El Comedor de la Kennedy y el Museo de Vida Silvestre renacen en un solo proyecto
La unión permitirá al chef Iván Clemente expandir su capacidad de producción de alimentos gratuitos a niños y ancianos en un espacio recreativo y educativo.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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El antiguo Museo de Vida Silvestre de San Juan ubicado en la avenida Kennedy, cuya entrada se distingue por la estatua de un gran elefante, está camino a volver a la vida luego de permanecer cerrado por años. Ahora, además de museo, servirá como sede para la misión de llevar alimentos a niños y ancianos necesitados que lleva a cabo la organización sin fines de lucro El Comedor de la Kennedy.
Según explicó el chef Iván Clemente, líder de El Comedor, este proyecto le permitiría el sueño de poder combinar una experiencia recreativa y educativa con la labor de proveer alimentos a las personas más necesitadas.
El museo, que Clemente espera reabrir en algún momento de este año bajo el nombre de Museo El Arka, estaba cerrado desde el azote del huracán María en septiembre de 2017. En mayo pasado, el chef le preguntó sobre el edificio a la entonces alcaldesa de San Juan, Carmen Yulín Cruz, y la respuesta que recibió fue que estaba vacío y no era de interés para nadie, e incluso los intentos por alquilarlo o venderlo habían sido infructuosos.
“Yo le dije, ‘yo lo quiero. Voy a abrir el museo, lo voy a reacondicionar, lo voy a abrir y los niños van a entrar gratis todo el tiempo al museo, y van a comer de mi comida’ “, recordó.
La alcaldesa consideró la idea “fantástica” y le entregó el museo, en usufructo por 30 años.
“Y aquí estamos. Gracias a Dios hoy este museo es de El Comedor de la Kennedy. Pertenece a nosotros. Estamos ya trabajando para reacondicionarlo. Ya están afuera pintando. Estamos haciendo diferentes cosas y vamos a hacer muchas más. Aquí vamos a hacer acuario, vamos a hacer también una finca hidropónica en el techo”, adelantó.
Clemente confía en que podrá lograr llevar adelante este proyecto, no importa cuán difícil pueda parecer, contando con la solidaridad de la gente. Después de todo, su organización sin fines de lucro alimenta a miles de personas a diario.
Comenzó hace unos 12 años ofreciendo alimento a una decena de niños, tras “descubrir que había en Puerto Rico niños que no comían o comían mal, especialmente los fines de semana que no había escuela”, y la actividad fue creciendo hasta convertirse en lo que es hoy día, un proyecto que alimenta a entre 2,000 a 2,500 niños y entre 3,000 a 3,500 ancianos a la semana.
Estamos con sueños maravillosos y yo sé que mi país me va a ayudar, mi país siempre me ayuda”
-chef Iván Clemente
Para el chef esta labor humanitaria tiene además un significado bien personal, pues él se considera quien es hoy día gracias a la humanidad que mostraron otras personas en su vida, incluso antes de nacer. Según relató, nació en la cárcel industrial para mujeres de Vega Alta hijo de una mujer confinada, usuaria de drogas, que intentó abortarlo a los ocho meses y medio, algo que no llegó a ocurrir gracias a la oportuna intervención de otra reclusa. Luego de nacer “me regaló al capellán de la cárcel y ellos me enseñaron valores, me enseñaron a ser una persona de bien, a buscar el bienestar de los demás y comencé a estudiar cocina internacional, entre muchas cosas”, recordó.
Clemente destaca que el trabajo que hace El Comedor de la Kennedy es de gran relevancia, porque “en Puerto Rico hay mucha hambre. En Puerto Rico de cada 10 niños, de 6 a 8 no comen, o no comen bien. Porque hay mucha inseguridad alimentaria en Puerto Rico”.
De hecho, antes la organización solo repartía alimentos los fines de semana, pero actualmente lo hacen a diario, con sus operativos de esperanza y fe.
“Esto es un trabajo constante, un trabajo continuo. ¿Cómo lo hacemos? Con la gente. La gente nos ayuda, la gente nos da arroz. Mi país es un país de gente buena. Mi país es un país de gente noble. Y la gente todavía cree. Y me ayuda. Imagínate que yo reparto un millón de libras de comida al mes. Eso es mucha comida. Hacemos 500 platos, 600 platos, 800 platos, depende de cómo esté el inventario, lo hacemos todos los días”, comentó.
Esa comida se distribuye en 48 puntos de San Juan a Ponce, en tres formas diferentes, comida caliente, compras, y meriendas para los niños.
Con la mudanza al edificio del museo, el chef Clemente espera fortalecer todavía más la labor humanitaria de la organización.
“Estamos con sueños maravillosos y yo sé que mi país me va a ayudar, mi país siempre me ayuda, para poder lograr que los niños tengan un lugar espacioso, hermoso, para poder estar, disfrutar el tiempo, y que también puedan aprender de historia, de cultura, y también de lo que somos, puertorriqueños, y que vivimos en una isla hermosa, en un país de gente buena”, agregó. “Eso es El Comedor de la Kennedy”.
No obstante, queda bastante por hacer. De entrada, espera reunirse cuanto antes con los dueños de las colecciones de los animales disecados que conforman la exhibición, con la esperanza de que “me los dejen, para el disfrute de los niños de Puerto Rico”.
Explicó que el museo quedaría bajo el manejo y cuidado de El Comedor de la Kennedy. Adelantó que en un área a la derecha del museo se levantaría una estructura donde estará la cocina, el comedor y el almacén de la organización. En centro quedarían las exhibiciones y el acuario. Además habrá un salón para actividades.
“El museo casi no se dañó por dentro. El techo, pues María dañó un poco el techo, y algunas áreas. Pero está casi intacto. Solamente es cuestión de hacer algunos tipos de arreglos, mantenimiento sobre todas las cosas. Y abrimos, Dios mediante, para octubre o noviembre de este año”, añadió. “Ya estamos moviendo todo. Lo último que se mueve es la cocina porque no puedo dejar de cocinar. Pero ya tenemos parte del almacén aquí”.
“Viene para acá todo El Comedor de la Kennedy. Yo estoy en estos momentos alquilado en un sitio, que pagamos bastante, y entonces nos mudamos para acá. Y acá vamos a tener la cocina y también el comedor. Los niños vienen aquí, van a ver el museo, que esto aquí es precioso, un lugar amplio, espacioso, un lugar muy bonito, y además de eso los niños van a entrar gratis, que fue mi sueño por 12 años, y van a comer de mi comida”, afirmó Clemente.
“Estamos trabajando con un plano que es mi sueño, para así poder tener todo bien ubicado y que podamos integrar las dos cosas: el museo y el servicio social”, agregó, resaltando que entre otras cosas importantes, necesitarán conseguir un par de neveras industriales, vehículos tipo van para repartir las comidas, y asistencia para reparar y poner al día la instalación de energía solar que tiene el edificio.
El enfoque no se limita a los niños, pues el nuevo museo aspira a que “los abuelitos” también puedan participar como guías del museo. Y para eso Clemente ya cuenta con “el aval” de las Damas Cívicas que prometieron respaldar el proyecto.
En lo que se completa la reapertura del museo, ahora bajo el nombre de El Arka, Clemente quiere que la gente elija un nombre para el elefante de la entrada, para el que tiene dos propuestas: Dakari, que significa felicidad, y Enzi, que significa poderoso.
El chef apuesta a que el proyecto se va a poder completar este año, pese a su complejidad, y al reto que significa conseguir respaldo en estos tiempos de pandemia y crisis económica, que han provocado que los donativos que recibe, que son todos privados, hayan caído en 60%, al mismo tiempo que la cantidad de personas que atienden ha aumentado en un 80%.
“Es una cosa ridícula. No hay escuelas. No hay comedores escolares y cuando hay los niños no pueden ir porque los padres no los llevan. Esto es una desgracia, pero nosotros los alimentamos”, reiteró.
Pero el chef no pierde el optimismo y su confianza en que llegará la ayuda, porque, a pesar de todas las dificultades, la gente ha seguido aportando de la manera que puede.
“Yo no recibo nada gubernamental. Todo es privado. La gente me da un pesito. La gente me trae un paquete de arroz. Aquí, a la caseta del policía de seguridad del museo, la gente ha llenado eso ahí varias veces, con arroz, habichuelas, hasta pavos y pollos. Es algo maravilloso”, aseveró. “Un pote de salchicha, que es lo más barato, un pote de habichuela, un paquete de arroz que me den es uno menos que tengo que buscar”.
“Yo sé que, aunque la empresa es grande, los niños merecen un trabajo grande y los ancianos también”, insistió.
Si usted quiere colaborar con El Comedor de la Kennedy, puede contactar a la organización a través de las principales redes sociales o en el portal www.elcomedordelakennedy.com.