Sed de aventura, poco o ninguna expectativa de privacidad, disposición para someterse a un régimen cuasimilitar y al trabajo duro bajo el sol, son algunos de los requisitos que debe cumplir todo aquel que anhele ser parte de la tripulación del galeón de la Constitución.

Esta embarcación es la réplica de un galeón español del Siglo XVII. La Constitución atracó este miércoles en el Muelle 3 de San Juan, con motivo de una gira iberoamericana para conmemorar el bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812.

 Augusto Chávez es un marinero quien dejó su trabajo de chaqueta y corbata como presentador de medios de comunicación por la vida en el mar. Relató que cuando se enteró del proyecto “no quise dejar la oportunidad de vivir una aventura”; y qué aventura, una que asegura le cambió la vida.

“Ya no me imagino viviendo como antes”, asegura el marinero, quien sin pensarlo dos veces deja claro que de su vida “regular” no extraña el teléfono móvil, la tarjeta de crédito ni su carro.

“Pasas tanto tiempo en el mar que empiezas a plantearte cosas y ves lo que realmente te importa. Yo vi que la vida que vivía no era lo que iba buscando”, confesó Augusto, quien participó en la construcción del navío y fue parte de la primera tripulación que llevó la embarcación a Shangai.

En este navío se hace todo a la antigua, o sea a mano, incluyendo lanzar el ancla que pesa sobre 900 libras y para lo cual se necesitan los brazos de ocho marineros. Después de todo, es la réplica de un galeón del Siglo XVII.

Los 28 integrantes de la tripulación, de los cuales dos son mujeres, Soledad Gea y Ana Cordero, se dividen en tres turnos de trabajo. Se descansa ocho horas y se trabaja cuatro de manera intensa.

La Constitución atracó este miércoles en el Muelle 3 de San Juan, con motivo de una gira iberoamericana para conmemorar el bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812.

 En los turnos de trabajo se ayuda con las obligaciones de la cocina y se le da mantenimiento al galeón, además de las tareas propias de la navegación. Si el turno es de noche, es mayor la responsabilidad de vigilar que todo vaya bien con la navegación para evitar accidentes.

 La comunicación con el mundo en tierra firme es casi inexistente durante los días que se navega. El servicio de internet satelital se utiliza solamente para dejar saber a puerto que todo marcha bien en la embarcación y para accesar los informes del clima.

 Una que otra vez se reciben, dentro de las comunicaciones oficiales, noticias cotidianas como los resultados de partido clásicos en la liga española de fútbol, por ejemplo. De lo contrario, la tripulación se sumerge en una especie de cápsula de tiempo entre puerto y puerto.

 De hecho, como regla general no se le dan malas noticias de sus hogares a los marineros mientras están navegando. Al llegar a puerto se hacen las llamadas pertinentes y se da rienda suelta a la necesidad de usar el internet.

La comida, asegura Augusto, es buena. Nunca como la de tierra firme y mucho menos como “los guisos de mamá”, pero no se quejan. Eso sí, según van pasando los días en el mar, más complicado son los menús porque la comida fresca se ha consumido o dañado.

 Cada vez que salen de puerto se abastecen y se aseguran que el aceite de oliva no falte.

¿Privacidad?

 Ninguna o casi ninguna, lo que es igual, cuando una cortina de tela es todo lo que te separa de al menos una docena de compañeros. Y es que la zona de descanso está compuesta por dos hileras de literas incrustadas en las paredes del buque. Las camas están separadas por un pasillo ancho, un abanico de pedestal gigante refresca el área y unas cortinas verdes con ojal son las encargadas de aislar a los marineros.

“Algunos duermen en ropa de dormir y se mueren del calor. La mayoría duerme en ropa interior y con la cortina abierta porque hace mucho calor. La vergüenza en algún momento tienes que perderla. Nadie se va a asustar a estas alturas”, confesó la marinera Ana, quien está encargada de la cocina y la despensa.

 Las tareas de Ana le fueron asignadas porque recién se graduó de chef, no por sexismo. Se encargó de aclarar Augusto.

 Los baños están compuestos por cuatro duchas donde cabe una persona a la vez y cuatro inodoros.

 Bañarse está permitido todos los días, pero se hace con agua de mar y al final un poco de agua dulce para eliminar la sal.

 También tienen agua embotellada para el consumo, aunque también se toman la que sale de la planta desaladora que hay abordo.

 La pérdida de la privacidad se “contrarresta con la aventura de estar aquí”, asegura Soledad, quien se dedicaba a la construcción en Málaga y se unió a la tripulación por la aventura y el contraste que le representaba a su vida cotidiana.

 ¿Cupido llega a alta mar?

 “Las relaciones a bordo no están muy bien vistas”, dice Ana, quien está encantada con la oportunidad de conocer la gastronomía del Caribe.

 La joven explica que son para evitar problemas. Una travesía como la que realizan ahora es de seis meses, imagínese un amorío mal llevado y sin lugar a donde huir.

Esto no evita que de vez en cuando puedan surgir “amores furtivos” que den rienda suelta a las emociones en puerto donde nadie se entere.

 ¿Qué hacen cuando no están trabajando?

 “Charlar mucho, leer, algunos traen su ordenador y ven películas o te tumbas en la cubierta a ver el mar”, dice Augusto.

 Por cierto, a Augusto su aventura en el mar le cambió tanto que a su regreso a España, luego de su primer "tour" en el galeón, montó un club de música.

 Augusto es un amante de la salsa, así que no es de extrañar que lo primero que hizo en suelo boricua fuera salir a bailar.

 Para un viaje a la historia y conocer de cerca puede visitar el navío, que estará en puerto hasta el 17 de marzo. Los horarios de visitan son de 9:00 a.m. a 7:00 p.m. excepto los domingo que abrirán al público a las 11:00 a.m.

Los boletos se pueden conseguir a través de ticketcenter o en la misma embarcación. Tienen un costo de $8.00 adultos y $4.00 niños.