En compás de espera ponceños que se quedaron sin techo
En Ponce, el huracán Fiona trajo una ráfaga de 103 millas por hora.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Ponce. Don Edwin Ruiz y su hijo salieron atemorizados del sector Palmita, en la Playa de Ponce, porque sabían que su casita no resistiría el embate del huracán Fiona, pues hace cinco años, otro ciclón la dejó maltrecha.
Así que huyeron en dirección al refugio de la escuela Lila Mayoral del barrio El Tuque, contra viento y marea, para salvar sus vidas pues temían que la intensidad de las lluvias inundase más la zona; situación que no tardó en suceder.
“Pasé las mil y una noches para llegar aquí, porque me cogió la tormenta (en el camino). El temor fue por el agua. Esta guagüita parecía una yola. Entonces, me vi obligado porque tengo a mi hijo; uno solo se mete a donde sea”, confesó el hombre de 67 años.
Sin embargo, se fueron de su casa con las manos vacías.
“Fuimos un momento a casa, pero aquello parecía un mar; los palos estaban nadando. Fuimos a tratar de buscar cositas para nosotros, pero de qué valió, porque aquí no hay agua. Está todo el mundo ahí esperando el agua. Para la casa vamos a necesitar todo. Perdimos las cositas que teníamos en la nevera. No sé a qué atenerme ahora”, lamentó.
“Ahora mismo yo no me he bañado, mire mi aspecto. Anoche vino el alcalde (de Ponce) y le dije, porque aquí no hay sábanas, nadie tiene, sino el que las pudo traer. Es que como todo en casa está moja’o, no pudimos traer nada. Vinimos aquí huyéndole al tiempo”, admitió mientras su hijo trataba de encender el vehículo que se quedó sin gasolina.
Asimismo, admitió que su hogar está “en pésimas condiciones, pero no fue de ahora, sino desde María”.
“Se está cayendo el piso, los socos están bien graves. El balcón, cuando el temblor, se agrietó. Pero cuando María, esa parte me la iban a arreglar, según ellos. Hicieron una parte, la del techo; me dijeron que iban a hacer la segunda parte y nunca aparecieron. Fue la compañía que vino a casa a trabajar el techo pa’ aquel tiempo. No me recuerdo”, denunció.
“Tenía al hijo mío durmiendo en la sala porque el cuarto de él se vino hasta abajo y todo el piso está bien malo y las paredes también. Vivienda me prometió, me dijo que ya yo estaba apunta’o por allí, pero usted sabe cómo es esto”, resaltó.
Mientras que Filiberto Meléndez Rivera, vecino de la comunidad Punta Diamante, llegó al refugio luego de que el sistema tropical le arrancara el techo a su vivienda.
“Yo entiendo que fue un poquito más fuerte la experiencia que María. Estuve en mi residencia, esperé que por lo menos se aguantara el viento y bajé a las 4:00 de la mañana del día de ayer (lunes). Estaba solo. Perdí mi techo; una experiencia que me afectó emocionalmente porque yo padezco de los nervios”, destacó Meléndez de 55 años.
“La casa se inundó completamente. Las pertenencias, muebles, perdí lo básico, ropa, todo. Solamente le doy gracias a Dios que mi hijo de 16 años no estaba conmigo en ese momento, porque en la condición que yo estaba emocionalmente, le pudo haber afectado a él. Pero estamos vivos, gracias al Señor, estamos contándolo, es una experiencia de vida”, sostuvo al mencionar que no tiene otro lugar en dónde pernoctar.
Al igual que otras personas que perdieron sus techos, para Alexandra Rentas, el paso de Fiona se transformó en una pesadilla, pues se encontraba con su hija de siete años durante el paso del fenómeno atmosférico.
“Yo estaba en la casa y se fue el techo. Cuando vino la ráfaga de 103 millas, por ahí se fue el techo. Yo lo vi cuando voló. Un vecino que está aquí porque también perdió su techo, fue el que nos sacó de la casa. Pero hasta ahora creo que sí, que lo perdí todo”, dijo con resignación esta residente en el casco urbano ponceño.
“Fui a buscar ropa para la nena, le di comida a los animales y me fui. El piso estaba lleno de agua, de tierra, de hojas. Es un segundo piso, pero se me dañó todo. cuando recogí la computadora, se caía el agua y el printer que tenía para hacer los trabajos (de la escuela) de ella, también se dañó. Pero hasta ahora, aquí no ha venido nadie”, relató.
Entretanto, varios vecinos de la comunidad Central Mercedita también tuvieron que abandonar sus hogares cuando el viento les arrancó el techo de zinc.
Es el caso de doña Milagros Santiago de 80 años, quien pasó el huracán en su casa junto con su hija Betsy Robles y sus nietos de 11, 10 y 3 años, respectivamente.
“Allí se levantaron las planchas de zinc por la parte de atrás de la casa y de ahí se metió el agua pa’entro, se mojó las camas, la ropa y todo. estaba con la hija mía.
“Fue bien fuerte”, contó Santiago mientras su hija entraba al salón.
Mientras que Besty retomó la conversación para narrar lo sucedido.
“Se nos fue el techo de la casa y perdimos todo: las camas, la ropa, todo, perdimos todo. Nos estábamos quedando en la sala, en los muebles durmiendo. Pero al segundo día era demasiado, porque ya el agua estaba cayendo para la sala y no nos podíamos quedar ahí. Así que, perdimos todo, pero estamos bien, dentro de todo”, relató.
No obstante, la mujer de 39 años estaba en la casa de su madre desde que perdió su apartamento en un residencial público por una deuda de $400. Por eso no pudo resguardarse en un lugar más seguro.
Sin embargo, la situación de Robles es de mayor magnitud, pues se quedó prácticamente en la calle con sus retoños al no poder pagar cuatro meses de renta, pues en ese entonces, la fémina estaba bajo tratamiento de salud mental ya que le habían matado a su hijo mayor.
“Yo tenía cita para el viernes pasado, pero no fui porque no tenía el dinero y tuve que quedarme con mi mamá por lo que pasé. No fue que quise dejar una deuda sino porque me mataron a mi hijo de 16 años. Pasé un proceso difícil, ellos también tienen que entender eso. Estaba bajo tratamiento sicológico y con medicamentos, tratando de solucionar las cosas porque tengo tres hijos más para seguir luchando. Se me juntaron cuatro rentas”, admitió.
“Uno se levanta con el esfuerzo que uno hace. Para María fue difícil y no es fácil, no me gusta estar en un refugio. Estoy aquí porque perdimos todos y para los nenes tampoco ha sido fácil. Estoy esperando la ayuda a ver qué pasa”, agregó.
Según Robles, el alcalde Luis Manuel Irizarry Pabón y un funcionario de Vivienda Pública, visitaron el refugio y se comprometieron en ayudarles.
“El alcalde vino aquí y con el de Vivienda Pública porque ya yo había hecho los trámites para una vivienda de cuatro habitaciones y ya estaba en la primera en la lista de espera, pero como tenía un atraso de $400 en otro apartamento que tenía, no me querían dar el apartamento hasta que saldara la deuda. Prácticamente no tengo trabajo, dependo del PAN y no tengo ingresos. El de Vivienda Pública dijo que eso era una emergencia y que iban a verificar el casito”, concluyó.