Encuentran propósito y nueva familia en club de la tercera edad
Decenas de envejecientes acuden a diario a un local en Manatí para disfrutar sus años dorados en la comunidad que han creado allí.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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En momentos en que Puerto Rico envejece a pasos acelerados, una transformación que para muchas de las personas que se adentran en la tercera edad supone tener que encarar el desconsuelo de la soledad, la depresión y otros males que llegan con ella, un corillo de abuelas y abuelos de la zona norte parece haber encontrado la fórmula idónea para combatir esa pesadumbre.
Cada día, uno tras otro van llegando a un salón en el centro comercial El Trigal, en Manatí, y una vez allí, ocurre una transformación que se podría describir como algo similar a la explosión de alegría y entusiasmo que caracteriza un aula escolar antes que la maestra llame al orden.
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Esta reunión es un encuentro diario con lo que describen como su nueva familia, donde hacen un sinnúmero de actividades, celebran, reflexionan, comparten, ríen, juegan, se ejercitan, aprenden de nuevas tecnologías y, en no pocos casos, también encuentran nueva pareja.
Algunas damas van allí acicaladas, con llamativos maquillajes y elaborados peinados. Varios caballeros optan por cómoda ropa deportiva. Pero lo que distingue a todos y todas en el club es una contagiosa energía positiva, que, si no fuera por las canas, algún que otro bastón o andador, y otras huellas que deja el paso de los años, por momentos llevaría a cuestionarse si de verdad esas alegres y jubilosas personas tienen realmente la edad que dicen tener.
Y es que, en sus propias palabras, estos juntes es algo que les da un nuevo sentido a sus vidas, y que les ha permitido dejar atrás la soledad, la depresión, la tristeza, la pérdida de familiares, la partida de hijos y nietos, en muchos casos a lugares bastante distantes.
Primera Hora visitó a este corillo en el primero de los Members Club MMM, y que recién celebró sus 15 años, durante una constructiva charla, de parte de la sicóloga Vivianne Santiago, para abordar cómo cuidar la salud emocional en esta época festiva, periodo que, aunque supone alegría para muchas personas, para otras, y en particular los envejecientes, puede traer tristeza, por la ausencia de seres queridos o algún otro pensamiento o recuerdo que les abrume.
“En las Navidades, antes se visitaban las familias, compartían regalos, había música”, recordó una señora, con evidente nostalgia, en lo que fue el inicio de una serie de comentarios y reflexiones del grupo de abuelos y abuelas, mientras la sicóloga desarrollaba su charla.
“Pero la familia ya no está aquí. Están afuera”, lamentó otro caballero. “Cada quien tiene su vida y están por su lado. Y no lo buscan a uno. Yo vivo solo”.
La sicóloga aprovechó para recordarles que, a pesar de esas situaciones, cada uno de ellos y ellas tenía el control para seguir adelante, haciendo un balance y enfocándose en todo aquello que tienen, en lugar de lo que han perdido.
“Yo una vez encontré este sitio aquí, para mí es como otra familia. Me ha ayudado tanto, que ese sentimiento de soledad lo disipé”, afirmó una dama. “Yo perdí a mi esposo, y estaba sola y triste. Pero entré aquí y me encanta, y he dejado esas cosas negativas”, añadió.
“Yo tengo siete años de vida… porque estuve entre la vida y la muerte… les dijeron a mis hijas que me moría. Pero salí de ahí, y cogí un préstamo de FEMA (Agencia Federal de Manejo de Emergencias), remodelé la casa… y me encanta irme de cruceros”, afirmó con entusiasmo otra señora. “Y me llamó uno que conocí en un crucero, y me fui a viajar sola. Y el próximo viaje me lo pagó mi hija. Ahí veo el provecho de todo ese trabajo de llevarla a tomar sus clases por esa (carretera) número dos. Pero tuvo que pasar ese jamaqueo”.
Pese a que se tomaron en serio la charla, que incluyó recomendaciones para mantenerse saludables física y mentalmente y para trazar resoluciones de año nuevo realistas, cabe resaltar que el grupo no pierde oportunidad para dar riendas sueltas al humor con chistes y comentarios jocosos. Antes de comenzar, por ejemplo, una de las señoras, al no encontrar sillas vacías, bromeó con la pregunta de “¿en la falda de quién me siento”, a lo que un señor respondió desde el fondo, “mira, que yo estoy soltero”, anuncio que ya había dejado saber antes al público femenino presente por lo menos en una ocasión, y que reiteró posteriormente cuando otra señora aseguró llevar “22 años felizmente viuda”.
“Para mí (el club) es mi segunda familia. Es más, hasta más, porque ya mi familia, pues unos están para un lado, otros para otro”, comentó a este diario Bienvenida Correa Padilla, una señora de 75 años que se mueve sin parar por el club, impulsando ella misma su silla de ruedas.
Luego de preguntar al colega fotoperiodista Tonito Zayas a dónde tenía que dirigir su mirada durante la entrevista, como si se tratara de una experimentada modelo, acomodó su postura para lucir derechita y vigorosa.
Explicó que tiene “un familión enorme”, que incluye 5 hijas, 14 nietos y 14 biznietos, pero cada cual ha ido tomando su propio rumbo y creando su propia familia, y ahora “me tocó quedarme sola”. Agregó que, aunque “mi hija mayor vive al lado de mi casa, a veces casi ni la veo, porque ella trabaja mucho. Hay días que ni la veo”.
“Son buena familia y nos reunimos en días determinados, celebración de algo”, añadió. “Pero por lo regular, casi siempre estoy sola. Y pues yo elegí otra familia, que fue esta”.
De manera similar, Guillermo Ruiz Ramos, de 71 años y quien, a juzgar por las expresiones de los demás, podría considerarse como uno de los personajes más famosos del club, reclamó a las personas en ese espacio como “una familia”.
Don Guille, quien nació en Corozal y vivió por muchos años en Toa Alta, hasta hace unos 8 años que se radicó en Manatí, comentó que llegó al club luego que su hija lo acercara al plan de MMM.
“Como yo estoy divorciado ya hace casi 30 años, la hija mía me trajo aquí al plan, y del plan nos hablaron del club. Y aquí llevo diría como cuatro o cinco años. Antes venía de vez en cuando, pero ahora vengo cinco días de la semana de 8:00 a 8:30 de la mañana hasta las 3:00 p.m.”, comentó don Guille, quien respondió con una carcajada al comentario de que, por lo visto, allí todos le conocen.
“Bueno, eso es porque yo… me gustan las actividades, me gusta compartir. Y traje el juego de Yahtzee que tenemos aquí. Empezamos dos o tres personas nada más y ahora hemos jugado hasta más de 20 personas. Y hacemos competencias y de vez en cuando damos regalitos en las competencias y los motivos”.
Afirmó que unirse al club ha sido “un cambio muy grande, un cambio que me ha llenado. Y he hecho muchas amistades. Amistades que uno se siente bien, porque son personas que conocí que somos mayores de edad, mayores de 65 años, y me han invitado a sus casas y he ido a visitarlos, como si fuera una familia”.
“Esto ya es una familia nueva. Más que la familia, porque la familia yo la veo poco, y aquí nos vemos a diario, todos los días. Aquí hay todo tipo de actividades, y compartimos, y hemos hecho una amistad muy grande”, insistió.
Bienvenida, contrario a otros miembros del club, afirma que, “aquí yo no vengo a jugar. Vengo a ayudar. Yo me paso todo el día pa’ arriba y pa’ abajo. Cuando la jefa está ocupada, me da la libreta y yo anoto todo el que llega. La gente a veces quiere saber algo y a quien le preguntan es a mí. ‘No, pregúntale a Bienvenida, que ella es la que sabe’. O sea, que yo lo hago con mucho gusto, pero a la vez me sirve para entretenerme. Es una terapia para mí”.
A la pregunta de qué cuán importante era el club para ella, respondió con resolución que “yo creo que, si no hubiese sido por esto aquí, ya yo me hubiese muerto hace tiempo. Porque yo estaba bien deprimida. Yo no estoy acostumbrada a estar sola. Tenía una familia tan grande, y no estaba acostumbrada a estar sola”.
Otra señora del club intervino y, tras disculparse por la interrupción, afirmó que “ella es la que nos avisa de los muertos, los enfermos. Los va a ver a la funeraria. Fue a casa y subió 15 escalones (en silla de ruedas) para ver a esta aquí (ella misma) operada del corazón”.
En ese punto, Bienvenida explicó con naturalidad que perdió una pierna en un accidente y por eso anda en silla de ruedas. Agregó, entre risas, que hace poco fue a visitar a sus hijas y “me caí en el avión cuando venía, por estar de presentá'”.
“Pero na, mira, ya. Al poco tiempo ya estaba bien la pierna. Me duele un poco todavía, pero no le hago caso”, afirmó, Bienve, como también le llaman allí.
Con 15 años en el club, ha conocido “muchísimas personas” y no pocas de ellas han ya fallecido.
“Pero el día que no puedo venir, me quedo triste en casa. Porque me aburro. Mi vida es esto. Esto aquí es mi vida, todos los días. Aquí yo tengo siempre cosas que hacer, siempre estoy en movimiento, tengo mi gente siempre esperándome”, insistió Bienvenida.
Don Guille, por su parte, tiene motivos adicionales para alabar el club. Mientras comentaba lo bien que se siente ser parte de ese grupo, su expresión cambió. Su mirada se tornó pícara, su sonrisa más amplia, y de repente lucía como un muchacho a punto de revelar un gran secreto o una gran aventura.
“Y hace poco… la adquisición más importante de mi vida”, reveló entre risas. “Fue más o menos en este mes… y hay boda, quizás aquí mismo”.
“Y eso va en serio. Hablamos de boda. Ya estamos comprometidos. Y hay mudanza (otra carcajada llena de picardía). Y todo eso nació aquí”, agregó, aunque, lamentablemente, no pudo sumar a su prometida a la conversación, porque “la afortunada” estaba compartiendo con una hermana que acababa de llegar a la Isla.
“Aquí ya habido unas cuantas bodas”, aseveró don Guille, sin detener su contagiosa risa. “Y esto, pues, es mucho pa’ mí. Es un cambio grande. Y si no fuera por este club, no estuviera hablando de esto”.