Entre el centenar de mujeres de la isla que durante los pasados cinco años optaron por alumbrar en su hogar, se destaca Natalie Santiago, quien quiso tener una experiencia diferente a la que percibía entre las pacientes que vio parir como enfermera de sala de obstetricia.

“Presencié procesos de cuidado prenatal y partos en hospital con obstetras y vi de todo. Desde médicos muy buenos que respetaban el proceso natural del embarazo -que no es una enfermedad- hasta otros que se olvidaban por completo que tenían a una persona pasando el proceso más cambiante de toda su vida. Las trataban de una forma que yo no sabía dónde meter la cara. Así que cuando supe que estaba embarazada le dije a mi esposo que no quería arriesgarme a que me tocara uno de esos médicos que no respetan el proceso de embarazo. No quería ser víctima de la violencia obstetricia. Y fue así que decidí que quería tener una partera y tener a mi bebé en mi casa”, acotó quien buscó desde la sexta semana de gestación los servicios de la partera Diana Soler.

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Explicó que se educó sobre el tema y siguió de cerca el trabajo que realizaba su partera, con quien aclaró durante los nueve meses de gestación todas las dudas que tienen las madres primerizas.

Natalie Santiago quiso tener una experiencia diferente a la que percibía entre las pacientes que vio parir como enfermera de sala de obstetricia.
Natalie Santiago quiso tener una experiencia diferente a la que percibía entre las pacientes que vio parir como enfermera de sala de obstetricia. (Photocabinet PR)

“Diana nos explicó todo desde el principio. No había cosa que no me explicara en las citas prenatales y eso para mí valía mucho. Lo que no se cambia de ningún parto es el dolor, porque todas pasamos por ese proceso. Pero dentro de esa experiencia tan intensa el ambiente de respeto hacia mi autonomía y haberme sentido que las decisiones se tomaron sin prisa y con amor, fue trascendental. Y es que el respeto fue clave en todo el proceso”, detalló quien tuvo al primero de sus retoños, el pequeño Pablo, hace cuatro años.

Posteriormente, llegó un segundo embarazo y Natalie no dudó en volver a llamar a su partera, quien se convirtió en aliada de la familia. Y es que explicó que la comadrona, no solo se encargó del cuidado prenatal desde el embarazo hasta la cuarentena, sino que la acompañó en el proceso de lactancia tanto con Pablo como con Elena, quien tiene actualmente dos añitos.

“Todavía la llamo a ella y a la doula (Zayelit Budet). Ese vínculo, yo digo, que es para toda la vida”, acentuó.

A las futuras mamás que consideran el parto en el hogar como opción les recomendó conversar con las candidatas a parteras.

“Deben sentarse con ella y asegurarse que la ética y manera de trabajar está alineada a lo que esperan del proceso de embarazo y parto. Recuerden que las parteras y doulas están para apoyar y no para tomar decisiones por uno. Son personas que nos acompañan en el camino y lo hermoso es que no solo están en la meta (parto) sino antes y después de ese proceso. En mi caso quería un nacimiento digno y en paz y ellas me ayudaron a cumplir esa meta”, expresó al recordar que tras los alumbramientos ambas mujeres le ayudaron a bañar y a cuidar a las criaturas en los primeros días de nacimiento.

El costo de un parto asistido por profesionales, como comadronas/parteras o doulas, puede oscilar entre $2,000 y $4,000, pero no se trata de acompañamiento en el alumbramiento solamente, sino que el costo incluye el cuidado integral del embarazo hasta la cuarentena, que son seis semanas post parto.