Dan la mano para “coser” sueños
La vida de Lalo Rodríguez y Ada Reina Ortolaza son las máquinas de costura.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 7 años.
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Fue así que en 1996 llegaron a la plaza Juan Ponce de León, en el casco urbano de Ponce, donde han mantenido su operación ininterrumpida a pesar de los embates económicos. No solo reparan sino que venden máquinas de segunda mano y accesorios.
“Yo le dije a mi esposo: ‘tú te llamas Lalo Rodríguez, así que vamos a ponerle al negocio Lalo Rodríguez, porque eso va a ser un ‘boom’. La gente va a parar y decir: ‘mira, Lalo Rodríguez, el cantante’, y efectivamente así ha sucedido”, contó la esposa entre risas al recordar sus inicios.
Sin embargo, aunque el efecto llamativo del nombre les ha ayudado todo este tiempo, ha sido su accesibilidad en precio lo que les ha garantizado la clientela, indicó Ortolaza Cabán.
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Sus clientes son “personas humildes y sencillas que tienen negocio de sastrería en sus casas y necesitan -para poder trabajar- una maquinita que esté al día”.
“Las personas, por cuestiones económicas, siempre buscan un lugar donde se les pueda atender a buen precio. Mucha gente nos llama ‘los mecánicos del pueblo’ porque tratamos de tener unos precios accesibles al público. Quizás grandes compañías cobran más de $45, pero nosotros nos vamos con el pueblo, con $20 o $25, dependiendo de lo que tenga la máquina”, explicó.
Si bien es cierto que antes tuvieron entre sus clientes algunas fábricas y ahora no, Ortolaza Cabán puntualizó que con la crisis económica más gente ha decidido empezar a coser para sustentarse.
“Hay más personas que se dedican a la costura porque se quedan sin trabajo, tienen que buscar una alternativa para seguir adelante, y traen la máquina de su mamá o abuela para seguir trabajando y ganarse un pesito”, señaló.
Cada vez son menos quienes realizan esta labor, pero “los que lo hacemos le ponemos mucho cariño y amor”, comentó Ortolaza Cabán. A la pregunta de si cree que este oficio desaparecerá, respondió de inmediato “¡espero en Dios que no!”.
“Siempre aparece alguien nuevo. Es que yo le doy la tarjeta a usted, usted se la pasa a otro y así llegan a nosotros. En un momento estuvimos como ocho años corridos recibiendo personas que navegaban el mundo y buscaban máquinas de segunda mano para sus viajes, y todos llegaron por una pareja de Inglaterra que nos compró”, relató.
A pesar del escenario sombrío que se cierne sobre algunos negocios y el país en general, esta pareja no piensa en el retiro.
“Tenemos mucha fuerza. Mi esposo tiene una condición de salud y yo también, pero créeme que todos los días nos levantamos con el deseo de trabajar y conocer gente linda”, expresó Ortolaza Cabán.