Descifran los dialectos de la cotorra puertorriqueña
El estudio servirá para mejorar las posibilidades de supervivencia de la especie en peligro de extinción.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 4 años.
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Un estudio sobre las vocalizaciones de la cotorra puertorriqueña servirá para fortalecer el trabajo de recuperación de esa especie en peligro de extinción que llevan a cabo decenas de científicos en los bosques de El Yunque y Río Abajo, toda vez que permitirá adaptar sus protocolos de liberación para buscar una mejor integración a las bandadas silvestres.
El estudio, que fue un trabajo de maestría de la bióloga Tanya Martínez, líder del proyecto de la cotorra puertorriqueña en el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales (DRNA), encontró que existen dialectos diferentes entre las poblaciones en cautiverio y las silvestres, y que además difieren también entre poblaciones separadas geográficamente.
Según explicó la científica, como parte de los trabajos grabaron y estudiaron las vocalizaciones de cuatro poblaciones, la población silvestre y la población en cautiverio en El Yunque, y la población silvestre y la que está en cautiverio en el bosque Río Abajo, localizado en Arecibo y Utuado.
“Lo que encontramos es que había variaciones en las comunicaciones entre ellas. Encontramos dialectos, algo similar a lo que ocurre con los humanos, que tienen palabras diferentes incluso aquí mismo en diferentes partes de Puerto Rico, por ejemplo como pasa con el pastelillo que le dicen así en un lugar y en otro le llaman empanadilla”, comentó Martínez.
El estudio, continuó, encontró que cada población separada geográficamente tiene su dialecto. Explicó que es algo que se conoce que puede ocurrir en las aves, y especialmente entre las cotorras, porque “ellas aprenden las vocalizaciones de los adultos. Y entonces ocurren cambios y se van a acumulando, y luego tienes un dialecto”.
Lo más curioso, sin embargo, fue que el estudio encontró una diferencia notable entre el dialecto de las cotorras de la población original silvestre en El Yunque, y aquellas criadas en cautiverio.
Para entender qué pudo haber ocurrido, hay que repasar la historia que logró salvar de la extinción a la cotorra puertorriqueña, que antaño poblaba toda la Isla, pero la década del 1940 había quedado reducida al área de la Sierra de Luquillo y El Yunque. En la década del 1970, cuando se funda el programa en cautiverio para intentar salvar la especie, con apenas 13 cotorras, no tenían suficientes adultos para el programa, por lo que se trajeron cotorras de la vecina isla de La Española, que se conocen popularmente como cotorras dominicanas, para que sirvieran de nodrizas.
Agregó que el uso de nodrizas de otra especie fue algo que tuvieron que hacer porque entonces no había más opciones, pero ya hoy día casi no se usan nodrizas de cotorras de La Española porque hay suficientes puertorriqueñas.
“Al hacer eso, es muy posible que introdujeran más variedad todavía a la ecuación. Y aprendieron vocalizaciones de otra especie”, explicó la experta. “Y ahí surge un cambio muy radical entre las cotorras de El Yunque y las otras en cautiverio. Las cotorras originales producen una vocalización tan diferente que parecen otra. Al escucharla, hubieses pensado, sí está claro que es una cotorra, pero hubieses pensado que es otra especie”.
Sin embargo, en lo que es otra de las muchas secuelas que se le puede atribuir al nefasto huracán María, habrá que añadir que acabó con esas vocalizaciones originales.
“Lo triste es que el huracán María destruyó tanto esa población reliquia de El Yunque, que todos los miembros que producían ese dialecto ya no existen. Ahora se dialecto solo existe en grabaciones y videos”, lamentó Martínez. “De las cotorras que estaban en estado silvestre, muy pocas sobrevivieron a María, y ya murieron. Así que nunca van a sonar igual”.
Pero, también hay buenas noticias en lo que respecta a la cotorra puertorriqueña y son muy alentadoras. Las poblaciones de la especie están creciendo nuevamente, en particular en Río Abajo, donde “este año tuvimos un muy buen año”.
“En Río Abajo liberamos 28 cotorras. Pero de la población silvestre volaron 44 pichones, y eso es muy buena noticia”, afirmó entusiasmada la bióloga. “Y en El Yunque están empezando a liberar cotorras nuevamente”.
“La importancia de nuestro estudio es no solo contemplar que esas diferencias en las vocalizaciones existen, sino documentarlo. Las cotorras dependen de las vocalizaciones para reproducirse, socializar, integrarse. Los pájaros con distintos dialectos cuando interactúan pueden tener dificultades para integrarse al grupo. Y si no te integras, no puedes tener los beneficios de estar en el grupo”, comentó la experta.
Las bandadas ofrecen a las aves beneficios de protección contra depredadores, así como en su alimentación.
“Nuestra recomendación es que, cuando se liberen cotorras de distintos grupos, pues que tengan tiempo de conocer el otro grupo, para puedan integrarse mejor”, afirmó la experta.
“Así que cuando se libera un grupo, como hacemos en Río Abajo, las cotorras en cautiverio allí han tenido la oportunidad de escuchar a las silvestres, y ya están adaptadas a esas vocalizaciones y no es un problema. Pero si las traemos de El Yunque, pues se tendría que dar un tiempo, un periodo de adaptación”, agregó, aclarando que “sabemos que aprenden ese otro dialecto, y se ajusta, aunque algunas más rápido que otras”.
Martínez destacó que, “aunque los dialectos son un fenómeno que se conoce en el mundo de las aves, y en el de las cotorras, este es el primer estudio y primer caso documentado de una divergencia tan grande en el dialecto de un grupo en cautiverio”, y además documenta la diferencia con la separación geográfica.
Martínez dijo no se podría decir con certeza si este asunto de los dialectos afectó las liberaciones de cotorras anteriores o hasta qué grado pudo influir. “Pero de aquí en adelante sí se conoce y se modifican las técnicas garantizar más supervivencia y más crecimiento de la población”.
Precisamente, sobre la población de la cotorra puertorriqueña, la bióloga destacó que, aunque “María fue devastador en todos los aspectos, el programa ha tenido grandes logros”.
Comentó que María arruinó las instalaciones en el Bosque Estatal de Maricao donde se preparaba una tercera comunidad, acabó la población silvestre de El Yunque, redujo casi a la mitad la población silvestre de Río Abajo, y destruyó facilidades de cautiverio. Agregó que, fue tal el impacto que muchas de las cotorras que sobrevivieron, murieron poco después, posiblemente por falta de alimentos o por depredación. Sin embargo, ya se han podido ir recuperando.
"Aunque el huracán María acabó con sobre el 40% de la población silvestre en Río Abajo, “ya hoy día se recuperó y los números sobrepasan los que había antes de María”, sostuvo.
“En El Yunque, pudieron empezar a principios de año a liberar. Liberaron 30 cotorras a estado silvestre y tuvieron tres nidos. Es empezar de cero otra vez, pero ya está ocurriendo”, agregó.
En cuanto a Maricao, todavía existe la intención de buscar retomar los procesos allí y tratar de establecer una tercera población, pero es algo que conlleva mucha planificación y la situación de la pandemia del COVID-19 ha retrasado todos los planes.
La experta resaltó que, a pesar de todo, la cotorra puertorriqueña “sigue siendo una especie en peligro de extinción, y de no haber sido por el programa ya no existiría”.
“Empezó en los 70 (década del 1970), había solo 13 cotorras, y hoy día hay más de 600. Eso es un gran logro. Pero hay que seguir”, afirmó.
Por último, la bióloga recordó a la ciudadanía que la cotorra puertorriqueña es una especie protegida por leyes federales y estatales, y que está prohibido cazarla, capturarla, tenerla en cautiverio o acosarla. Exhortó a cualquiera que encuentre una cotorra lesionada, o muerta, a notificar al Cuerpo de Vigilantes del DRNA, y aseguró que esa cooperación ciudadana es esencial para el programa.