... las atenderemos gratis, le haremos el pelo, le daremos un café y las ayudaremos a sentirse mejor, aunque sea por un día”, expresó Gisselle, quien no pudo evitar llorar cuando hizo un repaso mental de todas las vicisitudes que ha tenido que enfrentar.
“He pasado muchas cosas en mi vida. Mi mamá me abandonó cuando era una bebé porque era drogadicta y alcohólica (entonces mi abuelita fue la que me crío). Luego, a los 16 años, tuve una hija que la tuve que entregar en adopción por unos problemas que tenía. También fui golpeada por mi ex esposo, que me maltrató física y psicológicamente durante muchos años... tuve que pasar el dolor de ver cómo mi hija adolescente fue un día secuestrada y violada por unos hombres malos después que salía de la escuela... Pero a todo he logrado darle un giro positivo y pude echar para adelante. Eso es lo que quiero que la gente sepa. Quiero que vean que todos los obstáculos que he tenido que pasar en la vida no cambiaron mi corazón... y eso es lo más grande que tengo, mis sentimientos”, dijo la mujer que, aunque no ejerce su profesión, tiene un bachillerato en trabajo social.
Este conocimiento, según dice, le permite conocer mejor el proceso por el que atraviesa una mujer maltratada y cuáles son las vías disponibles para su recuperación.
“A veces uno no lo piensa, pero parte de la ayuda que necesita la víctima es un abrazo y aquí en Twisted también se lo vamos a dar”, cuenta entusiasmada Gisselle, quien logró costear los gastos de construcción del local con una indemnización que recibió luego de trabajar como paramédica durante la tragedia del 11 de septiembre en Nueva York.
Así como lo lee. La historia de esta mujer, natural de San Juan y criada por su abuelita en un suburbio de Brooklyn, incluye haber trabajado en las labores de rescate de uno de los ataques terroristas más grandes de la historia mundial.
Contrario a la fortaleza que proyecta con sus problemas personales, hablar sobre lo que enfrentó en aquella desgarradora escena -que incluía ver a gente lanzarse por las ventanas en un intento por huir del incendio-, quebranta un poco a Gisselle, quien apenas toca el tema.
“Todavía lo puedo oler... Puedo sentir ese olor increíble a muerte, a gente quemada. Gente que estaba aquel día haciendo lo que tú y yo hacemos cada día: ir a trabajar”, relata la mujer, a quien le persiguen los fantasmas de aquella mañana a través de las muchas voces que escuchó decir: “Help, please, help”.
“A ellos tal vez no los pude ayudar... y me frustra. Pero, con el dinero que cogí del 9/11, estoy devolviendo lo grande que Dios ha sido conmigo... es una forma de apreciarlo”, expresó quien, como parte de su gesta, también creó un fondo de becas para ayudar a estudiantes hispanos de escasos recursos.
Esta última iniciativa le ha valido varios reconocimientos a Gisselle, entre ellos uno que otorga el Banco Popular a líderes comunitarios que crean proyectos para ayudar a la comunidad hispana en Nueva York.