Recrean el huracán María para buscar opciones que garanticen el servicio de energía
Estudio de la Universidad de Albany, liderado por un profesor boricua, favorece fortalecer líneas de transmisión sobre microrredes.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Un estudio de la Universidad de Albany, en Nueva York, estableció que fortalecer las líneas de transmisión de servicio de energía eléctrica beneficiaría a más personas tras un huracán, a diferencia de tener múltiples microrredes regionales alrededor de la Isla.
Se trata de la investigación “Un enfoque sociotécnico para la evaluación de la vulnerabilidad del sistema de infraestructura crítica en eventos climáticos extremos”, publicado el lunes en la revista científica “Nature Energy” y cuyo autor principal fue el profesor guayamés Jorge E. González Cruz, del Centro de Investigación de Ciencias Atmosféricas (ASRC, en inglés) de la Universidad de Albany.
“Encontramos que la opción que podría tener mayor impacto en términos de beneficiar a las comunidades que, típicamente, se afectan más socialmente y más a falta de servicio, es que hagamos las líneas de transmisión más resistentes. No son las minirredes, porque eso lo que asume es la generación (de energía)”, explicó el experto a Primera Hora.
Según detalló González Cruz, el alcance de las microrredes es mucho más limitada, por lo que es más probable que las comunidades rurales y montañosas, así como las costeras, continúen sufriendo de la desproporción en accesibilidad a servicios esenciales, como de costumbre suele suceder en estas áreas.
Acorde al análisis, con el uso de microrredes regionales, un 60% de las comunidades abatidas estarían seriamente afectadas. A diferencia, la resiliencia de las líneas de transmisión ya existentes reduciría esta cifra a un 10%.
Por ende, fortalecer las líneas de transmisión tienen más posibilidad de eliminar el desequilibrio social, evitando así que se repitan los sufrimientos del pasado, cuando miles de personas en áreas aisladas o empobrecidas de la Isla esperaron largos meses para que se les reestableciera el servicio tras el azote de María (2017).
“Quizás la microrred tenga otro tipo de resistencia por generación, pero cuando hay un huracán bien fuerte es importante que la red se mantenga corriendo y las otras se mantengan arriba e, inmediatamente, cuando el servicio pueda restaurarse, las comunidades –todas- puedan tener ese servicio”, agregó.
Este pronóstico se da, sin embargo, bajo la presunción de que las centrales generatrices estén disponibles, advirtió el doctor en ingeniería mecánica.
“No consideramos el impacto de la generación en las centrales generatrices. Se presumió… que las centrales generatrices estaban disponibles, pero no tenían la capacidad de transmitir el servicio y el servicio estaba demasiado vulnerable”, sostuvo.
Novedoso estudio
Para evaluar las vulnerabilidades de infraestructura crítica que aún existen en Puerto Rico en torno a eventos climáticos extremos, específicamente para poblaciones socialmente en riesgo, los investigadores de ASRC recrearon el huracán María mediante modelos geofísicos y de ingeniería de la red eléctrica y de agua, revisaron informes de daños provistos por agencias locales, como la antigua Autoridad de Energía Eléctrica (AEE), y estudiaron los aspectos socioeconómicos de la región oeste de Puerto Rico, área elegida por los investigadores para tener más control sobre los hallazgos de la investigación y por la cercanía al Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), institución que le brindó apoyo en el estudio.
La recreación del huracán, que dejó 80% de daños en la infraestructura de energía eléctrica, se hizo de esta manera por la falta de sensores, dijo González Cruz.
Este estudio, que inició en el 2018, es el primero de su clase, pues los investigadores desarrollaron un nuevo índice de fragilidad social para las interrupciones del servicio de energía y agua que se basa en el Índice de Vulnerabilidad Social de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC SVI), que mide ingreso económico, tasa de empleo, edad, si posee vehículos y cuán remota es su vivienda de hospitales y otros lugares que proveen servicios esenciales, entre otros aspectos.
A esto, se le combinaron factores como el estatus socioeconómico, la composición del hogar y la accesibilidad general de un área durante eventos climáticos extremos.
Acorde a estos variables, las comunidades montañosas son las más desvalidas, máxime tras el paso de un fenómeno atmosférico.
“Es la primera vez (que se utiliza un índice así), por lo menos en nuestro conocimiento y hemos revisado la literatura bastante, y entendemos que es necesario que se utilice para otras comunidades con estas características de islas, como nuestra Isla”, comentó al indicar que busca continuar analizando otras opciones de resiliencia, como los paneles solares.
Ahora con los resultados, González Cruz aseguró que los investigadores están “en conversaciones” con LUMA Energy -compañía eléctrica responsable de la distribución y transmisión de energía en Puerto Rico- para, efectivamente, reforzar las líneas de transmisión y determinar los puntos más frágiles.
“Ha habido mucha receptividad de LUMA a extender la colaboración y, quizás, generar entonces un mapa de fragilidad y oportunidades de un sistema más resistente en áreas más estratégicas, especialmente el área este. Yo esperaría que sí, que esto inspire a las agencias a abrirse a opciones para establecer resiliencia de sistema, digamos de resiliencia de un servicio y combinado”, adelantó.
Además de González Cruz, colaboraron en el estudio Juan Pablo Montoya-Rincón, estudiante de posgrado investigador del City College de Nueva York; Masoud Ghandehari, de la Universidad de Nueva York; Eric Harmsen, del RUM; y Reza Khanbilvardi, del City College de Nueva York.