De carreras y salmorejo en el Festival Jueyero de Maunabo-VÍDEO
Dieron las 4:00 p.m. y con la hora el anuncio de la primera carrera de jueyes de la tarde, rápidamente decenas de personas se arremolinaron alrededor de la pista de carreras.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 11 años.
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Maunabo- Dieron las 4:00 p.m. y con la hora el anuncio de la primera carrera de jueyes de la tarde, rápidamente decenas de personas se arremolinaron alrededor de la pista de carreras, el silencio consumió el lugar mientras uno de los organizadores colocaba la docena de crustáceos en el centro.
El silencio continuó aun cuando el juey que tenía escrito en su carapacho el número dos salió en escapada para ganar sin problemas. La algarabía se apoderó de los presentes tan pronto el resto de los jueyes comenzaron al unísono a salir del círculo que servía de pista y se escurrían entre las piernas de los espectadores.
"Vélalo que se va, vélalo que se va. Se fue, se fue… cógelo", anunciaba el animador de la carrera, con gritos que se confundían con los de histeria de la gente por la cercanía de los jueyes.
De esta forma, subió a escena la parte más esperada del segundo día de actividades del Festival Jueyero de Maunabo, en edición número 26.
Los interesados en participar pagaban $3 por apostar a uno de los jueyes, que se escogían entre los números del 1 al 12, que es la cantidad de ejemplares en la carrera.
Entre las personas que gritaban estaba Wanda Torres. La mujer no gritaba de miedo, era de emoción y no era para menos. Por primera vez viajó desde Río Piedras a Maunabo con sus hijos y su esposo hasta el festival, con la curiosidad por las carreras, y fueron sus hijos Moisés y Sheila Hernández quienes ganaron el primero y último lugar. Porque sí, al último juey, también le dieron un premio por ser el más lento.
El premio del primer lugar fue una docena de jueyes. Ese se lo llevo Moisés, mientras que a Sheila le dieron una paila color verde como las que se usan en las casas para limpiar o guardar herramientas.
"Nos los vamos a comer. Yo misma los hiervo y los saco. Ya me está esperando la olla", dijo la mujer entre risas.
Como la familia sanjuanera fueron muchos otros los valientes que desafiaron el ardiente sol costero para ir a participar del festival. Algunos asistieron por la curiosidad de las carreras, otros por degustar un buen plato de salmorejo de jueyes, una alcapurria o una arepa rellena con el delicioso crustáceo.
"Nos gustan los jueyes, la música y disfrutar de Puerto Rico", dijeron Wilfredo Picorelli y Doris López, residentes de Carolina, mientras se tomaban el agua de un coco frío. Doña Nancy Crooke llegó al festival desde Río Grande. Hizo el viaje motivada por las carreras, pero mientras empezaban se comió un arrocito con jueyes y salmorejo, menú de varios de los kioscos de comida. Otro de los platos solicitados eran los jueyes hervidos. Los tenían en una jaula y cuando los comensales los pedían, los echaban a hervir al momento.
Mañana, domingo, es el gran cierre del festival, que comenzó hace 26 años como una manera de colectar fondos para el equipo de pelota Doble A, equipo que no puede llevar otro nombre que los Jueyeros de Maunabo.
"Somos los jueyeros porque en una época atrás había mucho juey en Maunabo, pero a medida que sigue el progreso, la construcción de carreteras se va destruyendo su hábitat", explicó Héctor Rodríguez, presidente de la organización sin fines de lucro Jueyeros de Maunabo Inc., organizadores del festival.
Aunque el evento ya no se realiza pro fondos del equipo de pelota, la organización continúa ayudando económicamente a los equipos de pequeñas ligas de béisbol, baloncesto y otros deportes de Maunabo y áreas limítrofes.
El cierre comenzará con el desfile del carnaval, que saldrá a las 2:00 p.m. desde la calle Antonio R. Barceló hasta el Complejo Deportivo, donde se celebra el festival. Luego, a partir de las 5:00 p.m., será la esperada corrida de jueyes en la que cientos de jueyes serán liberados en distintos puntos del estacionamiento, con el fin de que los asistentes puedan atraparlos.
"Cuando la gente está envuelta con la música y la parada, como un efecto sorpresa, soltamos como 12 docenas de jueyes. El que sabe pescar los coges y el que no, se va a correr. Siempre les advertimos que son de aquí y que son bravos. Así que si no sabe pescar, no se arriesgue. También pedimos que no los pateen o los pisen. Aquí el que lo coja, se lo lleva sin ningún costo", describió Rodríguez.