Desde la montaña surge una alternativa para acabar con los pesares de los apagones
Casa Pueblo presenta su modelo de energía solar.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 3 años.
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Adjuntas. Desde hace cuatro años, Ángel Batista solo vive para cuidar de su amada esposa, Luz María Luciano Plaza, quien después de tres derrames cerebrales quedó postrada en una cama y conectada a una máquina que la alimenta.
En cada apagón, el hombre de 81 años tenía que salir corriendo a prender el generador eléctrico para mantener energizada la casa y, sobre todo, esa máquina que sustenta a la mujer con la que se unió en matrimonio hace 59 años.
“Yo estoy bastante viejito ya para esas cosas… Uno se pone nervioso y todas las cosas que se te dañan”, explicó el adjunteño, sobre el trajín de vida que le causaban los apagones, los cuales cada día se tornan más frecuentes.
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Pero, ese mal rato que atravesaba don Ángel para socorrer a Luz María, de 78 años, ya es cosa del pasado. En febrero pasado la organización Casa Pueblo acogió a la familia, residente del barrio Vegas Arriba de Adjuntas, y le instaló un “cucubano”, el cual evita que el viejito se preocupe por que la máquina que alimenta a su esposa se detenga o que los víveres que guarda en la nevera se le dañen.
“Me ha ayudado bastante el tener placas solares. Me ha ayudado de noche y de día. Antes era un poco difícil, porque tenía que bregar con la planta abajo”, comentó.
El “cucubano” instalado a la familia Batista Luciano, al igual que a otras 100 familias adjunteñas, consta de seis placas solares, un invertor y cuatro baterías. Este tiene un costo aproximado de $5,000 a $6,000, según el propietario de la empresa Sol de la Montaña, Manuel Soto, quien se dedica a instalar estos “cucubanos”.
Estas unidades ayudan a disminuir la factura de luz y les resuelven a las familias cuando se va el servicio, explicó Soto mientras instalaba uno de estos “cucubanos” en la residencia de un voluntario de Casa Pueblo, José “George” Castellano.
Todo empezó con cinco paneles
Llegar a desarrollar estos proyectos tomó muchos años para Alexis Massol, su familia y el grupo de voluntarios que por décadas les ha respaldado. Pero, sobre todo, sintetiza que el cambio a la energía renovable, principalmente a la solar, sí es accesible a todos los sectores de la Isla. No representa un lujo, sino una necesidad.
Massol contó que fue en el 1999 con un “proyecto pretencioso” de solo cinco paneles solares que instalaron a la sede de Casa Pueblo, en Adjuntas, cuando inició la “insurrección energética” que ahora promulgan. Unos 18 años pasaron, justo en verano de 2017 y meses antes del azote del huracán María, que la entidad logró convertir la antigua estructura que ocupan en 100% solar.
El proyecto energético inició, al igual que otros tantos que ha desarrollado la organización sin fines de lucro, para “romper la dependencia económica”.
El devastador paso del huracán María, que dejó a toda la Isla sin energía eléctrica, movió al montañoso pueblo a dejar el escepticismo y a darse cuenta de la urgente necesidad de conseguir alternativas más allá de sentarse a esperar a que brigadas de la Autoridad de Energía Eléctrica o de compañías estadounidenses llegaran a socorrerles.
La entrega de 14,000 lámparas solares, en medio de un proceso educativo sobre los beneficios de la energía solar, abrió las puertas a este proyecto de los “cucubanos” y muchos otros que ha desarrollado Casa Pueblo en los pasados 4 años.
“Después de María, fue un proceso hermosísimo. La gente vino a la casa a beber de esa manantial”, describió Massol, mientras se balanceaba en una mecedora en la sala de Casa Pueblo.
Es que los adjunteños llegaban a la sede de la entidad a darse sus terapias respiratorias, a guardar su insulina o a suplir muchas otras necesidades.
Un año demoró el gobierno para lograr que todas las comunidades de Adjuntas fueran energizadas tras el azote de María. Había que buscar alternativas y ahí estaba Casa Pueblo con su “proyecto alternativo, que impacta al país y al planeta” listo para desarrollar energía limpia, explicó Arturo Massol Deyá, director ejecutivo de la organización comunitaria.
“Si lo podemos hacer en Adjuntas, lo podemos hacer en Puerto Rico”, reafirmó, al hablar de cómo se inició el proyecto de “cucubanos”.
La idea fue identificar hogares en los que hubiese necesidades médicas o sociales en cada comunidad para instalar estos pequeños sistemas solares como el instalado a la familia Batista Luciano o distribuir 55 neveras solares. Estas familias, a su vez, se deben comprometer a ayudar a los vecinos en caso de necesidad.
También se impactaron comercios esenciales que pudiesen operar en medio de emergencias para mantener la continuidad de servicios. Ahora, en Adjuntas hay desde barberos, colmados, ferreterías y casas agrícolas, hasta chinchorros y lechoneras energizados por el sol.
El centro de Manejo de Emergencias, el hogar de ancianos y una escuela campo adentro, llamada Domingo Massol, también fueron incluidos en los proyectos de energización.
“Nosotros logramos alcanzar la solución, la alternativa, pero también la alternativa la sabía el gobierno, la sabía la Autoridad y los de allá (de la zona metropolitana)”, afirmó Massol, al quejarse de que el modelo neoliberal en que está sustentado el gobierno local no permite que este tipo de obras para el bien común progresen.
“Casa Pueblo, entonces, pone en primer puesto a la gente. ‘Casa Pueblo, el sol con la gente’, donde la gente misma puede buscar junto a la comunidad las alternativas”, añadió el fundador con entusiasmo.
Amplifican el impacto
Como toda organización sin fines de lucro, son los donativos que reciben de todas partes del mundo los que utilizan los Massol para desarrollar estos proyectos. Pero, ante la marcada inestabilidad energética, otro proyecto ha surgido para energizar con sol varios comercios de la zona urbana, incluyendo una mueblería, una farmacia, una iglesia y una pizzería, contó Massol Deyá.
Según explicó el director ejecutivo de Casa Pueblo, los comerciantes –organizados como la Asociación de Energía Solar Adjunteñas- estarán conectados a dos microredes, compuestas por 800 paneles solares con capacidad para producir 220 kilovatios de energía y baterías para almacenar un megavatio.
Cada comerciante se ha comprometido a pagar a la cooperativa que se crearía lo mismo que le pagan a Luma Energy por el inestable servicio eléctrico que reciben. Esto ronda entre $1,000 a $2,000 mensuales. Los fondos que se levanten, dijo Massol Deyá, serán utilizado para colocar más “cucubanos”.
“Se retiene esa riqueza en la comunidad para que Manuel, (el dueño de la empresa solar que ha surgido en Adjuntas a raíz de este movimiento a la energía solar propiciado por Casa Pueblo) haga más cucubanos. Se convertirá en un fondo de reinversión social para que todo el mundo tenga derecho a la energía”, expresó.
El presidente de la organización de comerciantes creadas y propietario de Lucy’s Pizza, Gustavo Irizarry, comentó que con solo tener conectado algunos de los paneles solares que formarán parte de una de las microredes y sin haberse establecido el banco de baterías, ha logrado economizarse $200 mensuales en el pago de la luz.
Contó que en su negocio paga entre $1,500 a $2,000 de electricidad, “lo que representa un 30% de nuestro gasto operacional”. Por ello, “cuando Casa Pueblo se acercó fue como la luz al final del túnel. La falta de luz nos tenía agobiado”.
Explicó que cada vez que ocurre un apagón en la madrugada tiene que dejar a su familia para ir a conectar el generador y evitar que todos los ingredientes que utiliza para hacer su pizza se le dañen. Dijo que le alegra saber que pronto este corre y corre terminará. Es que una vez comience la operación total de la microred podrá quedarse en su casa con su familia. Pero, más aún, dijo que no tendrá que gastar dinero para comprar diésel. Recordó que tras el huracán María tuvo que desembolsar en combustible $17,000.
Para los dueños de la Farmacia Profesional, el matrimonio compuesto por los doctores Aníbal Rodríguez y Frances Ortiz, lo más importante del proyecto es que les dará estabilidad y les permitirá operar de manera interrumpida a la comunidad, sin tener que recortar horarios para lidiar con los gastos del diésel.
Pero, más que nada, “el hecho de nosotros poder hacer una labor social con el proyecto de los cucubanos es más importante. El dinero igual lo pagábamos para energía”, destacó Ortiz.
Dar el ejemplo
Con este desarrollo alcanzado desde que iniciaron su proyecto de cinco paneles solares, Casa Pueblo busca establecer con ejemplos que no hay que comenzar el cambio hacia la energía renovable independizándose completamente de la AEE o Luma Energy, sino con pasos asertivos que ayuden a mejorar la calidad de vida, según plantearon los Massol a lo largo de la entrevista.
Los “cucubanos” son un buen inicio, porque ayudan a la comunidad a sobrevivir a la inestabilidad eléctrica que enfrenta el país, dijeron.
Para aquel que esté pensando una mayor liberación, lo que Massol Deyá llamó “patria o muerte”, el director de Casa Pueblo lo primero que estableció fue que existen múltiples opciones de financiamiento con bajos intereses, no solo de bancos, sino también de cooperativas, que le permitirían obtener un equipo de paneles solares y baterías que los desvincule totalmente de las empresas energéticas.
“Cuesta menos que un carro”, lanzó, al establecer que al final de cuentas el gasto terminaría siendo pagado a un sistema eléctrico inestable.
Asimismo, el director de Casa Pueblo planteó que, si el gobierno utilizara todos los miles de millones en fondos federales que se han recibido tras el paso de María o en medio de la pandemia para promulgar la seguridad energética, en vez de reparar un sistema eléctrico obsoleto, haría mucho más accesible a las comunidades pobres estos sistemas solares.
“Puede servir para colocar al país en mejor posición de construir su propio destino”, comentó.
Al final de cuenta, para los Massol de lo que se trata es de promover seguridad energética y propiciar una mejor calidad de vida.