Doris y Nelson Santiago comparten su “locura” empresarial impulsada por amor
Con perseverancia y comprensión, el matrimonio sacó adelante su familia con Hacienda Santiago en Dorado.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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No tenían la ruta fácil, pues empezaron su relación cada cual con hijos de parejas anteriores. Y por el camino se tropezaron con serias dificultades económicas, y también momentos de desacuerdos. Pero, gracias a su amor y perseverancia hoy día pueden hablar con orgullo de su sólida relación, su familia que han sacado adelante con éxito, y su próspero negocio.
Se trata de Doris Santiago Meléndez y Nelson Santiago Figueroa, un matrimonio de 16 años que compró una finca en el barrio Espinosa de Dorado y, luego de una visión de ella, construyeron en los predios un sitio que se ha convertido en el lugar elegido por más de 300 parejas para contraer matrimonio.
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La historia entre ambos comenzó mucho antes de su relación actual, pues “fuimos novios en la escuela intermedia, como por un año”. Pero la familia de Doris se mudó y ahí dejaron de verse. Pasaron los años y cada cual hizo vida por su cuenta; Doris se casó y tuvo dos hijos, y Nelson también contrajo matrimonio y tuvo tres hijas.
“Y luego de 20 años, más o menos, nos encontramos casualmente en un shopping. Yo andaba con mi hijo menor, y Nelson andaba con sus tres nenas. Y yo lo vi y dije, ‘wao, mira a Nelson’”, contó Doris, entre risas.
“No, no. Me dijiste, ‘hola guapo’. Sí, sí, ella fue la que me tiró”, interrumpió hombre, también entre risas.
En ese momento, ambos estaban pasando por procesos de divorcio. Así que “empezamos a hablar, y pasó a una relación muy linda bien rápido”.
Pero su situación económica “estaba un poquito difícil”, máxime tomando en cuenta el desafío adicional que suponía tener entre ambos cinco hijos, cuyas edades iban desde 4 a 14 años.
“Pero yo creo que una de las razones por la cual la relación fue exitosa, fue porque ellos (los menores) se llevaron muy bien desde un principio”, aseguró Doris.
En aquel momento, Nelson trabajaba en el negocio de la construcción, que atravesaba por un periodo difícil, por lo cual dependía de lo que apareciera. Doris laboraba en una empresa de envío de paquetes, que les ofrecía un poco de estabilidad para poder dividirse los gastos.
“Pero algo que yo siempre le agradezco a Nelson es que él siempre me ha dejado bregar con lo que es las finanzas en la casa. Eso es bueno, porque cuando tienes dos personas que quieren administrar lo que es las finanzas, se va a hacer difícil”, afirmó.
“En ese sentido, yo dejé a Doris que bregara. Lógicamente, yo hacía mis gastitos, lo normal. Pero cuando teníamos deudas, primero sacábamos las deudas y después, si sobraba, salíamos”, acotó Nelson, agregando que, aunque surgieron situaciones en el manejo de las finanzas, “lo más importante era que nos amábamos, y eso era sobre todo”.
Para paliar la estrechez económica, la pareja recurrió a un sinnúmero de iniciativas, incluyendo montar quioscos en ferias para vender “hot dogs”, pinchos y sándwiches. De esa manera, aseguraban que sus hijos pudieran disfrutar de sus pasiones, ya fuera “uno jugando baloncesto, el otro jugando pelota, las nenas en escuela de baile”, y también pudieron llevarlos de viaje y darle otros gustos.
“Con sacrificios, pero lo hacíamos. Y no nos abochornamos de decirlo, si teníamos en la casa una o dos pechugas, de esas dos pechugas comía todo el mundo. Y sí, eran felices, salíamos a la playa, con el presupuesto que tuviésemos. Lo importante era que ellos gozaran, tuvieran una buena niñez, y que disfrutaran cada vez que estuvieran juntos”, afirmó Nelson con orgullo.
Para entonces, todavía no estaba en el horizonte el negocio de celebrar eventos que tienen hoy día.
Sin embargo, un asalto que sufrieron en su casa, los llevó a vender de inmediato esa propiedad, y comprar la finca donde hoy florece Hacienda Santiago.
En principio, buscaban un terreno, para que Nelson, con su experiencia en construcción, levantara una casa. Pero ya en el lugar, en vez de comprar una parte segregada, aceptaron comprar la finca completa.
“Aceptamos, con fe, corriéndonos el chance de no poder pagar”, afirmaron, agregando que tuvieron la suerte que el vendedor les facilitó el proceso de la venta. Además, como la casa de la finca tenía dos pisos, se instalaron arriba, y alquilaron abajo, para poder pagar la mensualidad, que era el doble de lo que pagaban por la casa anterior.
La atrevida movida, no solo les salió bien, sino que además las cosas comenzaron a mejorar, pues Doris completó su bachillerato y consiguió un mejor empleo en la compañía para la que trabajaba, mientras que el panorama en la construcción mejoró y Nelson encontraba más trabajo. Y poco a poco, sus hijos fueron entrando a la universidad y al mundo laboral y “a todos, con sacrificio, le comprábamos un carrito. Usado, claro. Y heredaban. Cuando aquel compraba uno nuevo, el viejito se lo dábamos al que seguía. Y tratamos de ser justos y darle a cada uno lo mismo. Todos se trataban por igual”.
Entonces ocurrió lo que ambos calificaron al unísono de “una locura”, o quizás “una señal que Dios me dio”, como también lo ve Doris.
Resulta que a Doris siempre le ha gustado el tema de montar fiestas y eventos, y decidió comenzar a indagar al respecto, pero solo para toparse con que la renta de sitios estaba “extremadamente alta”, al punto que casi frustra su idea de entrar en ese negocio. Sin embargo, luego del huracán María, Nelson había construido “un gacebito” en la finca, para celebrar actividades familiares, y un día, mientras Doris estaba allí tendida en la hamaca, tuvo ese momento de iluminación, y se dijo, “pero qué yo estoy buscando, si nosotros tenemos el paraíso aquí”.
“Yo me emocioné, porque eso fue como una visión que me vino a la mente, yo dije, ‘wao yo puedo hacer bodas aquí, porque esto es bien bonito’. Y ese mismo día llamé a Nelson, y le dije, ‘mi amor tengo una idea’. Y él, ‘ajá, qué pasó, dime’. Él sabía que cuando yo venía con mis ideas era algo… (risas)”, recordó.
Sin embargo, a Nelson no le agradó en principio la idea, entre otras cosas por el tema de la privacidad de la que tendrían que prescindir una vez comenzaran a llegar allí visitantes.
“No le gustaba (la idea) porque él es más aguantao. Yo soy más arriesgá. Él analiza mucho las cosas. Yo no, yo me tiro y si me sale bien, bien, y si no, pues, sigo con lo otro. Pero yo seguí ahí insistiendo, machacando, hasta que lo convencí”, dijo Doris, cuya visión contemplaba la ayuda de Nelson para construir todo lo que hacía falta, aceras, verjas, estacionamientos, y eventualmente mucho más.
Pero, en ese periodo post María, los precios de materiales de construcción se dispararon, y tuvieron que usar al máximo sus tarjetas de crédito, volviendo a sentir la presión económica. Además, pasaban largas jornadas de trabajo construyendo todo ellos mismos, solo con ayuda de la familia y algunos amigos.
“Nosotros estábamos aquí hasta las tantas de la noche, empañetando, trabajando. Porque nosotros no somos ricos, tenemos que hacer las cosas nosotros mismos. No podemos contratar gente. Yo me sacrificaba, Nelson se sacrificaba, porque sabíamos que al final íbamos a tener un buen resultado”, afirmó Doris, agregando que fueron muchos días de estrés y “de peleas, porque peleábamos también”.
Tanto así, que admiten que “por poco nos divorciamos un día”, pues Doris quería que las cosas se hicieran de una manera, y Nelson, siendo el experto en construcción, se negaba e insistía en que se hicieran correctamente, mientras el dinero se iba acabando y el tiempo apremiaba.
No obstante, el amor, el diálogo y el buen juicio terminaron ganando esas disputas.
“Tengo muchos principios cristianos, y no puedo dejar que un matrimonio se afecte por una situación. Uno se enoja y se le sale to, pero cuando las cosas se calman uno piensa, espérate, ¿vale la pena que por una discusión de esta uno deje todo lo que hemos juntos y todo el amor que sentimos? Y uno baja la guardia, y la razón hay que dársela al que la tenga, y ya. Uno no puede ser tan egoísta”, sostuvo Nelson.
Doris admite que eventualmente le dio la razón a Nelson en los asuntos de construcción, “aunque siempre me tiene que explicar, porque tengo que entender para estar de acuerdo”, mientras que Nelson deja en manos de Doris los asuntos de administración de las bodas y demás.
Al final de cuentas, la fortuna sonrió a la osadía, el tesón y la perseverancia, y desde la primera persona que visitó el lugar, aceptó casarse allí. Y aquella boda, y las muchas más que le siguieron, han hecho del negocio Hacienda Santiago “un éxito rotundo”, que no tardó en saldar sus deudas y cuya historia hoy Doris y Nelson pueden disfrutar de relatar.
La pareja, ella de 51 años y él de 52, y ya con cinco nietos y nietas, aseguran que su amor “está súper renovado” y, por si acaso pueden servir de inspiración a otros que quieran buscar una prosperidad similar, tienen un par de consejos que ofrecer.
“Yo siempre he pensado que la perseverancia es bien importante. Por eso le digo a mi esposo Nelson que todos los días hay que hacer algo, porque uno simplemente no se puede quedar en la casa y esperar que el milagro pase. No. Hay que trabajar. Hay que ser consistente en las cosas y los proyectos que uno se proponga”, recomendó Doris. “Y segundo, que no quieras tener y estar en veinte proyectos a la vez. Haz una cosa a la vez. Si te gusta vender limonada, sigue haciendo la limonada, sigue mejorando tu receta, hasta que seas exitoso”.
Nelson, por su parte, advirtió que “tener un negocio entre matrimonio, es un poquito complicado” y por eso es importante estar de acuerdo en lo que quieren hacer ambos.
“Mi recomendación a los jóvenes que quieren hacerlo, van a ver situaciones difíciles, pero lo primero es tener a Dios como centro. Después, meterle ganas, trabajar en conjunto, decidan bien lo que van a hacer, y nunca miren para atrás. Sigan para alante. Como dice mi esposa, hay que hacer algo cada día, cada día, cada día, hasta que lo logren. Y mucha comprensión, diálogo, comunicación, es algo bien importante. Si algo te molesta, déjalo saber, para entonces uno hacer los ajustes”, comentó Nelson. “Pero, sobre todo, tener a Dios. Él es el que te ayuda a hacer todo lo que tú quieras hacer, es el que da la fuerza, el que te cubre, te cuida”.
“Y algo muy importante también es que, en los momentos difíciles y los días difíciles míos, quien ha estado ahí conmigo es Nelson. Y en los días bien difíciles y más oscuros de Nelson, quien ha estado ahí soy yo. Así que es bien importante el apoyo, es bien, bien importante”, agregó Doris. “Porque no todo es color de rosa, y hay días difíciles, y ese es el día que tiene que estar tu pareja ahí”.
“Y ese es el día que tú reconoces y valoras a tu pareja”, sentenció Nelson.