Don Piki se disfraza para hacer reír a su gente en Hatillo
El septuagenario, que popularizó el payaso Triquismiquis durante tres décadas, se adentra en la piel de varios personajes para llevar alegría.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Hatillo. Los eventos culturales y deportivos de la Capital de la Industria Lechera no pasan desapercibidos ante los ojos de don José Manuel Castillo Martínez, conocido por su gente como “Piki”, quien disfruta disfrazándose de algún personaje para animar a los suyos, ya sea de jíbaro, tigre, vaca o ganadero.
El hombre de 77 años es un payaso profesional que decidió darle un giro a su vida luego de retirarse y, desde entonces, comparte su talento para dibujar sonrisas en la plaza pública, parque de pelota, cancha de baloncesto, en fin, en donde esté la gente de su pueblo.
Así llega al terreno de juego vestido de pelotero o se convierte en estatua viviente en medio de alguna festividad, a donde también se regodea con su caballito de saco que va galopando al son de la música popular.
Don Piki hizo del payaso Triquismiquis durante 30 años; un oficio que comenzó sin sospechar que jamás desistiría en tratar de hacer felices a los demás.
“Tendría unos 25 años cuando estaba sentado en un negocio bromeando y un amigo mío me dijo que yo tenía talento para ser payaso. Esa misma semana, me sugirió maquillarme y vestirme de payaso para que animara el cumpleaños de su hijo. No quería, pero tanto estuvo hasta que me convenció”, recordó Castillo Martínez, oriundo de la comunidad El Clan.
“Mi maquillaje fue un ‘lipstick’ y Griffin blanco para pintar zapatos, que me lo eché en la cara. Pero Dios es tan poderoso que me tenía ese camino, porque son unos químicos que me podían afectar la piel. Por ahí seguí cogiendo talleres de maquillaje, vestimenta, visité varios sitios en Estados Unidos, incluyendo competencias y me hice payaso, oficio que ejercí durante 30 años”, contó el esposo de Zoraida Román Rivera, con quien procreó tres hijos.
Según Piki, luego culminar su trabajo como payaso, sintió que le faltaba algo y decidió utilizar su tiempo para hacer algo productivo por los suyos.
“Me retiré de payaso, porque ya había cumplido mi meta, es como el jugador de béisbol, que llega cierto tiempo y se retira, por el bien de él mismo. Para ser payaso hay que tener talento. Mi personaje lo usé para fines y sin fines de lucro. Si a uno le gusta, y Dios le pone ese talento a uno y lo descubre, uno lo lleva adelante”, confesó.
“Yo levanté a mi familia trabajando como payaso, vendiendo pinchos, trabajé en negocios y cafeterías. Pero uno evoluciona. Me encontraba que tenía un vacío y dije: ‘¿Qué hago ahora?’ Así que me reinventé, me propuse que sería el jíbaro caminante, el ‘abuelito Chencho’ y otros personajes”, dijo el padre de Rubén, Jessenia y Manuel.
Don Piki, cuyo apodo le fue dado por sus travesuras de niño, confecciona todos los detalles de cada personaje, desde la ropa, accesorios y maquillaje.
“Recientemente, estoy haciendo las figuras vivientes, como una estatua, ahí tengo que maquillarme. El jíbaro al natural es jíbaro puertorriqueño, tengo un caballito de saco que lo he tenido vistiendo de diferentes formas. También hago de jíbaro, máscara, plenero, tigre, vaca, a la usanza de un ganadero y como payaso mismo”, manifestó.
“Estuve en la inauguración del béisbol Doble A en Camuy como figura viviente. Ya eso estoy en el terreno de juego. Otras veces, lo he hecho frente al parque con la intención de recolectar algún dinero del fanático que entra para yo hacer mis viajes culturales, he visitado unos cuantos sitios con mis personajes con los que he ido a centro de ancianos, iglesias, inauguraciones, pequeñas ligas y distintas actividades”, agregó.
Igualmente, mencionó que ha caracterizado más de una decena de personajes, pero todo depende del evento que se esté realizando. Sin embargo, mostró preocupación de no haya un sucesor que continúe su legado.
“Creo que el único que me conservo ahora mismo soy yo, haciendo personajes en mi pueblo. No creo que haya nadie ahora mismo que esté dispuesto a continuarlo, es lamentable, pero se ha perdido la tradición”, confesó.
Pero la satisfacción de ver los rostros alegres de su gente, sobre todo en los niños, es la motivación que lo impulsa a continuar realizando sus interpretaciones.
“No hay dinero que pague el ver que la gente disfruta, se ríe, se retrata con uno y compartir con ellos esos ratitos… no hay dinero que pague eso. Eso sale de aquí, del corazón. Me he disfrutado la vida y mientras Dios me la preste, me la sigo disfrutando. Quiero seguir llevando alegría”, concluyó.