Don Miguel: orgulloso de ser “un jíbaro terminao”
Va cantando Jayuya en su afán de mantener viva la tradición del arado.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Jayuya. “Con la lima en la cintura, con el machete amola’o, eso se llama en Jayuya un jíbaro termina’o”.
Así se escucha trovar por las calles de la Capital Indígena a don Miguel Ángel González Salas, mientras se pasea por el pueblo con su yunta de bueyes, mientras muchos lo observan asombrados, como si presenciaran una escena de una película de los años 50.
El hombre, que se ha convertido en un colorido personaje de pueblo, es del barrio Collores, en Jayuya, donde creció viendo cómo su padre trabajaba la tierra, el ganado y, sobre todo, arar con bueyes.
Y aunque no fue su papá quien lo enseñó a trabajar con una yunta, este jibarito de 69 años confiesa que su progenitor fue su inspiración. Sin embargo, no fue hasta que tuvo su primer matrimonio que, “a escondidas”, aprendió a arar con los bueyes de su suegro, según nos contó.
“Aprendí de tal manera que se me dañó la vena y dije: ‘bueno, pues yo estoy trabajando para otro, entonces, ¿cuál es la de eso de yo no hacer una yunta de bueyes pa’ mí?’. Le dije a la madre de mis hijos: ‘voy a ver si consigo dos becerros, voy a hacer una yunta de bueyes pa’ mí'”, narra don Miguel con su humilde forma de hablar.
Los bueyes “Indio” y “Jalisco” son los dóciles compañeros de camino de don Miguel, y protagonistas de lo que –prácticamente- se ha convertido en un espectáculo en este pueblo, pues al verlos, muchas personas se detienen en sus autos para tomarse fotos y felicitar al campesino por mantener viva la tradición.
“Yo los tengo por tratar de mantener la tradición, porque es una tradición de nosotros los puertorriqueños. Entonces, es como yo digo a la gente, esto no se puede dejar acabar”, insiste don Miguel, quien además advierte que la práctica milenaria de arar con yunta de bueyes, “mantiene saludable la tierra y la deja en mejor condición a la hora de sembrar”. Un dato que él sabe por experiencia y que en la industria se conoce por el término de agricultura orgánica y ecológica.
Así las cosas, el hombre todavía vive del arado con bueyes, trabajo que puede costar unos $50 “por dos a tres cuadros”.
“El trabajar la tierra con yunta de bueyes es una ventaja, porque el trabajo de una yunta de bueyes en medio día no lo hacen cinco o seis hombres”, explicó el hombre sobre el oficio que en la mayoría de las fincas del mundo ha sido sustituido por maquinarias modernas.
Pero, como para don Miguel “la cultura no se puede dejar acabar”, también se ha impuesto la misión de visitar escuelas “para que los estudiantes conozcan cómo es el arado con una yunta de bueyes”.
Más aún, desea que cuando le llegue su hora de partir de este mundo, sus restos sean llevados a su sepultura en su yunta de bueyes. Pero, mientras tanto, sigue loco de contento, improvisando trovas por las calles de Jayuya.