Estudio muestra ruta para tratar el estrés postraumático por eventos naturales en menores
Además de dar a conocer importante información científica, el análisis subraya la necesidad de tomar acción ya ante la incidencia de condiciones de salud mental.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Especialistas en el campo de la salud mental presentaron los resultados de un estudio con niñas y niños puertorriqueños afectados con estrés postraumático a consecuencia de desastres naturales y el impacto positivo del tratamiento de terapia cognitiva conductual, enfocada en trauma.
El estudio, que fue conducido por especialistas de la Medical University of South Carolina (MUSC), con la colaboración de la organización de servicios de salud mental APS, reveló que la niñez se ha visto severamente afectada por los eventos naturales de los últimos cinco años, que incluyen huracanes severos, terremotos y la pandemia del COVID-19, pero también dejó la buena noticia que se puede atender de manera efectiva con un tratamiento científicamente probado, según explicó la doctora Rosaura Orengo Aguayo, sicóloga clínica especialista en trauma, profesora de la MUSC, y coautora del estudio.
Antes de entrar en detalles, la doctora comentó que otro análisis previo documentó que de “cinco a nueve meses después del huracán María, el 7.2% de la población de jóvenes en escuela pública cumplía con el criterio diagnóstico para el trastorno por estrés postraumático”, cifra superior a la prevalencia anual normal, que es de 2% a 3%.
A eso se han sumado el efecto de la pandemia, “el problema del cambio climático en Puerto Rico, que no va para ningún lado”, así como otras vulnerabilidades que experimentan los jóvenes a diario en el País, “como pobreza, falta de techo, comida, agua, necesidades básicas, como consistencia en la electricidad”.
“Cuando todo eso se combina, junto a la exposición a niveles traumáticos, tenemos un problema”, aseguró, agregando que “las intervenciones de salud mental efectivas para jóvenes expuestos a traumas son cruciales para poder apoyar resultados resilientes en nuestros niños”.
Tomando todo eso en cuenta, se hizo el estudio sobre la viabilidad de llevar la terapia cognitiva conductual a Puerto Rico, en un estudio pionero, pues “no se había evaluado en el Caribe y en ningún país latinoamericano”, según afirmó la doctora Orengo Aguayo, quien llevó a cabo el estudio junto con la doctora Regan W. Stewart, catedrática del MUSC.
Orengo Aguayo abundó que la terapia cognitivo conductual enfocada en trauma, en este caso para menores de 3 a 18 años, “lo que hace es ofrecerle a ese niño o adolescente impactado por trauma, y a su cuidador primario, una serie de herramientas que incluyen sicoeducación sobre sus síntomas y el impacto del trauma; estrategias de manejo, como relajación, identificación y manejo de emociones; y luego el ingrediente activo de exposición gradual”, que es una técnica con la que llevan al paciente a ir aproximándose poco a poco “a lugares, personas, objetos, que le recuerdan del trauma, pero que no causan daño”.
La especialista detalló que los menores participantes tenían que cumplir varios criterios, tales como haber vivido al menos un evento traumático, experimentar al menos tres síntomas de estrés postraumático “medido por un instrumento validado”, dar su consentimiento y tener un cuidador dispuesto a participar en la terapia. Al final, “56 niños cumplieron criterio entre septiembre de 2019 y febrero del 2020″. Todos eran parte de la red de 16 clínicas de salud mental comunitarias y una clínica de atención primaria con un sicólogo de APS.
Además, para completar la terapia cognitiva conductual enfocada en trauma, adiestraron a 18 sicólogos de APS, con un proceso de ocho meses que incluyó lecturas y cursos, llamadas para supervisión de casos, talleres y recopilación de métricas pre y post terapia.
De los 56 niños inscritos en el proyecto, 36 (64%) completaron todos los elementos de la “intensa” terapia semanal, que requiere que el cuidador esté presente. De los restantes niños, 5 (9%) no pudieron terminar porque al comenzar la pandemia “no tenían el equipo de telesalud necesario, entiéndase una laptop e internet para poder hacer la transición”; dos no completaron porque sus familias se mudaron a EE.UU.; dos no terminaron “porque cayeron en hospitales con condiciones médicas severas”, y “11 niños, lamentablemente, a pesar de llamadas de teléfono, textos, diferentes actores tratando de llegar a ellos, los perdimos durante el comienzo de la pandemia. No sabemos qué sucedió”.
La buena noticia es que, de esos 36 que cumplieron la terapia, “el tratamiento fue sumamente eficaz. Toda la muestra terminó sin estrés postraumático. Cumplían criterios antes de la terapia, no cumplían criterios diagnósticos luego de la terapia. También vimos reducciones clínicamente significativas en síntomas de depresión y ansiedad”.
“Los efectos fueron gigantes. No tan solo fue efectiva, fue extremadamente efectiva en el contexto puertorriqueño”, insistió la doctora, agregando que “estamos muy entusiasmadas con estos resultados” y diseñando ya los próximos pasos.
Como dato interesante, explicó la doctora Wendy Fernández, sicóloga clínica y vicepresidenta senior de APS para asuntos clínicos, fue que, durante la pandemia, que hubo que hacer un cambio a telemedicina, fue que “los pacientes estuvieron más dispuestos, y recibieron más servicios terapéuticos que cuando hacíamos todo el servicio presencial. Así que es algo que queremos mantener y queremos enfatizar”, porque facilita el acceso a pacientes y cuidadores, entre otros beneficios.
¿Y por qué todo esto es relevante?
Porque es necesario actuar cuanto antes “sobre la pandemia que se aproxima de salud mental”, según explicó el doctor José Luis Massa Tormos, vicepresidente de asuntos médicos de APS, quien subrayó la importancia de “establecer programas que están basados en lo científico”.
A preguntas de la prensa, el doctor recordó que cualquier persona puede desarrollar una condición de salud mental y eso se exacerba “bajo situaciones extraordinarias”, como el huracán María, que fue “un evento catastrófico de grandes niveles”, por lo que reiteró el llamado a “continuar todo esfuerzo posible” de desarrollar iniciativas de salud mental “cada vez más rigurosas en el proceso científico”.
La doctora Orengo Aguayo reconoció que, en Puerto Rico, lamentablemente, no hay estudios recientes de prevalencia de estrés postraumático, ni de prevalencia desórdenes de salud mental a nivel poblacional. Aclaró que el estudio que llevaron a cabo con los 56 niños, “no es una muestra representativa de Puerto Rico”, pero si es muy útil, porque son niños que llegaron a APS “referidos por déficit de atención, por comportamiento, y nadie los había diagnosticado con trauma y, ‘boom’, resulta que esto es estrés postraumático”.
Todavía más, y algo que la doctora calificó de “alarmante” es que “entre los 56 niños, el número promedio de traumas era 4, con un rango de 2 a 9. En otras palabras, si estos 56 niños tenían por lo menos 4 traumas, nos imaginamos la extracción a la población, pero eso es una pregunta científica que hay que hacerla”. Aclaró que, cuando habla de traumas, se refiere a por lo menos una de 12 experiencias traumáticas tales como “haber experimentado el homicidio de un familiar, haber experimentado acoso donde sintieron que su vida estaba en peligro, abusados sexualmente, emocionalmente, violencia intrafamiliar, entre otros. Estos son los eventos traumáticos de la niñez en Puerto Rico, y lo tratamos con déficit de atención y Adderall y Ritalin”.
El futuro de la salud mental
Pero más allá de ese panorama tan complicado, los especialistas indicaron que ya trabajan para llevar los servicios adecuados a la mayor cantidad de menores posible, incluyendo acuerdos con el Departamento de Educación, así como la capacitación y adiestramiento de más profesionales.
Tras la presentación del estudio, el grupo se reunió con el secretario de Educación, Eliezer Ramos Parés, quien acogió las recomendaciones, según se informó.
“El futuro de la salud mental es un modelo híbrido de atención, donde se tiene que incorporar la telesalud. El modelo de salud mental del futuro es que tenemos que comenzar a colocar profesionales de salud mental en los lugares donde nuestros niños y jóvenes están todo el día, y eso se llama, la escuela”, aseveró la doctora Orengo Aguayo.
Agregó que “toda escuela pública y privada en Puerto Rico debería tener”: internet de alta calidad; un espacio habilitado para una clínica de telesalud, entiéndase un salón privado con puerta que cierre, una computadora, audífonos, internet; un programa en cumplimiento de la ley HIPPA para telesalud, sea Teams, Zoom u otro similar. Además; todo profesional de salud mental tiene que estar adiestrado correctamente en telesalud; y por último, un modelo en el que todos los proveedores en sus prácticas privadas “los conecto virtualmente a estas escuelas a que atiendan casos”.
“Y ese modelo se tiene que expandir a clínicas primarias, a iglesias, a donde esté la gente. Ese es el futuro de la salud mental, y el que no se monte en el tren se va a quedar atrás”, auguró la especialista.
“El mensaje que queremos llevar es que la recuperación es posible, que el evento traumático existe, nuestros niños están expuestos al trauma. Lamentablemente, los últimos años han sido consistentemente fuertes para los adultos, para los niños, vivir huracanes, la pandemia. Hemos vivido huracanes antes, pero ninguno como María. Así que nos ha trastocado todo nuestro quehacer y queremos que nuestros niños se sientan cuidados, atendidos, y que podamos tener una niñez saludable”, insistió la doctora Vilmarie Ruiz, directora clínica del sistema de clínicas de APS.