De adolescente, Yaazieli Ortiz Felicié tocaba la batería en su iglesia, pero tan solo para marcar el ritmo; nada de exabruptos como los rockeros. Y su aspiración era ser sicóloga forense. Pero también quería viajar y hacer algo útil, dejar alguna marca en el mundo. Así que luego de obtener su bachillerato enfocado  en la sicología forense, todavía sentía que faltaba algo. 

De esa manera y tras una larga búsqueda de opciones, que fueran acorde a su realidad y a sus principios, Yaazieli optó por unirse a los Cuerpos de Paz. Y no se arrepiente.

El giro en su vida  fue bien drástico: de tener un cuarto cómodo con aire acondicionado y todas las comodidades en Puerto Rico, incluyendo un buen auto, pasó a vivir en una casa con bloques apenas empañetados, con techo de zinc por donde se colaba cualquier sabandija y se trasladaba a pie, en pon o en transporte público. 

Por dos años sus vecinos dominicanos sabían si veía televisión o si ya se había ido a dormir, ya que el lugar no ofrecía ninguna privacidad. Muchas veces no tenía agua o luz. 

Al menos le tocó un destino cerquita, en un barrio pobre de República Dominicana donde su familia podía visitarla de vez en cuando.

 Se transforma su vida

 Pero no fue fácil. Eso sí, su crecimiento interno fue impresionante. 

Su mamá Ada Myriam Felicié  asegura que de su casa salió una jovencita tímida e introvertida y dos años después regresó toda una mujer fuerte y líder probada.

 “Cuando estaba en la universidad  no sabía qué quería hacer y me acordé de que yo tenía ese deseo  de hacer trabajo voluntario fuera del país para conocer el mundo un poquito más y me puse a buscar por internet”, contó Yaazieli a Primera Hora.

Sus amigas le decían que estaba loca porque recibiría muy poca compensación por “detener” su vida y sus estudios para estar  en  los Cuerpos de Paz. Y hasta terminó su relación sentimental. Luego tomó clases de francés porque en un principio había una gran posibilidad de que la enviaran a África. Esperó un año en el que la organización hizo un gran escrutinio para saber si era una persona idónea. Al final su destino fue Sosúa, en Puerto Plata.

“Tuve un momentito de pensar ‘mejor espero a (que me envíen a) otro país para tener una experiencia diferente’, porque yo  había ido a República Dominicana, pero como turista. Después acepté... El lugar resultó una montaña donde la pobreza es bien grande y bien distinto al área turística”, indicó la joven.

Los primeros tres meses fueron de entrenamiento sobre cómo crear programas pedagógicos tanto para adultos como para niños. Y una vez terminó esa etapa, rápido puso manos a la obra y comenzó a trabajar en la comunidad.

“Allí había un programa para un laboratorio de computadoras, pero se dieron cuenta  de cómo iban a dar clases de computadora si los niños no saben leer ni escribir. Sus papás tampoco. Así que nos enfocamos en eso”, relató.

De esa manera pudo desarrollar un sinnúmero de iniciativas, a veces por su cuenta, otras veces junto a otros voluntarios, para ayudar en la alfabetización de los menores, organizar una biblioteca escolar, un programa para actividades con los padres, entrenamiento a maestros de la zona, manejo de conflictos y hasta competencias de deletreo. 

Trabajo que no se

 limita a lo académico

Yaazieli se siente particularmente orgullosa de que a pesar de las lagunas en la educación elemental, sí pudo enseñar algunos programas de computadoras a ciertos alumnos y pudo llevar un proyecto para mejorar la autoestima de las chicas. Según explicó, por ser un lugar tan pobre y a la vez tan cercano a la zona turística, hay mucha prostitución.

“Prácticamente las enseñan desde chiquitas a depender del gringo o el europeo... el programa busca desalentar esas conductas y que ellas vean que son capaces de estudiar, de trabajar en otras cosas, que no tienen que buscar dinero por favores sexuales. Aprenden de autoestima, sobre bullying. La idea era que ellas sepan que pueden llegar a mejores cosas y luego puedan llevar esas enseñanzas a otras chicas”, explicó.

Gracias a todas esas experiencias y a las alianzas de los Cuerpos de Paz con cientos de organizaciones en Estados Unidos, una vez culminó su aventura en República Dominicana y en la ciudad de Memphis (Tenesí), Yaazieli pudo comenzar una maestría en la New York University (NYU) en creación de políticas públicas en el área de educación.

“Creo que me siento más segura. Yo sé que si tal vez me hubiera quedado en sicología forense, no me hubiese atrevido a ir a Nueva York a vivir sola... En la parte emocional pues ahora no me da tanto miedo de enfrentar retos, cosas que antes no me hubiera atrevido”, aseguró.

Ahora también sabe cuál es el rumbo que quiere darle a su vida.

“Yo  disfruté tanto trabajar con la comunidad, educar a personas y yo aprender con esa comunidad, pasar por ese proceso me ayudó a entender que para mí lo más importante en el mundo ahora mismo es la educación,  que más personas tengan acceso a la educación”, puntualizó Yaazieli.