“¿Qué más se puede cantar para un plenero que no sea una plena que del alma cante su pueblo?”, así entonaban esta tarde en la Funeraria Marín, de Hato Rey, los familiares, amigos y vecinos del fundador del famoso Rincón Criollo en Nueva York, José Manuel “Chema” Soto, quien falleció el pasado 31 de julio.

El fin de su vida, a los 70 años, es la culminación, muy temprana, según coincidieron muchos, de quien ha dejado un importante legado para los puertorriqueños, sobre todo, para la diáspora en los Estados Unidos. 

Cuentan que Chema, natural de Loíza, pero criado en la calle España de Hato Rey e inmigrante boricua en Nueva York a los 21 años, se dedicó desde finales de la década de 1970 a crear un espacio que se convirtió en el punto de encuentro obligado para los puertorriqueños en la gran ciudad. Cansado de las ruinas que veía a diario en su barrio, escogió este lugar, lo rescató y lo limpió con ayuda de sus vecinos para que fuera el Rincón Criollo en el South Bronx.

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Y surgió el centro comunitario en el que se compartían tradiciones culturales y musicales, donde se tocaba bomba y plena y donde los maestros del ritmo borincano se reunían para también enseñar a otros. 

Fue aquí donde se originaron importantes plenas y donde se formaron y crecieron pleneros.

“Era un pedazo de Puerto Rico en el Bronx”, estableció hoy uno de sus vecinos por más de 20 años, Isandel Agosto. 

“Él quiso recuperar ese espacio para que la gente pudiera crear”, describió su hija mayor, Jessica Soto Rivera, sobre el solar que su padre transformó cuando lo que se veía por el vecindario “era basura por todas partes”.

Una plena de Yerbabuena, compuesta por Tato Torres, cuenta muy bien lo que era el “Rincón Criollo” o “La casita de Chema”, como también le llamaban.

“Si vas para el Bronx, ve a la Casita de Chema, que allí repican los cueros tocando bomba y tocando plena”, dice.

“De los mejores pleneros, allí tu encuentras la crema”, añade.

“Los pleneros que se respetan y que estudian sabían que lo que Chema venía haciendo con los muchachos de Nueva York era autogestión cuando eso no existía. La casita de Chema era un espacio importante para la plena”, recordó en la funeraria Tito Matos, director de la agrupación Viento de Agua.

“Era el punto de encuentro para todos los pleneros, para tocar, para enseñar… los Días de los Padres, los Días de las Madres; todas las celebraciones que en Puerto Rico hay, después de que todo el mundo compartía con su familia, caía en La casita de Chema”, contó el músico, quien vivió en Nueva York por unos 10 años, desde 1994.

También fue a despedirlo Juan Gutiérrez, director de Los Pleneros de la 21, quien expresó que “Chema es mi amigo porque está en mi memoria y siempre estará en mi memoria con todos aquellos que han partido y son parte de nuestro ser”. 

“Cuando estamos en la diáspora, como que nos refirmamos, nos clavamos más en la tierra por la necesidad… Chema fue un ejemplo”, dijo sobre quien describió como un hombre sencillo e inteligente.

Estaban también algunos de sus hijos y su compañera Amparo, quien lleva su imagen y su nombre tatuados en el brazo izquierdo.

Otra de las hijas de Chema, Desseree, así como su hijastra Ivette Rivera, advirtieron que el legado de Chema continuará, pues son muchos los que se encargarán de mantener con la vida que da la música puertorriqueña “La casita”.

Chema, quien siempre quiso regresar a vivir a Puerto Rico, será enterrado mañana, domingo, en Loíza.