Caguas. Ya Bianca Santiago Aponte es parte de una historia que dio a luz durante la remota década del 20 en la Isla.

La joven estudiante de la escuela superior José Gautier Benítez sabía que muchos “gauterinos” habían logrado posiciones destacadas en diferentes ámbitos de la sociedad, sin embargo, desconocía un sorprendente dato que infla aún más su orgullo.

“Para mí es una de las escuelas más famosas que ha existido, pero saber que es las más antigua y que yo estoy estudiando en ella, pues me enorgullece”, comenta la joven de 17 años a Primera Hora.

Según la doctora Yomara Martínez, de la Oficina de Planificación del Departamento de Educación, esta escuela y la Washington Irving, en Adjuntas, son las dos más antiguas que aún están en uso y registradas como lugar histórico en el Instituto de Cultura Puertorriqueña (ICP). Dijo que puede haber otras, pero no aparecen registradas. El plantel de Adjuntas, no obstante, está bajo la administración de la organización sin fines de lucro Casa Pueblo a través de un permiso de uso y ocupación que le permite utilizar sus salones para ofrecer clases de música, arte y ciencia a los alumnos del área.

En cuanto a la Gautier Benítez, que sigue utilizándose como plantel regular, no solo recibía estudiantes de Caguas sino también de San Lorenzo, Aguas Buenas, Cayey y Cidra. Esta graduó a su primera clase de 32 alumnos en el 1925. Desde entonces miles de estudiantes han pasado por ella. Por eso no es de extrañar que Bianca comente que “un montón de gente de mi familia ha estudiado aquí”. Y en el 2015 se seguirá haciendo historia cuando se gradúe la clase número 90.

La construcción de la escuela respondió a la necesidad de atender a una creciente matrícula de alumnos de escuela superior y de crear maestros para la zona rural por el alto grado de analfabetismo –título que podían ostentar luego de obtenido el grado 11–, explica el historiador de Caguas, Juan David Hernández. Dijo que los nuevos graduados eran de gran beneficio para los administradores estadounidenses porque necesitaban mano de obra con preparación académica mínima, por ejemplo para la operación de máquinas y manejo de documentación relacionada con la agricultura. Estas necesidades laborales se agudizaron porque al finalizar la Primera Guerra Mundial aumentó la producción del azúcar.

“Los países que eran productores de azúcar de remolacha, igual que el sur de Estados Unidos, dejaron de producirla y miraron otra vez para Puerto Rico”, dijo Hernández. Surgió entonces una “necesidad material objetiva que hizo atractiva para administradores y gobernantes el desarrollo de la educación”. Fue así como al llegar el verano de 1924, la escuela José Gautier Benítez ya estaba erigida como una de las instituciones educativas desarrolladas a principios del siglo XX por el Departamento de lo Interior, indica la Oficina Estatal de Conservación Histórica.

De ahí en adelante se marcó la historia de este edificio de dos pisos y estilo neoclásico que se convirtió “en una gran cantera de desarrollo de intelectuales en todas las ramas”.

Ya fuera en el arte, el deporte, la ciencia o la política, muchos “gauterinos” se destacaron en la sociedad. “Me parece impresionante cómo es que esta escuela ha perdurado”, destaca Bianca.

Pero le preocupa la baja en matrícula. “No hay muchos estudiantes como en aquella época (...). Me entristece mucho”, comparte.

Bianca es una de las graduandas de 2014, pero ya está convencida de que la José Gautier Benítez siempre será “mi escuela, mi patria y mi hogar”.