Emprendedor transforma mala experiencia en una novedosa empresa de microseguros
Jonathan González aprovechó su experiencia como ingeniero en computadoras para crear una plataforma que permite pagos rápidos a asegurados luego de un desastre natural.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Una combinación de factores que incluyó su deseo emprendedor, un infortunio familiar y la existencia de un nicho en la industria de seguros para cubrir de manera efectiva y rápida las necesidades de personas afectadas por fenómenos naturales como los huracanes llevaron a Jonathan González Ocasio a crear una empresa con un producto pionero en Puerto Rico y los Estados Unidos, que ya cuenta incluso con reconocimiento más allá del archipiélago boricua.
Jonathan, un joven de 32 años nacido y criado en la zona montañosa del centro de la Isla, espera que su logro pueda inspirar a otros a sumergirse en el mundo de nuevas empresas comúnmente conocido como “startups”.
Su camino para convertirse en empresario se aparta un poco de lo que muchos considerarían una ruta tradicional, según él mismo reconoce.
“Cuando me estaba criando nunca tuve una experiencia empresarial, ni ningún como que ‘role model’ empresarial. No tengo una historia de, ah, a los cuatro años estaba vendiendo límber en la esquina”, comentó.
Estudió en escuela pública y, aunque sus padres le decían que debía ir a la universidad, “cuando llegué a la escuela superior, en realidad no tenía la menor idea de qué iba estudiar en la universidad. (Pero la consejera escolar) se reunió un día conmigo y me vio así con los lentes, nerdito, y me dijo, tú eres inteligente, ¿cuál es el programa con IGS más alto? Ese año en particular era ingeniería en computadora”.
Para entonces, la única computadora que usaba era una de la escuelita en Aibonito y otra “supervieja” que había en una oficina donde trabajaba su mamá.
“La ironía de todo esto es que si ella (la consejera) me hubiera dicho cualquier otra profesión, probablemente la habría cogido también”, dijo.
Comoquiera, solicitó la carrera y entró a la Universidad de Puerto Rico en Mayagüez. Y se encontró que, contrario a lo que suponía, “no tenía la menor idea de computadoras, comparado con estudiantes que venían de escuelas donde ya habían estado programando”, por lo que fue un primer año “bien duro”.
Para entonces, su mamá comenzó a tener problemas de salud, que llegaron a provocar que le amputaran una pierna, y que continuaron dándole problemas luego. “Ese año fue tan y tan difícil que casi me colgué de la universidad”.
Al año siguiente, sin embargo, llegó Microsoft a la Isla y comenzó un programa con 24 estudiantes de minorías de todos los Estados Unidos, incluyendo dos de Puerto Rico. A pesar de sus dudas, hizo un ensayo hablando de su experiencia y las dificultades que había pasado y lo aceptaron.
Llegar al internado de Microsoft en Seattle fue “otro cantazo. Yo pensaba que por fin estaba aprendiendo a programar y ahora me estás poniendo con personas de MIT, de Harvard, que estaban a otro nivel. Fue como que, ¿what?”. Pero puso su empeño y descubrió que “de verdad me gusta esto de la computación, el software”, y regresó por cuatro veranos al internado con Microsoft.
Ya en el último año de ingeniería, tomó una clase, de las más difíciles, en la que “tienes que producir un producto desde cero”.
“Era lo más similar a un startup. En aquel entonces no lo vi de esa manera, pero era lo más similar a empezar una empresa”, recordó.
El resultado fue una máquina que podía quemar imágenes encima de madera con un alto nivel de precisión. Para crearla tuvieron incluso que recurrir a un taller de mecánica de carros para que cortaran piezas de aluminio. También usaron un láser azul, de los que usan los lectores de DVD. Recordó que el equipo de estudiantes del proyecto creó todo desde cero, la programación, el equipo, la construcción, los cálculos, todo.
“Esa experiencia de montar algo con un grupo de gente con pocos recursos me gustó”, recordó, y le sembró la idea de intentar crear una empresa startup de hardware en Puerto Rico.
Fundó una empresa para esos fines para el 2012, Kite Labs, pero para ese tiempo no había todavía ambiente ni comunidad de start-ups en la Isla y “no teníamos recursos, no teníamos nada”.
Acudieron a la Compañía de Fomento Industrial en busca de asistencia, pero salieron de frustrados porque el funcionario ni siquiera entendía lo que estaban proponiendo.
“Nos fuimos tan desmotivados de esa reunión que dijimos, ‘tenemos que salir de Puerto Rico’ ”, recordó, agregando que aplicaron para una aceleradora de negocios en Estados Unidos donde fueron aceptados y pudieron operar un negocio por dos años entre Nueva York y Pittsburgh.
Sin embargo, para el 2015 vio la oportunidad de regresar a Puerto Rico, toda vez que comenzó a crearse un ambiente para startups, con iniciativas como Parallel 18, donde ha sido mentor desde sus inicios.
Entre 2016 y 2017 estuvo inmerso en varios proyectos, buscando a ver qué nueva empresa podía crear. Al mismo tiempo, le dio la oportunidad de estar más cerca de su mamá, cuya salud continuaba desmejorando.
“Y ahí fue cuando llegó el huracán María, que fue particularmente difícil para mamá”, dijo, mientras mostraba una imagen de la casa de su mamá en un monte de Cayey, que estuvo ocho meses sin energía eléctrica.
Ante tantas dificultades, recurrió a un seguro para la casa que tenía su mamá. “Sometimos una reclamación al seguro. Estuvimos esperando 324 días antes de que recibiera una contestación. Y al final, no recibimos nada”.
“Yo pensaba que eso era un caso único y me doy cuenta que es la norma. De hecho, 70% de la población de Puerto Rico pasó por algo similar. Y me puse a verlo sistemáticamente, a nivel global, y me di cuenta que esto era bien común. No solamente era un caso de Puerto Rico, en muchas partes del mundo cuando llega un desastre, los seguros como que no reaccionan, el gobierno central tampoco reacciona y termina la gente esperando meses, años, para cualquier ayuda”, explicó.
Entonces empezó a investigar el tema desde la perspectiva de ingeniería y de sus experiencias, en busca de la raíz del problema y una posible solución. Se adentró en el mundo de seguros y se topó con el concepto de pólizas paramétricas, que son aquellas que tienen una métrica determinada y en base a eso paga o no. Por ejemplo, un seguro de vida, cuya métrica es, si mueres, paga.
Aunque tales pólizas se vendían a gobiernos del Caribe para cubrir en casos de huracanes, con la ventaja de que pagan con rapidez, no se aplicaba a negocios pequeños o individuos.
“Nos dimos cuenta que era por falta de tecnología, porque este proceso de pólizas paramétricas son un proceso bien manual, una persona manualmente baja la data de NOAA (Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica), hace el cálculo, que para un gobierno es justificable, pero si tienes miles o millones de personas pues no hay manera de hacerlo. Y no lo venden”, detalló.
Para entonces, el gobierno estaba trabajando en una ley nueva para establecer el marco regulatorio para microseguros, “y dije, qué tal si desarrollamos esta tecnología y tratamos de lanzar microseguros en Puerto Rico usando esta nueva ley”.
Así nació la empresa Raincoat, empresa de tecnología dedicada a desarrollar ese tipo de microseguro con póliza paramétrica, que paga cuando ocurre un determinado evento de vientos fuertes. La métrica, en este caso, es la velocidad de viento más alta sostenida que se registra a 25 millas de tu casa, y en base a eso es la cantidad que se paga al asegurado. Dicho pago se hace de manera automática a la cuenta bancaria en un término de 10 días y no se limita a un solo evento, aunque sí tiene un límite máximo anual. A modo de ejemplo, una casa en Carolina, con una misma póliza, hubiera podido recibir $450 para Irma, y $2,400 para María.
Para poder cumplir con las regulaciones locales y con que las pólizas estén aseguradas 100% y se pague rápidamente tras el evento, asociaron Raincoat con la aseguradora local Óptima Seguros y con la reaseguradora alemana Munich RE, una multinacional con más de 100 años de experiencia y de las más importantes a nivel global en este negocio.
El camino no estuvo libre de obstáculos. Pasaron dos años para poder superar los trámites regulatorios. También se toparon con el rechazo de muchas personas que pasaron por malas experiencias con aseguradoras luego de María. Pero finalmente, lograron lanzar su producto de microseguros, primero de su tipo en Puerto Rico y Estados Unidos, y “se ha acogido mucho más de lo que pensábamos”.
“Cuando tienes la oportunidad de explicar el producto bien, se ha acogido superpositivo. De hecho, la reacción mía fue una reacción auténtica a la industria (de seguros) tratando de mejorar la situación”, comentó Jonathan.
Todavía más, en las pasadas semanas llegaron a Jamaica, donde el gobierno acogió su producto para dar cobertura a agricultores y pescadores de bajos recursos. En ese caso, además de vientos, abarca también lluvias y sequías.
Jonathan anticipa que en el futuro puedan mejorar y desarrollar más su plataforma y proporcionar otros productos diferentes, accesibles y que pagan con rapidez. Auguró que se puedan llevar cubiertas a comunidades desventajadas, que podrían tener un beneficio inmediato para toda la comunidad luego de un evento de vientos fuertes.
“Y que conste, que la experiencia de los fundadores, ninguno de nosotros había trabajado en seguro. Todos nosotros éramos software, puro software”, acotó el joven al tiempo que exhortó a otros a atreverse a intentar sus propias start-ups.
Las personas interesadas en esta opción de microseguro pueden visitar el portal quieroraincoat.com, donde pueden recibir más información e incluso conversar con Jonathan sobre las diferentes opciones disponibles.