Estudiantes de arquitectura diseñan casas “para el futuro”
Alumnos de la Escuela de Arquitectura de la PUCPR desarrollan hogares 100% sostenibles y con limitada o ninguna dependencia a servicios públicos.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
PUBLICIDAD
Que cuando nos azote otro huracán, de aquellos feroces que pronostican los meteorólogos, las casas en Puerto Rico puedan resistir y mantenerse erguidas; que ninguna persona padezca de servicios básicos, por más remota que sea su residencia, y que las estructuras no afecten el medioambiente.
Aunque pareciera ser un sueño idílico, los estudiantes de la Escuela de Arquitectura y Diseño Rafael Hernández Colón de la Pontificia Universidad Católica de Puerto Rico (PUCPR) en Ponce demostrarán que esto podría ser una realidad en Puerto Rico a través de Without A Trace (WAT), una competencia estudiantil donde cuatro grupos de alumnos de diversos años de estudio diseñarán hogares completamente sustentables, con limitada o ninguna dependencia de servicios públicos para recibir energía eléctrica, agua potable y servicios sanitarios.
“Cuando digo totalmente sostenible es que muchas veces se les añade alguna cosa, como placas fotovoltaicas a las casas, o techos verdes, y con eso nos creemos que estamos haciendo arquitectura sostenible. Nada malo con eso, mejor algo que nada, pero esto es arquitectura totalmente sostenible”, comentó a Primera Hora el decano de la Escuela y arquitecto Luis V. Badillo Lozano, quien ideó la competencia durante sus años como profesor.
Entre los requisitos de WAT se les exige a los estudiantes a que presenten diseños con poco o ningún impacto sobre el terreno donde se construiría.
Como base, los alumnos diseñan su propiedad tal si fuera a ser construido en un solar en las montañas de Cayey, cercano a los barrios Jájome Alto y Jájome Bajo. Para evitar impactar perjudicialmente el terreno, los materiales que proponen utilizar deberían ser “livianos”. Esto evitaría que maquinaria demasiada pesada tenga que entrar a este y a otros lugares remotos de la Isla. Incluso, es menester que estos diseños sean concebidos de manera tan ecoamigable que, de ser abandonadas, tampoco afecten el ambiente.
“Una peculiaridad es que tiene que diseñarse si fuese abandonada. Nosotros decimos diseñar una hermosa ruina”, detalló Badillo Lozano al recordar que este requisito se reforzó tras ser testigo de “un montón de estructura abandonadas detrás del follaje” de las montañas luego del paso del huracán María en el 2017.
“El arquitecto tiene que ser responsable de su obra aún después que esta no sea útil. Así que, la casa tiene que tener todos los sistemas de sostenibilidad, tienen que estar totalmente desconectadas de las redes y ser autosuficiente. Tiene que poder resistir los embates del clima… y tiene que ser vivible, habitable… con el menor impacto posible al lugar”, recalcó.
El WAT de este año, la tercera edición de la competencia, comenzó a partir del 1 de marzo y ya para el 16 de abril, los estudiantes deberán hacer su entrega final para que los jueces, los arquitectos renombrados Fernando Abruña, Vincent Pieri u Pelarín Ferrer, los evalúen. A los mejores dos diseños se les otorgará una recompensa económica y metálica.
Vienen con todo
En palabras de Badillo Lozano, los estudiantes que participan este año de la competencia “sí han vivido” y “son gente que sufrieron” las recientes emergencia climáticas, como los huracanes Irma y María (2017) y los seísmos que afectaron mayormente la zona suroeste de la Isla (2020). Esta experiencia les ha brindado un conocimiento más amplio e ingeniosidad que, en años anteriores, no se veía, aseguró el arquitecto.
“Este año, todos los proyectos que se han presentado son mucho más conscientes y mucho más apegados a los requisitos que los años anteriores”, aseguró.
Y así los competidores que conversaron con este diario lo demostraron. No tan solo son apasionados por el arte de la arquitectura, sino que apuestan a “diseñar para el futuro”, mejorando así la calidad de vida de todos.
“Yo considero que los cambios climáticos que hemos enfrentado -los huracanes, los terremotos- nos han demostrado lo vulnerable que somos a la intemperie y cómo en muchos casos lo que es considerado la vivienda estándar no es la más sustentable a largo plazo. Muchas veces no es por la necesidad eléctrica, pero muchas veces la estructuras terminan fallando y pienso que es importante aprender de esas experiencias y cómo nos afecta a la hora de diseñar y construir conscientemente”, comentó, por su parte, Maireliz Luciano Sosa, estudiante ponceña de 20 años.
Para la alumna de tercer año, así como para sus colegas Caleb Molina (caborrojeño de 20 años) y Karilys Anais Cedeño (peñolana de 22 años), participar del proyecto es un gran reto personal y académico, pues han asumido el desafío sumado a sus clases regulares.
“Tuve que salirme mucho en torno de lo que eran las clases”, aseguró Caleb, que cursa su primer año.
“Lo que hemos hecho como grupo (es que) hemos estudiado más allá de lo que son las composiciones, que son estos materiales 100% sustentables y sí pueden ser duraderos a largo plazo”, agregó Karilys, quien está en su cuarto año.
Tanto el decano como los estudiantes que conversaron con este medio aspiran para que, en un futuro cercano, estos diseños no se queden en una maqueta bajo el techo de la academia, sino que sean las viviendas de los puertorriqueños, sobre todos los que residen en áreas rurales.
“Sí, se aspira grandemente a que pueda ser realizado, no necesariamente ahora, pero en un futuro. Y que no sea solamente una casa, sino que puedan salir muchas que aporten a toda una comunidad”, adelantó Caleb.
“Sería un honor que nuestro proyecto sea llevado a la vida real. Creo que es un sueño de cada uno de nosotros. Sin palabras, lo que sería ver un proyecto (materializarse)”, coincidió Maireliz.
“Creo que todos aspiramos a que nuestros proyectos sean llevados a la realidad y no se queden en un plano 2D y sean construidos. En este caso, sería un honor y un privilegio poder trabajar esta situación de tener una casa sustentable y hacerla realidad. En Puerto Rico no hay tantas y nosotros ser parte de esa historia sería muy gratificante”, añadió Karilys.