El Josco Bravo: nuestros suelos y su valor nutricional incalculable
El proyecto agroecológico acoge a todo aquel que esté dispuesto a cultivar su conocimiento.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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Entre las buenas tierras del hermoso Valle de Bucarabones, en Toa Alta, se esconde el Proyecto Agroecológico El Josco Bravo, un espacio de 69 cuerdas de terreno donde nuevos agricultores aprenden el arte de cultivar y, más que nada, de luchar por la “soberanía alimentaria”, añorada por muchos.
El lugar ostenta la categoría de “prime farmland”, otorgada por el Departamento de Agricultura Federal (USDA, en inglés).
“Eso quiere decir que los suelos tienen la nutrición y la estructura necesaria para la agricultura. Aunque en el pasado estos terrenos estaban dedicados a la ganadería y se fueron al desuso, desde hace más de 10 años nosotros estamos aquí y nos dedicamos al cultivo de hortalizas, farináceos y viandas, pero también damos un curso de agricultura”, explicó Suley Angélica Cruz Berríos, quien es coordinadora del proyecto.
La también agricultora se refirió a los talleres que ofrecen a través de la Escuela de Agroecología del Josco Bravo cuyo norte, principalmente, está alineado a los esfuerzos de concientización sobre la soberanía alimentaria. Allí han podido establecer una plataforma de formación exitosa que aseguran es “la más abarcadora de Puerto Rico”.
“La escuela comienza a la misma vez que se empezó a sembrar la finca. Ya vamos por la cepa #11 (clase) y de la primera cepa se dio Ian Carlo Pagán, quien es un agricultor de este barrio, agrónomo, maestro y custodio principal de estas tierras”, dijo Cruz Berríos.
“Ahora Ian es el maestro que da este curso; es teórico y práctico, donde los estudiantes salen con la capacidad de sembrar para autoconsumo, huerto casero, huerto familiar o para empezar sus propios negocios de agricultura”, detalló la agricultora sobre el proyecto que opera con “ayudas y propuestas de organizaciones sin fines de lucro que quieren apoyar la agricultura”.
La iniciativa educativa empleada en Toa Alta ha trascendido a otros 10 pueblos de la isla. Agricultores de Aibonito, Loíza, San Juan, Mayagüez, Orocovis, Toa Baja, Manatí, Ponce, Guayama y Gurabo se han unido al esfuerzo y ofrecen el taller en sus respectivas fincas.
¿Cómo es la enseñanza?
Cada “primavera agrícola”, que comprende los meses desde finales de enero hasta el verano, las aulas reciben una nueva “cepa” de alumnos de todas las edades y de diversa estrata social, quienes se enrollan las mangas, se ponen las botas, sus sombreros, agarran el machete, el pico o la azada y llegan dispuestos a cultivar su conocimiento.
“El curso va desde lo más básico, que es reconocer el machete, encontrar el predio con maleza, limpiarlo a machete y salir con cayos. Es un proceso de rompimiento de la realidad urbana y de convertirse en agricultores poco a poco. Después, se ara con los picos, van soltando el terreno; luego dibujan las líneas de contorno y, con sus azadas, van a ir levantando los bancos para trasplantar las plantas que ya tenemos en el semillero”, relató Cruz Berríos.
La meta es lograr que estas personas aprendan de la agricultura para que, más adelante, puedan aportar su granito de arena a la soberanía alimentaria de Puerto Rico.
“En nuestra historia como puertorriqueños nos han apartado de la agricultura, la estigmatizaron como algo horrible y digamos que sí, porque muchas personas trabajaban en la esclavitud y en condiciones precarias. Pero, hoy día, nosotros vemos la agricultura como un acto de libertad, un acto empoderador, un acto revolucionario”, manifestó la agricultora.
Enriquecedora experiencia
Para Teresa Cosme, una de las estudiantes del taller en Toa Alta, su motivación principal es conocer la tierra del espacio de donde es oriunda.
“Soy de esta comunidad de Bucarabones. Me motivé a adquirir más conocimiento de mi tierra porque vivo aquí, me crié aquí y yo dije: ‘represento la comunidad y debo conocer más’”, dijo la mujer de 64 años, quien es parte del grupo que promueve la aprobación del Proyecto de la Cámara 1731, con el que buscan designar el Valle de Bucarabones como una reserva agrícola.
Cultivan la canasta básica
En cuanto a los cultivos, el Josco Bravo se enfoca en la siembra agroecológica y orgánica de farináceos, hortalizas y viandas. De las 69 cuerdas, que tienen arrendadas a la Autoridad de Tierras, tienen unas 5 a 6 cuerdas en producción.
“Sembramos agroecológicamente; todo el trabajo se hace a mano para diferenciarnos de la agricultura industrial. No usamos pesticidas, no aramos con tractor sino con nuestros bueyes: Caramelo y Josco”, destacó Cruz Berríos.
“Diversificamos nuestros cultivos porque no comemos solamente tomates o calabazas, y esa es la base de la soberanía alimentaria, que busca que tengamos esa canasta básica asegurada (cereales y farináceos; hortalizas y legumbres; frutas; aceites y otras grasas; leche y sustitutos; proteínas; y condimentos y sazonadores)”, agregó tras destacar que el nombre de la finca fue inspirado en el cuento “El Josco”, de Abelardo Díaz Alfaro.
Quienes deseen conocer más acerca de este proyecto agroecológico y su escuela, pueden buscarlos en sus redes como: Proyecto Agroecológico El Josco Bravo.