Antonio Luis Ferré Ramírez de Arellano, el presidente fundador de El Nuevo Día y Primera Hora, fallecido el domingo a los 90 años, fue despedido este jueves en una ceremonia en la que sus cinco hijos y 16 nietos trascendieron al exitoso empresario y filántropo que todo Puerto Rico conoce y abrieron una puerta por la que se vio al padre dedicado que inculcó a sus hijos el amor a las artes y al trabajo, y el abuelo consentidor que jugaba con sus nietos y los llamaba sin pretextos para compartirles todo tipo de advertencias y consejos.

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Quizás no fue casualidad, entonces, que los agradecimientos que dio Antonio Luis Ferré Rangel, el primero de sus hijos que habló, fue -llamando a todos y todas por su nombre- a los médicos, enfermeros y personal de seguridad y de servicio que acompañaron a su padre durante sus últimos años y días.

Se trata, como se sabe, de un empresario que solía visitar las distintas áreas de trabajo en sus negocios, saludar por su nombre a los empleados de cualquier nivel y preguntarles por sus tareas y sus familias, además de escribir notas a mano para felicitarlos por determinados logros, de lo cual dieron testimonio abundante durante los pasados días empleados, de ahora y de antes, de El Nuevo Día.

Don Antonio Luis Ferré murió el pasado domingo, Día de los Padres.
Don Antonio Luis Ferré murió el pasado domingo, Día de los Padres. (Ramon "Tonito" Zayas)

El Antonio Luis -tímido e introvertido, según su hija María Luisa Ferré Rangel, actual editora de El Nuevo Día y Primera Hora- que fuera de su familia no se conocía, fue expuesto en la ceremonia, llevada a cabo en la Parroquia Stella Maris, en El Condado, que él ayudó a remodelar, ante centenares de amigos, empleados y figuras públicas.

Así, Antonio Ferré Rivera, uno de sus nietos, recordó que “no importa cuán cansado estuviera, siempre nos invitaba a su casa el domingo a jugar en el jardín”, mientras que otra nieta, Isabel Ferré Sadurní, en ocasiones con la voz quebrada, rememoró que le escribió, como a sus otros nietos, una lista de consejos cuando se fue a la universidad y que “cada palabra que salía de su boca tenía la intención de llevar un mensaje profundo”.

Catalina Meduña Ferré, la mayor de las nietas, dijo que le tiene especial agradecimiento a su abuelo por no haber obstaculizado, y por el contrario haber fomentado, que sus hijas mujeres se involucraran en la empresa y hasta la dirigieran, algo que no era muy común en su tiempo.

Era una gran inspiración para todos sus nietos”, afirmó la joven, quien precisó que las constantes llamadas de su abuelo casi nunca llegaban “en el momento oportuno”, pero siempre las tomó, porque sus conversaciones, a veces para advertirle de fenómenos atmosféricos que se acercaban a donde ella estuviera, eran “short and sweet”.

Miembros de la familia  describieron a don Antonio Luis como el padre dedicado que inculcó a sus hijos el amor a las artes y al trabajo, y un abuelo consentidor.
Miembros de la familia describieron a don Antonio Luis como el padre dedicado que inculcó a sus hijos el amor a las artes y al trabajo, y un abuelo consentidor. (Ramon "Tonito" Zayas)

María Luisa Ferré Rangel divulgó fragmentos un diario que don Antonio Luis mantuvo por cerca de 70 años en el que hacía minuciosos registros de sus ideas sobre la vida, el arte, los negocios, la familia y Puerto Rico y de los libros que había leído, incluyendo un año en el que registró haber completado 45 publicaciones, casi todos en español e inglés y varios en francés e italiano, idiomas que también dominaba.

En el diario, don Antonio Luis describió como “desgarradoras” las partidas de cada uno de sus hijos a estudiar fuera de Puerto Rico. “Su camino lo hizo con tinta, papel y su mejor arma: la palabra, la palabra diáfana y clara”, afirmó la empresaria.

María Luisa relató que el día antes de su muerte, el pasado domingo, don Antonio Luis le pidió que no llegara a las 11:00, como ella había anunciado, “porque yo me voy a las 10:00″. Aproximadamente, a las 10:00 de la mañana del domingo 16 de junio, Día de Padres, cuando ella llegaba a su habitación, don Antonio Luis falleció.

María Luisa recordó la relación que su padre tuvo con la poesía a lo largo de toda su vida y decidió despedirlo con unos versos del poeta estadounidense Robert Frost: “The woods are lovely, dark and deep/ but I have promises to keep/and miles before I sleep”

“Papi, well done”, agregó la hija, “it’s time to sleep. Descansa en paz”.

Un aplauso, como un aguacero, hizo retumbar la capilla.