Guánica. El fuetazo de los terremotos y la pandemia han dejado en pie solo dos negocios en el famoso malecón del Pueblo de la Amistad, donde los comerciantes echan el resto para no cerrar los locales.

Algunos dicen que Guánica se ha convertido en un pueblo fantasma. Decenas de casas siguen en el piso, tal y cual fueron derrumbadas con los terremotos del 6 y 7 de enero de 2020, mientras otras estructuras se han seguido rajando con los miles de remezones que se han registrado durante todo el año, que por momentos parecen calmarse y que luego regresan, en su mayoría, con menor intensidad.

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Muchos guaniqueños se han ido, algunos han emigrado o se han mudado a otros pueblos. Carol Ríos Coll, perdió su casa en el barrio Abras, en un año perdió tres negocios, pero no se rinde.

Contra viento y marea, ahora con las restricciones de las órdenes ejecutivas por la pandemia, la comerciante, nacida en Arecibo y residente de Guánica, echa el resto por su negocio de comidas, con especialidad en mariscos. Su negocio, “Al Son de Carol”, fue pérdida total con el terremoto del 7 de enero del pasado año, luego la comerciante se estableció por un tiempo en un pequeño quiosco, y hace más de dos meses, reabrió en otro local que alquiló en la esquina del malecón.

“Después de los temblores un amigo comerciante, dueño del restaurante Trasiego, me dejó establecerme en un kiosquito para que yo pudiera generar ingresos. No era lo mismo que en el negocio grande, pero las personas venían a comprar. Una vez empezó la pandemia todo cambió. Eso dio un giro de 360 grados”, relató Ríos Coll, en entrevista con Primera Hora desde el atribulado malecón.

“Estuvimos un tiempo en el lock down, después empezó a salir la gente con miedo y entonces, volvimos un poquito a nivelarnos en la situación, pero nunca como antes, jamás. De allí logramos alquilar aquí y estamos tratando nuevamente de empezar de cero. Para mí ha sido bien duro porque en un año he tenido que levantar tres negocios, pero el comerciante que tiene fe y fuerza de voluntad, lo logra”, sostuvo la arecibeña y guaniqueña de corazón.

El negocio, que se especializa en langosta, pescados, carrucho, mofongo y empanadillas de mariscos, abre de jueves a domingos.

“El plato fuerte son las langostas”, sostuvo la emprendedora mujer. Para no caer en pérdidas la comerciante dijo que ha tenido que reducir la empleomanía. Tenía cinco empleados, ahora son dos, además de ella y su esposo. “No puedo pagar las nóminas”, relató.

En el malecón, un ícono del pueblo, Ríos Coll subrayó que solo quedan dos restaurantes abiertos, El trasiego y el de ella. “Este pueblo se quedó como el pueblo fantasma. Aquí todo el mundo se mudó. En el área de la barriada que son los que están más cerca del mar, ahí no vive gente. Los que se quedaron son los que están cerca de la calle principal”, narró la comerciante, quien dijo que en los primeros días de la semana, el área que siempre fue concurrida, ahora está desierta.

Aunque reclamó que la pandemia por el COVID-19 “les ha hecho un hoyo”, reconoció que los comerciantes también tienen que cuidarse y no bajar la guardia ante la mortal enfermedad. “Hay que cuidarse, porque una vez la gente empieza a tomar se quitan las mascarillas y quieren estar encima de los otros. Yo tengo que trabajar, pero también trabajo con miedo”, sostuvo.

“Somos personas de mucha fe. Siempre he dicho que el insiste persevera y el que persevera alcanza. Yo no tengo más entradas que lo que trabajo. Así que no puedo quedarme en mi casa. Tengo que trabajar con pandemia, como sea”, indicó.

“Nosotros hemos seguido con las restricciones, las mascarillas, los termómetros, disminución de las personas que antes podía aceptar en el negocio, pero hay que abrir. Ayer fue un día terrible para el comercio. No había gente. Siempre hago mis anuncios por la radio de los platos especiales para atraer a la gente”, expresó Ríos Coll.

En el nuevo local lleva casi tres meses. Dijo que Anthony Cruz Marcial, otro comerciante también le tendió la mano para que vuelva a florecer.

“Aquí estoy con el apoyo de mis clientes, que, gracias a Dios, siempre me buscan”, aseguró Ríos Coll, quien destacó que viene de una familia de comerciantes.

“Vengo de una familia en la que todos tienen negocios. Fui criada por mi abuelita que tenía una cafetería que se llamaba la Parada del Camionero en Arecibo, y mi abuelo, tenía un resturant que se llamaba la Parada Choferil. Mi abuelita en Arecibo y mi abuelo, en Barceloneta. Me crié en ese ambiente desde chiquita. Mi mamá cocinaba, trabajaba con mi abuela. Todavía el negocio está. Ahora lo tiene mi tío”, rememoró con optimismo.