Loíza. “A las casas han llegado los peces del río... imagina la magnitud de esta inundación”.

Así exclamó desde su balcón don Jorge Padilla, quien lleva viviendo 50 años en la comunidad Villa Santos, de Loíza, una de las más vulnerables a inundaciones, particularmente, cuando se abren las compuertas del Lago Carraízo y se desborda el Río Grande de Loíza.

“Míralos, no son relajos”, agrega el señor mientras señala unos pecesitos que nadan en su patio. Una niña que lo acompaña trata de agarrar alguno con una malla.

Varias comunidades permanecen bajo agua.

La escena es surreal para cualquier visitante. Pero para los vecinos del barrio, se ha vuelto una constante la acumulación de hasta 4 pies de aguas cuando se anuncian inundaciones severas para la región. Ese panorama se exacerbó con el huracán Fiona, el cual dejó en algunas regiones de la isla hasta 30 pulgadas de lluvia.

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“Ay, bendito, mi’ja, esto se inunda a cada rato y se ha agravado con la construcción de un sitio de gramas que hicieron en San Isidro, en Canóvanas. Es verdad que el agua se mete mucho, pero esto de unos años pa’ ca está descontrolado”, asegura por su parte Jacinto Fuentes, otro de los residentes.

La gente de Villa Santos, donde viven unas 129 familias, incluyendo a 10 encamados, está totalmente incomunicada hace dos días pues, el acceso solo se puede hacer en camiones, balsas o caminando a pie por las escorrentías con los riesgos a la salud que eso implica.

Han pasado dos días desde que las lluvias vinculadas al huracán Fiona impactaron el área. El hambre aprieta y personas, como Carlos Matos, utiliza un kayak para transportar alimentos a algunas residencias. Un niño, en su inocencia, es parte de la aventura y va a bordo del aparato, encima de unos paquetes de arroz que, probablemente, comería más tarde.

“Es difícil, pero hay que hacerlo... tenemos que ayudarnos”, exclamó Matos.

Aquilino Pizarro, uno de los rescatistas que labora para la Oficina Municipal de Manejo de Emergencias de Loíza, explica que el escenario de Villa Santos se replica en otras comunidades como Miñi Miñi, Los Vizcarrondo, Las Batatas, Melilla y Toledo, entre otras.

“Son comunidades que fácilmente se inundan por situaciones de lluvia intensa, pero en esta ocasión afectan las aguas que trancurren por el Río Grande de Loíza debido a la apertura de compuertas del Lago Carraízo. Poor eso ven que toda la comundidad se encuentra bajo, al menos, dos o tres pies de agua”, expresó confirmando la versión de vecinos.

Pizarro explicó que una manera de mitigar el daño es colocando sistemas de bombeo para succionar el agua.

De hecho, mediante los servicios de succión de aguas pluviales a causa de las lluvias e inundaciones se recogieron en poco más de un día 45,000 galones en el sector Miñi Miñi y 10,000 galones en sector Los Sánchez.

La alcaldesa Julia Nazario, aun no tiene un censo de residencias afectadas por inundaciones o los vientos del huracán Fiona pues, es un proceso que están empezando a contabilizar esta semana. Acotó que lo primordial ahora es atender las situaciones que atraviesan los residentes de los barrios incomunicados, pues muchos de ellos han tenido que ser rescatados y trasladados a refugios o a las casas de familiares.

De otra parte, estimó que, en un periodo de tres días, se ha tenido que invertir unos $7,000 en capas, botas, chalecos reflectivos, sierras de mano, entre otros equipos.

La ejecutiva municipal agregó que, respecto a las dependencias de gobierno, se han identificado, a la fecha, daños de planta física en la Casa Alcaldía donde se inundaron oficias y cayeron plafones que afectaron equipo de oficina.

Hace cinco años, con el devastador azote de los huracanes Irma y María, Loíza quedó destruido. El pueblo de casi 30,000 habitantes, unas 600 familias tuvieron que ser desalojadas en el medio del caos. Casi 3,000 casas sufrieron daños y, de estas, cerca de 600 perdieron los techos. Luego de María, los loíceños demostraron un gran espíritu de lucha, aún en medio de las paupérrimas condiciones en la que subsisten muchos de sus residentes.