ORLANDO, FL. Diez meses después del trágico paso del huracán María por la Isla en el 2017, la manatieña Merilú Hernández fue parte de la ola de puertorriqueños que brincaron el charco hacia Estados Unidos, en su inmensa mayoría hacia la ciudad de Orlando, sus alrededores y otras localidades en la Florida Central.

Era obvio el sentimiento que arropaba a Hernández en ese momento: “miedo”, de acuerdo a sus propias palabras. Pero apenas cuatro días después de llegar a Orlando su panorama comenzó a aclararse al conseguir trabajo de inmediato en un establecimiento casi exclusivo de habla hispana. Y con el calor boricua a su alrededor.

Empezó a trabajar como cajera y representante de servicio al cliente en la sucursal de Orlando de la reconocida panadería Melao Bakery, que forma parte del inventario de decenas de empresas puertorriqueñas que se han dispersado por toda la ciudad y zonas aledañas ofreciendo empleo, en su mayoría, a cientos de boricuas e hispanos en general.

“Ahora estoy bien contenta y agradecida porque el cambio no fue tan radical por ser aquí latinos prácticamente la mayoría de las personas. Todos hablamos español y muchos de los clientes, aunque algunos hablan inglés y es un reto también. Pero me siento bien cómoda”, dijo Hernández a Primera Hora. “Pensé que iba a ser más difícil y gracias a Dios se me ha hecho bastante fácil”, agregó.

Su compañero y gerente de turno, el aguadeño Juan Pérez, lleva una década de labores en el Melao, empresa que estableció su primer local en Kissimmee en el 2008 en medio de la recesión económica a nivel mundial. 

“Con todo y eso tuvimos el respaldo de los mismos puertorriqueños y nos levantamos. Aquí vienen y se sienten bien cómodos, como en su casa”, puntualizó Pérez, explicando que también han logrado establecer relaciones comerciales directas con otras compañías boricuas del área. “Nos hemos podido unir entre todos como familia puertorriqueña”.

No todos, sin embargo, han tenido un camino tan sencillo tras emigrar de la Isla escapando de los efectos de María. El merenguero y comediante dominicano Juan Castillo, quien tenía casi tres décadas de domicilio en la Isla, trabajó en labores de mantenimiento en un supermercado por ocho meses, hasta que hace varias semanas se reencontró a un viejo amigo que le dio empleo en el área de la cocina del establecimiento La Casa de Las Alcapurrias El Primo en Kissimmee, a casi una hora de distancia de su residencia en Orlando.

“Si aquí no vienes a trabajar, trabajar y trabajar, no hay nada fácil. Aquí es la vida del burro. Hay que trabajar como los burros. La renta cara, todo caro. Gracias a Dios es verdad que se vive más cómodo, pero estamos luchando… la vida aquí no es fácil. Desde que llegamos estamos pasando trabajo, pero estamos vivos que es lo importante”, manifestó Castillo, quien ya también ha comenzado a darle forma a su nuevo grupo musical y a hacer presentaciones artísticas en Orlando.

“Me he encontrado gente que me ha dado la mano, que conocía en Puerto Rico por muchos años. Que iban a las fiestas mías y éramos como familia. Ahora me dieron la oportunidad de trabajar en esta pequeña empresa que pusieron aquí y me siento en familia. Gracias a Dios por ellos estoy sobreviviendo aquí… ”todo es posible en la vida. Si usted coge lucha, está positivo y con Dios, uno puede seguir hacia adelante, añadió.

Empresarios comprometidos

Desde su llegada a Florida hace 16 años, el vegabajeño Eduardo Colón decidió entrar al mundo de los negocios y tras un exhaustivo proceso de análisis, comenzó como camionero y eventualmente estableció su empresa de transporte pesado. La recesión, no obstante, lo llevó a buscar otras opciones, y ahí surgió la idea del Melao, que empezó con apenas cinco empleados y ya tienen una nómina de sobre 150 trabajadores en su mayoría boricuas, y otros hispanos.

“Aquí no se puede venir con sueños. Hay que venir con realidades… al principio nunca pensé que el éxito iba a ser tanto, pero gracias a Dios la gente nos ha apoyado desde el primer día”, enfatizó Colón, quien se considera maestro y figura de apoyo para sus trabajadores. “Lo que estamos buscando es una buena actitud, deseo de echar hacia adelante, personas de respeto, honestidad. El idioma es importante pero no es lo más necesario… nos sentimos igual que el primer día que abrimos, pero con un compromiso mayor. Esta gente son mi familia. Desde que llegan aquí se convierten en mi familia”, agregó.

Eduardo Bueno, joven riopedrense de nacimiento y de padres dominicanos, tuvo varios años de gran prosperidad en la Isla con Alcapurrias El Primo en la Avenida Américo Miranda de Puerto Nuevo, pero los efectos de la recesión y altos costos en el pago de energía eléctrica lo obligaron a operar varios meses con un generador, hasta que finalmente el negocio cesó operaciones y provocó la decisión de mudarse a Florida para tratar de reiniciar el concepto, pero en un principio sin el capital requerido. 

En el proceso de varios años de análisis, identificación del local y espera de permisos, Bueno laboró en construcción, mantenimiento de exteriores y venta de comida puerta por puerta en hogares y establecimientos de Kissimmee, donde eventualmente encontró un modesto local que resultó propicio para darle vida al sueño de su padre de establecer el apetitoso producto en Florida.

“Llegó un momento en Puerto Rico que se complicó la cosa a un nivel demasiado alto. Las circunstancias de la vida prácticamente nos empujaron a que tuvimos que salir y venir para la Florida… la mentalidad todo el tiempo era trabajar en lo que sea para reunir los chavitos y abrir el negocio. Vinimos con esa mente de que esto es lo que sabemos hacer. Eso fue lo que nos dio éxito en Puerto Rico y esa era la meta. Por pequeño que fuera había que darnos a conocer en Florida. No fue fácil. Tuvimos que hace de tripas corazones para empezar nuestro propio negocio”, recordó Bueno, cuyo establecimiento ahora emplea a una veintena de trabajadores incluyendo boricuas, dominicanos, venezolanos, colombianos y mexicanos.

“Cuando entra por ahí a trabajar lo tratamos como familia. Me fajo con ellos igual. Para mí eso no va de que soy el dueño y sólo voy a exigir que se trabaje bien y rápido. Si la cosa está apretá me meto con ellos como otro compañero de trabajo. Aquí le damos la oportunidad de trabajar casi en ‘full time’. El negocio engaña… y aquí nadie gana el mínimo. Todo el mundo gana siempre por encima del mínimo y tratamos siempre de que estén satisfechos con lo que están haciendo. Solo queremos gente que quiera trabajar. Vine aquí con hambre de echar pa’lante con el negocio y ayudar a mi gente. Es un orgullo poder seguir con este proyecto. Sé que tanto el puertorriqueño como cualquier latino cuando está fuera de su país añora un poco más sus productos que cuando estaba en su país de origen”, añadió.

Según el especialista empresarial, profesor universitario, participante del espacio Haciendo Negocios que se transmite por Facebook y presidente electo del Capítulo de Florida del Colegio de Contadores Públicos Autorizados (CPA) de Puerto Rico, Gustavo Torres, Orlando es un “mercado dulce” para empresas boricuas. A su juicio, “muchas de ellas están comenzando y hay mucho terreno para desarrollarse. Es bueno que los puertorriqueños empiecen a acumular capital… pero esto no ocurre de la mañana”.

Se estima que, en Florida, viven 1.2 millones de puertorriqueños y se cree que, tras el paso del huracán María hace un año, más de 50,000 boricuas se desplazaron a este estado, particularmente en la franja central, lo que se conoce como el Corredor de la I-4.