“El que quiera saber lo que es una cara de dolor por culpa del COVID, que vea la de mami”.

El tumulto de emociones que desde hace ocho meses tienen los miembros de la familia Acabá Del Valle, en Camuy, parecería hasta inconcebible. En un solo mes un padre y tres de sus seis hijos se contagiaron del novel coronavirus. Aparentemente, la transmisión ocurrió luego de una reunión familiar. Solo uno de ellos sobrevivió a la tragedia: Abiasel Acabá del Valle.

Era el Día de Padres en Puerto Rico (21 de junio de 2020), habían pasado tres meses desde que el gobierno decretó un cierre total para intentar desacelerar los casos de COVID-19 y hacía apenas dos semanas que las restricciones se habían flexibilizado permitiendo operaciones en centros comerciales, cines, museos, centros de cuido, iglesias y atracciones turísticas.

Los Acabá del Valle, que no se veían desde mediados de marzo, aprovecharon la flexibilización para reunirse en familia, como acostumbraban hacerlo en fechas festivas.

Don Héctor Acabá, el patriarca de la familia, jugaba un rol protagónico en los eventos y fue en su casa, en el barrio Quebrada de Camuy, donde se juntaron primos, sobrinos, hijos y otros parientes. Don Héctor, o “papito” como lo llaman sus hijos, pasó un día fenomenal. De hecho, el hombre de 76 años y paciente de cáncer, ya estaba planificando el próximo encuentro con los suyos.

En cambio, lo insospechado para todos fue que una semana después de aquel alegre domingo, comenzaría la pesadilla más grande que han vivido como familia.

Rocío, una de las hijas empezó a sentirse mal. Tenía una presión en el pecho que la sofocaba. Preocupada le notificó sus síntomas a los miembros de su hogar: a su “papito”, a su mamá Elsa Del Valle y a Vivian, otra de sus hermanas. Todos vivían bajo el mismo techo.

“Rocío fue la primera que se contagió y entendemos que contagió a Papito y a mi hermana Vivian... recuerdo que el 25 de junio ella me dijo: ‘Mari, me duele el pecho’. Le pregunté si quería un té, pero me dijo que no. El 26 mi mamá me escribe que Rocío iba camino a sala de emergencias. Jamás, jamás pensamos que podía ser COVID. Pensamos que era presión alta o, incluso, un infarto”, relató a este diario Maribel Acabá Del Valle.

“Al principio nos fuimos en negación, no podíamos creerlo. De ahí en adelante es como si estuvieras viviendo la vida de alguien más y no la tuya”, agregó una de seis hermanas.

Narró que pasaron pocos días cuando don Héctor -un poeta y comerciante conocido de la región y quien fue presidente de la Legislatura Municipal por el Partido Popular Democrático- empezó a sentirse débil.

El hombre estaba decaído y su familia pensó que estaba deprimido a causa de lo que ocurría con su hija Rocío. Incluso, lo llevaron a su médico primario y de primera instancia le recetaron medicamentos para calmar su ansiedad.

“Hasta que llegó el positivo de mi papá. Recuerdo que lo hospitalizan el 1 de julio. Fue mi hermano Abisael quien lo llevó y ahí mi hermano se contagia también”, recuerda Maribel.

Destacó que habían pasado pocos días de la recaída de don Héctor cuando su hermana Vivian la llama para decirle que se sentía mal. Las sospechas atormentaron a Maribel, quien luego confirmó lo que temían: Vivian también estaba contagiada.

“Estaba preocupada porque el Día de los Padres estuvimos todos juntos y yo dije: ¿Qué es esto, Dios mío? Uno a uno... uno se queda pensando qué está pasando aquí. Aun así nunca imaginé lo que ocurriría porque mis hermanas y papá eran bien fuertes a pesar de tener condiciones de salud”, explicó al añadir que la cadena de contagios se pudo haber originado a través de un amigo de Rocío que tenía el virus y había llegado en días recientes de Orlando, Florida. Ambos compartieron en varias instancias.

El cuadro de los Acabá Del Valle fue empeorando. Rocío y don Héctor tuvieron que ser entubados, mientras Vivian también estaba hospitalizada. Abiasel pasó la enfermedad postrado en su casa con una fiebre que duró días. También se le hacía dificultuoso respirar.

Doña Elsa Del Valle, la progenitora de la prole, también enfermó. Estuvo seis días ingresada en un hospital, pero luego se descartó que haya contraído el virus.

Las malas noticias comenzaron a surgir a partir del 10 de julio, cuando don Héctor fallece. Tres días después muere Rocío. Dos semanas posteriores, el 29 de julio, se anunciaba el deceso de Vivian.

“Siempre he pensado que a Vivian la mató el dolor. Fueron a su cuarto a decirle que mi papá y mi hermana Rocío habían fallecido. También le dijeron que mi mamá estaba hospitalizada... no aguantó, fue mucho dolor para su débil sistema inmunológico”, cuenta Maribel.

En retrospectiva, Abiasel y Maribel observan lo ocurrido y quieren transformar todo el dolor que los agobia en mensajes de prevención para la ciudadanía.

“Jamás un cumpleaños, un Día de Padres o de Madres volverá a ser lo mismo. Yo entiendo que algunos piensen que esto es algo que si tú no lo vives y no lo ves, no lo sientes. Pues, entonces escucha al que lo vivió y sufrió... y me preocupa porque veo a muchas personas, ahora que salieron vacunas, con actitud de que el COVID se acabó y no es así. Piensen por un segundo cómo van a vivir si saben que le provocaron la muerte a parte de su familia. No entiendo porqué no lo ven y buscan vivir lo que nosotros estamos viviendo. Que sepan que este es un dolor que continúa y se sigue llevando en el alma todos los días a través de una canción, de una palabra... ¡ustedes no quieren eso, créanme!”, reflexiona Maribel.

Abiasel, por su parte, dice que la lección detrás de tanta agonía ha sido aprender a ser paciente y amar a su familia en la distancia.

“Hay varias lecciones, pero una de las grandes dentro de lo que ha sido esta pandemia tan difícil es que tenemos que aprender a querernos y amarnos de otro modo... mediante mensajes de texto, WhatsApp. Pero no nos podemos reunir ni juntar. No podemos hacer caso omiso a lo que dice el Departamento de Salud o el gobierno porque, verdaderamente, esto es una situación que puede tener un costo alto. Un costo que duele. Ya estamos al otro lado, estamos con vacunas, estamos viendo la luz. Tenemos que seguir cuidándonos para poder volver a amar de la manera que lo hacíamos antes”, precisó.

Lamentó que no pueda ver a su papá y a sus hermanas el próximo Día de Padres. Pero dice que lo más que le causa tristeza es el vacío que ha dejado la pérdida de su papá y sus dos hermanas en su mamá, doña Elsa.

“Nos queda la viejita y la cuidamos mucho ahora. Ella está pasando su proceso. No es lo mismo perder un papá y dos hermanas, que perder un esposo y dos hijas. Literalmente, eran ellos cuatro en el mismo hogar. Y de esos cuatro ella fue la única que quedó... quedó sola. El que quiera saber lo que es una cara de dolor por culpa del COVID que vea la de mami. Eso es irreparable. Ella un día se despertó, miró para todos lados y vio que no tenía a nadie”, expresó con impotencia Abiasel.