Loíza. Ser víctima directa de la furia de un fenómeno atmosférico como el huracán Fiona es impactante para cualquier persona. Pero cuando los damnificados son personas pobres, negras, con poca escolaridad y sin hogar como don Héctor Garced Cirino el drama retuerce entrañas, particularmente, porque son pocos los que voltean a mirar, reflexionar y ayudar.

Desde que se anunció la cercanía de una tormenta tropical para la isla -que eventualmente se convirtió en un huracán que ha generado inundaciones catastróficas en casi toda la isla- don Héctor solo pensaba en que la pesadilla que vivió hace cinco años con el huracán María (2017) volvería a repetirse: pasar solo el ciclón en una estructura -no más grande que lo que pudiera ser una celda- cubierta por paneles de zinc y por donde el agua se cuela a chorros aunque caigan leves aguaceros.

Su espacio de descanso es el piso, donde duerme sobre unos maltrechos colchones. En una esquina tiene un gavetero donde guarda alguna ropa. También hay par de cajas de fósforos que utiliza para prender las velas que le alumbran en las noches, una peinilla, una sombrilla y una latita de salchicha para cuando “apriete el hambre”.

El “cuarto”, como le llama, no tiene servicio de energía eléctrica o luz y está ubicado en un pequeño terreno donde ubican otras siete residencias en el sector Las Carreras del barrio Medianía Alta, en Loíza, un área inundable que queda con sobre tres a cuatro pies de agua cada vez que caen copiosas lluvias. Imagínese el escenario con entre las 15 a 25 pulgadas de agua que han caído en la isla en los pasados días.

Allí, en aquellos terrenos saturados por agua está el rancho de don Héctor, quien por definición del Departamento de Vivienda Federal (HUD) es considerado una persona sin hogar. Según HUD, agencia que aporta $22 millones a Puerto Rico para impactar el sinhogarismo a través de una respuesta coordinada y multisectorial, los individuos o familias que carecen de un lugar fijo o adecuado para dormir (incluyendo los que viven en albergues temporeros pagados por organizaciones caritativas o programas federales o estatales) también son personas sin hogar, junto a quienes se encuentran en inminente riesgo de perder su residencia nocturna principal en los próximos 14 días. También son parte del grupo los que están huyendo o intentan huir de la violencia, pero tienen limitaciones para obtener una vivienda permanente. Aunque no hay un censo oficial de personas sin hogar en la isla, el último conteo que se hizo -limitado a una sola noche- estima en 2,215 esta población.

Entonces, don Héctor remonta nuevamente la conversación a la angustia que ha vivido en los pasados días. Una incertidumbre que es recurrente cada vez que anuncian tormenta.

“Y volvió a pasar, misi. Pasé el huracán Fiona ahí metido encomenda’o a Dios. Me estuve mojando toda la noche y madrugada por los rotos que tienen las planchas de zinc. Uno está acostumbrao a esto, pero no es fácil”, dijo el hombre que rechazó ir a un refugio a guarecerse y al que le gustaría que lo ayudaran “aunque sea con un buen techo de zinc y unas ventanas decentes”.

Dice que no le gusta “molestar” a nadie. Pero, la verdad es que las personas sin hogar como don Héctor pocas veces aceptan ir a refugios en casos de emergencia.

“Las políticas y leyes de vivienda federal prohiben cualquier tipo de discriminación en los refugios. Pero el problema es que estas personas muchas veces no se atreven ir porque piensan que se les va a negar el servicio por cómo se ven o cómo viven. Pero está totalmente prohibido que se les rechace o segregue en los refugios. Eso de separarlos o crear un cuartito solo para ellos es discrimen y no se puede hacer”, explicó a Primera Hora Ariadna Godreau, fundadora y directora ejecutiva de la organización sin fines de lucro Ayuda Legal Puerto Rico.

Otro escollo para don Héctor y las personas que no tienen un título de propiedad es que en muchas instancias -aun perdiendo las pocas pertenencias que tienen- no buscan ayuda del gobierno porque piensan que los rechazarán.

Sin embargo, Godreau recordó que luego del huracán María esfuerzos realizados a través de Ayuda Legal lograron que FEMA reconociera el derecho de personas sin título formal a solicitar asistencia para reparar sus viviendas. También se logró que el gobierno flexibilizara el requisito de titularidad para reparar y reconstruir viviendas con fondos CDBG-DR.

“Para las personas sin hogar también hay asistencia de renta, el problema es que la no orientación se convierte en un problema”, puntualizó.

Asimismo, expuso que el huracán Fiona dejará al descubierto una vez más la pobreza y desigualdad que hay en la isla, agravando la crisis de derechos humanos que ya existen.

“Esto es una catástrofe y estamos instando al gobernador que solicite una declaración de desastre mayor, un mecanismo diferente a la declaración de emergencia que ya solicitó, porque eso nos permitirá pedir con mayor agilidad ayuda a los programas de asistencia. Esperar dos semanas genera un problema de accesibilidad a los más que necesitan. Es demasiado tiempo en un evento catastrófico que ya sabemos que afectó a las mismas comunidades desventajadas que sufrieron los terremotos o que no se habían recuperado de María y que ya se les había negado las ayudas”, subrayó al enfatizar que en la isla el 44% de las personas vive bajo el nivel de pobreza.

Muchas áreas inundadas en Loíza

En entrevista con Primera Hora, la alcaldesa de Loíza, Julia Nazario, explicó que la situación en su municipio “está bien dentro de todo”.

“Eso sí tenemos comunidades inundadas pero no hubo que desalojar personas como en otras ocasiones. También tenemos uan casa que se le fue el techo. Además, tenemos 39 refugiados, un encamado y siete mascotas”, explicó la ejecutiva municipal al agregar que las incidencias ocurrieron con el desborde del Río Grande de Loíza tras la apertura de la Represa Carraízo.

Especificó que los sectores inundados son el Miñi Miñi, Los Vizcarrondo, Villa Cristiana, la urbanización Santiago y Villa Batata, una comunidad cerca a donde está ubicado el ranchón de don Héctor.

“Ahora mismo no puedo decir de daños a propiedades, salvo esa que menciono que se le fue el techo, porque hay que esperar a que las aguas bajen. Tenemos comunidades con un sistema de bombeo para succionar el agua y eso pudiera demorar par de días. Ahora mismo esa es nuestra preocupación. Estamos ayudando a la gente y limpiando los cuerpos de agua... ya luego empezamos el censo de daños. Esa es otra etapa”, puntualizó.

Hace cinco años, con el devastador azote de los huracanes Irma y María, Loíza quedó destruido. El pueblo de casi 30,000 habitantes, unas 600 familias tuvieron que ser desalojadas en el medio del caos. Casi 3,000 casas sufrieron daños y de estas cerca de 600 perdieron los techos. Luego de María los loíceños demostraron un gran espíritu de lucha, aun en medio de las paupérrimas condiciones en la que subsisten muchos de sus residentes.