Pasaron las elecciones y, como dice la tradicional canción navideña, “unos van alegres y otros van llorando”.

Triunfadores y derrotados se enfrentan a la realidad de poner sus diferencias al lado y probar que su interés por el progreso de la Patria es genuino y no solamente un slogan de campaña.

Lo importante es que tanto los electos como el pueblo en general entiendan que cerrado este proceso comienza uno que es aún más difícil: armonizar ideas, sanar heridas y sintonizar las mentes para lograr, de una vez por todas, comenzar la recuperación de nuestra querida Isla que ha sido tan golpeada por huracanes, terremotos, depresión económica y uno de los peores flagelos; la política con sus vecinos la corrupción y la impunidad. Ese el mayor proyecto y reto que tienen hoy día los puertorriqueños y los residentes de la llamada “Isla del Encanto”

De un lado la esperanza de un pueblo, del otro la responsabilidad de los servidores públicos. Cuentan y no acaban los millones de dólares que se esperan para la reconstrucción, mientras seguimos esperanzados en que estos sirvan para levantar nuestra Isla reforzando nuestro sistemas de educación, salud y seguridad.

¿Este pueblo necesita ayuda? Claro, pero también necesita que esa ayuda sea correctamente utilizada y sirva de base para levantar su autoestima, su nivel de educación, y cultivar una cultura de trabajo donde TODOS tenemos un porcentaje de la responsabilidad.

La justicia social y penal necesita una reparación seria y profunda. A veces nuestro sistema judicial, visto de arriba, pareciera tener el techo tan débil como uno de los tristemente famosos toldos azules que nos dejó María.

Un país de ley y justicia debe dejar de ser un sueño y debe comenzar a ser una realidad.

Soy fiel creyente de que la educación es la base de la solución de los problemas de mi querida tierra, así que no se debe escatimar en garantizar una buena educación a todo nivel.

Dicen que de las crisis nacen las grandes ideas y las oportunidades. Yo tengo fe de que este sea nuestro caso.

A los servidores públicos y a la ciudadanía, que no dejen pasar la oportunidad de cambio. Los asuntos apremiantes del país no admiten dilación, ni excusas, ni ideales políticos, ni diferencias religiosas, ni ciudadanos indiferentes.

Que la experiencia y las nuevas ideas se fundan en un solo proyecto: una Isla próspera, educada, saludable, segura y, sobre todo, viviendo en paz.

Devolvámosle el encanto a la Isla... Es responsabilidad de TODOS.

¡Camínalo!