De indispensable centro de comercio a zona en decadencia
La fundación de Río Piedras data del siglo 18 y desde entonces fue el centro de intercambio comercial más importante del País. ¿Qué ocurrió en el antiguo municipio para llegar a sus condiciones actuales?
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 2 años.
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Con una historia de grandes contrastes, atada a la siempre influyente presencia de la colindante ciudad capital, Río Piedras ha logrado mantener una identidad propia que ha sobrevivido a través del tiempo, incluso luego de perder su condición de municipio tras la anexión a San Juan a mediados del siglo pasado.
Mira aquí el especial: Río Piedras: del recuerdo a la realidad
En sus orígenes, según explicó el historiador Juan Ángel Giusti Cordero, el área de Río Piedras era una zona dedicada a la agricultura y la ganadería, en gran medida para satisfacer la demanda de San Juan.
Aunque se menciona la fecha de 1714 como el año de su fundación, el doctor Giusti explicó que los datos sobre su origen no están del todo claros y no existen documentos de constitución del municipio.
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De hecho, existen imágenes históricas, “que son un enigma”, que apuntan a una gran celebración en 1946 de 200 años en Río Piedras, que fijarían su fundación en el 1746, aunque no se sabe con exactitud qué son esos 200 años que celebraban en ese festejo.
Sí se conoce que para el siglo XVIII, a través del área de Río Piedras había haciendas azucareras, como la hacienda San Patricio (en el área que conserva ese nombre) y la hacienda San José (a la entrada de Cupey), y también se hace referencia a que había abundancia de frutas de diversos tipos (piñas, cítricos, melones, café, cocos), así como de caza, pesca y ganado a través de la extensa red de ríos, quebradas, ciénagas, humedales y manglares que conformaban la zona.
“Había una economía bien heterogénea, una de las más heterogéneas de Puerto Rico. Ahí tenía que ver mucho el agua, el río, el río Piedras, que define al municipio como ningún otro municipio en el país, tan y tan definido por un solo río, que tiene veintipico de quebradas, toda una retícula tremenda”, comentó Giusti. “Es un área muy fecunda en términos ecológicos, que favorecía el asentamiento libre. Era difícil desarrollar haciendas típicas ahí, por la misma humedad de los terrenos”.
Para finales del siglo XIX, agregó el historiador, ya Río Piedras contaba con un pequeño centro urbano, y hay todavía edificios, como la alcaldía, que datan de aquellos tiempos. “Pero realmente la universidad es lo que le da el empujón fuerte a Río Piedras. Por eso es tan importante la relación entre la universidad y Río Piedras. Porque Río Piedras no era tan centro urbano, tenía mucho carácter de casas de veraneo de la gente pudiente de San Juan”.
A principios del siglo XX, con el establecimiento de la universidad, “es que se ve un aumento notable en población y estructura urbana”, entre otras cosas porque a estudiantes y profesores que se le hacía mucho más conveniente vivir cerca de la universidad, dada las dificultadas de transportación general de entonces.
Con ese auge urbano, también se desarrolló el comercio, aprovechando la localización estratégica de Río Piedras como “centro regional”, que conectaba la Isleta de San Juan con otras regiones como Carolina, Caguas y Trujillo Alto, desde donde provenían las mercancías con destino a San Juan.
“Ese carácter de centro regional fue bien importante también. Si ibas a San Juan, tenías que pasar por Río Piedras. Por eso es que Río Piedras desarrolla la plaza de mercado más importante del País, porque aquí llegaban los productos de toda esa área, que era área de mucha agricultura y ganadería, que abastecía a San Juan. Pero Río Piedras era el punto de enlace”, comentó el historiador.
La clientela de Río Piedras se extendía por toda la periferia de su centro urbano y hacia el este hasta Río Grande, “con los carros públicos, que era una cantidad enorme de gente que venía, sobre todo de esa área llana hacia el este”.
Para las décadas de 1950 y 1960, el auge de Río Piedras era tal que “era la segunda ciudad de la Isla después de San Juan, más que Ponce y Mayagüez, en términos de población, de actividad comercial”. Sin embargo, San Juan, que para entonces contaba con un territorio reducido que se limitaba a la isleta y áreas de Santurce puso la mira en las tierras de Río Piedras para sus planes de urbanizaciones y centros comerciales que distinguieron el desarrollo urbano de Puerto Rico en la postguerra.
“Felisa Rincón (de Gautier, entonces alcaldesa de San Juan) fue la líder decidida, algunos dirían implacable, para anexar a Río Piedras. Ese era su norte”, comentó. “Entonces empujaron este referéndum en el 1951, que se celebró a la vez con el referéndum sobre la Ley 600, que era sobre la Constitución, sobre si aceptaba o no la Constitución”.
Doña Fela, como se conocía popularmente a la alcaldesa de San Juan, hizo campaña por lo que llamaban “la consolidación de San Juan a Río Piedras”, y se dio la votación, a pesar de que “la gente de Río Piedras no lo favorecía, particularmente la gente que vivía alrededor del centro urbano”.
Sin embargo, explicó Giusti, la creciente población que se estaba estableciendo en la zona de Puerto Nuevo, proveniente de Santurce y otras partes de la Isla y que no tenían realmente lealtad a Río Piedras, resultaron ser “el electorado decisivo para la anexión de Río Piedras”.
Por otro lado, el entonces alcalde de Río Piedras, Francisco Álvarez, se vio envuelto en un escándalo de corrupción y terminó en un proceso de destitución, que a su vez dejó al municipio en una posición de indefensión ante el esfuerzo de anexión que empujaba doña Fela desde San Juan.
“La alcaldesa interina, Ángeles Méndez, que es la última alcaldesa de Río Piedras, entregó las armas. No hizo nada. No hubo una campaña visible del gobierno municipal de Río Piedras en defensa de su existencia”, expuso Giusti.
A pesar de ser anexado a San Juan, sostuvo el historiador, Río Piedras tuvo un impulso por unos años más, “que se nota, por ejemplo, en los Cardenales de Río Piedras, el equipo de baloncesto, que continuó y, de hecho, tuvo sus mejores años, quizás porque la gente estaba tan necesitada de afirmar la identidad de Río Piedras y la gente lo apoyaba mucho, pero tuvo sus mejores años y ganó varios campeonatos del Baloncesto Superior. El comercio en Río Piedras seguía floreciendo y tuvo una década muy buena en los años 60. La Universidad estaba creciendo a todo lo que daba, en términos de cantidad de estudiantes, y ayudaba mucho en términos de hospedaje”.
Para la década de 1970, tras la apertura de Plaza las Américas y con el auge del uso de automóviles privados, comienza el declive de Río Piedras. Para contrarrestar eso, se hizo primero un enorme estacionamiento subterráneo, y luego el centro comercial en la Plaza De Diego.
“Todavía había un terminal de carros públicos enorme. Ahí se ve la importancia de Río Piedras como centro regional. Tenía carros públicos para todos lados. Era probablemente el centro de carros públicos más importante de la Isla. Y mientras había mucha gente que no guiaba todavía, que dependía de carros públicos, Río Piedras se podía mantener. Pero se estaba viendo la cosa ya difícil”, explicó el profesor.
A pesar de todo, para la década de 1980, todavía la avenida De Diego, y en particular Plaza de Diego, atraían mucha gente y Río Piedras era “un sitio bien vibrante”, que contaba además con una asociación de comerciantes “muy activa” y otras organizaciones e instituciones cívicas fuertes, como logias masónicas, la Iglesia Evangélica, la Primera Iglesia Bautista de Río Piedras, asociaciones de residentes, el Seminario Evangélico, entre otras.
“Eso ayudó a que, aunque Río Piedras perdió su identidad como municipio, estas asociaciones ayudaban a darle una coherencia a los esfuerzos cívicos y daban la cara por Río Piedras”, abundó.
Sin embargo, el declive del centro urbano continuaba, y se precipitó aún más con la trágica explosión de la tienda Humberto Vidal en noviembre de 1996, que fue “un golpe fuertísimo, terrible” para el comercio.
Entre finales de la década de 1990 y principios de la del 2000, ocurrió la construcción del Tren Urbano que, aunque originalmente no iba a pasar por el centro urbano de Río Piedras, luego de un reclamo de su gente se acomodó la ruta para que pasara por debajo de ese lugar. Eso dejó lo que el doctor Giusti califica de “efecto complicado”, pues si bien quedó una estación en el casco de Río Piedras, la construcción provocó que el área estuviera por años bajo los destrozos y complicaciones que conlleva una construcción de esa magnitud, afectando los negocios de la zona y provocando que muchos incluso tuvieran que cerrar.
En medio de todo eso, sin embargo, Río Piedra recibió en 1995 la Ley 75 (Ley Especial para la Rehabilitación de Río Piedras), que le da a la universidad un rol asesor en cuanto a planificación, y le asigna unos $450,000 para proyectos de rehabilitación. Además, esa ley ha facilitado el surgimiento de organizaciones como Cauce (Centro de Acción Urbana, Comunitaria y Empresarial de Río Piedras) y el Fideicomiso para el Desarrollo de Río Piedras, que se han unido a los esfuerzos de otras organizaciones cívicas en defensa del centro urbano de Río Piedras.
Esa ley, enmendada en 2016, continúa vigente y sirve de base a un sinnúmero de proyectos que hoy día trabajan por devolver al centro urbano de Río Piedras al esplendor de antaño.