Don Ángel revela su técnica para atrapar y limpiar jueyes
El “jueyero mayor”, como se le conoce, también aboga por la conservación de la especie, protagonista de deliciosos manjares.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 1 año.
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Pareciera un proceso simple, pero capturar, alimentar y vender jueyes requiere destreza y conocimiento, lo que para Ángel Luis Rivera Rivera, conocido por su gente como el “jueyero mayor”, ha sido un sustento de vida.
Con la humilde característica que distingue a los pobladores del “pueblo jueyero” –como también se le conoce a Maunabo–, Don Ángel explicó el trabajo que conlleva su faena, la que ahora realiza para entretenerse, porque “de esto no se puede vivir únicamente”.
“Yo uso trampas, las que coloco en las cuevas de los jueyes. Las trampas se ceban con gran variedad de frutas, porque el juey se come todo; entonces uno vela que la cueva tenga fango y excrementos frescos afuera, lo que te indica que ahí hay un juey”, explicó el maunabeño.
De hábitos nocturnos, el juey permanece en su escondite durante las horas calurosas del día y al anochecer cae dentro de la trampa que cubre la totalidad de la boca de la cueva donde se encuentre.
“Hay ‘corridas’ –traslado masivo de cangrejos– donde la gente aprovecha y los coge, pero para este negocio la trampa es la mejor manera de hacerlo. Antes había tantos que hasta se metían en las casas, en los patios y te los encontrabas en todos lados. Ahora son muy pocos los que hay, que deberíamos protegerlos con una veda más extensa”, comentó quien lleva sobre 45 años en este negocio tras referirse al periodo en el que, por ley, se prohíbe la captura de la especie del 15 de julio al 15 de octubre cada año.
“Yo los vendía antes en 50 a 75 centavos la docena, ahora te puede costar entre $35 a $45 y cuida’o si más. Hay que cuidarlos y dejarlos que se reproduzcan hasta su adultez y no abusar de su pesca. Ahora te encuentras que hay muchas hembras y pocos machos, eso es preocupante”, sostuvo.
En el interior de una rueda de camión colocada de lado sobre un piso de cemento y la que utiliza como jaula, don Ángel “limpia” sus jueyes con maíz y calabaza, “el juey hay que dejarlo de tres semanas a un mes para que limpie y engorde”, comentó.
“El juey vive en los mangles; en el fango y no se debe comer inmediatamente se coge, porque está flaco y sucio por dentro. Ese animal se come todo lo que encuentre y es por ello que, para estar seguro, hay que limpiarlos y engordarlos. El cambio de agua en este proceso es básico. El agua tiene que estar limpia para que la carne del juey se limpie y sea agradable para su consumo”, destacó.
Existen diferentes maneras para hacer engordar al juey. Hay quienes usan cohitre, yerbas y coco, pero según la experiencia de don Ángel, estos alimentos tornan la carne verde y amarga.
“Con el coco, el juey coge un color blancuzco por dentro y no se ve bonito. A mí me gusta que se vea amarillito por dentro y eso se logra con el maíz y con la calabaza. Después del mes aproximadamente, vas a ver que sus excrementos salen limpios y no negros y mal olientes, como cuando están sucios. Hay dos detalles que te indican, además, que el juey está listo para cocinar, uno es que los pelitos de las patas se les caen y la otra es que el juey se pone bobo; lento”, detalló.
En salmorejo, en arroz, alcapurrias, pastelillos, hervidos, asopao y en arepas rellenas, el juey Cardisoma guanhumi, en su nombre científico, es el plato predilecto de los maunabeños. No obstante, don Ángel se unió a las voces de concienciación sobre la explotación del cangrejo y reiteró que las personas deben ser prudentes en la pesca de las especies juveniles.
“La gente los están exterminando y abusando de ellos. Son deliciosos, pero para que sigamos disfrutando de este manjar hay que cuidarlos y protegerlos, porque si no, esto será historia”, finalizó.