Crystal Leann Anzaldi pisa suelo boricua
La joven quería reencontrarse con esa gente maravillosa que la cuidó y logró que recobrara su verdadera identidad.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 12 años.
PUBLICIDAD
Abrió los ojos y vio los mismos árboles, más altos, pero los mismo árboles. Volvió a escuchar el coquí, el mismo cantar que oía en un cassette, en Oregon, para dormir tranquila. Redescubrió la ventanita de su cuarto en la última casa donde vivió en Luquillo. Saboreó la chocolatina que bebía en el colmadito del barrio y experimentó una explosión de sabores de la comida criolla que tanto añoraba. Recorrió el patio de recreo de su escuelita elemental. Volvió al castillo El Morro, el que veía en documentales. Sintió el sol abrazador, el sofocante calor.
Pudo hablar, finalmente, de la soledad que la arropó siendo sólo una pequeña ajena a su realidad.
Crystal Leann Anzaldi tomó la valiente decisión de iniciar un peregrinaje por su pasado para enfrentarse a sus fantasmas. Quería ir tras las huellas de esa niña que Nilza Gierbolini había mantenido ilegalmente en la Isla bajo el nombre falso de Sonia Guzmán. Quería reencontrarse con esa gente maravillosa que la cuidó y logró que recobrara su verdadera identidad, su país de origen y su familia real.
Crystal pisó otra vez suelo boricua. No lo había hecho desde que su padre, Jeff, recobró su custodia hace ya más de 14 años y se la llevó a vivir a Portland, Oregon.
“Estoy emocionada”, dijo tras su arribo a la Isla.
¿Qué es lo primero que sentiste al bajarte del avión?
Calor, había olvidado lo intenso que era.
Crystal rebobinó su vida y poco a poco las imágenes la reconectaron con su pasado. Era necesario para esta mujer de 22 años recobrar a esa niña que guardada en su memoria.
Fue un estallido de recuerdos, un encuentro con una “familia” que no sabía que tenía aquí. Fue un viaje trascendental en la búsqueda de su verdad, de esas respuestas a muchas preguntas sobre su secuestro cuando tenía 14 meses de nacida y fue robada de la propia casa de sus padres en San Diego, California.
La acompañó su novio Jake y su abogada Britt Nelson.
Lo primero, y tal vez más importante, fue reencontrarse con sus “héroes”, aquellos que la salvaron. La reunión se dio en Primera Hora. Adentro la esperaban el hoy ex agente de la Interpol Ismael Cintrón, quien en sólo 40 horas resolvió el caso al darse cuenta que la sonrisa de “Sonia” era la misma de la bebé que permaneció en la base de datos del Centro de Búsqueda Nacional de Niños Desaparecidos por siete largos años. Trajo a sus hijos, ambos querían conocer a la joven de la que tanto les hablaba su padre.
Junto con Ismael estaba su ex jefe José Berríos y la cabeza del equipo de trabajadores sociales que atendió y protegió a la niña, Josefina Figueroa.
La ansiedad y la emoción se respiraban.
Crystal, Jake y Britt entraron y todos se pusieron de pie. La joven se mostraba un poco tímida. Los presenté. Primero fue a Ismael. Ambos se miraron y luego se abrazaron.
“Tiene la misma sonrisa”, dijo Ismael.
Después, conoció a José y luego a “Cheffie”, como le dicen cariñosamente a Josefina. Crystal los abrazó a todos.
“Estoy feliz de tener a mi familia, y muy contenta de conocerlos”, les dijo Crystal.
Entonces, se sentó. Había traído consigo una libreta y un bolígrafo. Ahí tomaba apuntes de cada detalle. Ella hacía preguntas, igual que Britt. Cheffie, Ismael y José le daban respuestas. Hablaron sobre cómo resolvieron el caso y del impacto en sus vidas, de cómo Nilza fabricó el certificado de nacimiento y del reconocimiento que se le hizo al equipo de Interpol en el Congreso tras haber rescatado a Crystal.
“Recuerdo ese viaje (al Congreso)... Todavía tengo esa medalla y la veo de vez en cuando… Tengo un osito, es azul, y tiene el emblema del Programa de Niños Desaparecidos”, compartió Crystal.
Una de las cosas que más le llamó la atención a Crystal fue que Nilza le dejó su verdadera fecha de nacimiento en el certificado falsificado: el 10 de octubre de 1989.
Ésa revelación la dejó pensativa.
Contó también que Nilza la dejaba sola casi siempre y, de hecho, por eso fue que su ex compañero Marshall Chamblin decidió llamar al Departamento de la Familia y reportarla.
“Siempre estaba sola”, confesó Crystal.
¿Nilza te dejaba sola?
Ella no estaba bien… recuerdo que siempre estaba borracha, siempre me dejaba sola, siempre estaba pasando algo.
¿Recuerdas a Marshall Chamblin?
Sí, era amable. Yo estaba ahí cuando él llamó...
¿Al Departamento de la Familia?
Sí. Le dijo (a Nilza) que él iba a salir y que, si se atrevía a dejarme sola otra vez, iba a llamar a Servicios Sociales. Le dijo: “Espero no encontrarte en el bar”. Pero él salió y ella se fue al bar. La mayoría del tiempo, yo estaba sola en la casa. Cuando él llegó y vio que no estaba, hizo la llamada.
De ahí, pasó a varios hogares sustitutos, hasta que su padre, Jeff, logró llevársela. Es curioso, Crystal preguntó cuánto tiempo pasó de casa en casa bajo la tutela de Familia.
“Como siete u ocho meses”, le respondió Cheffie.
“Cuando era niña, me pareció eterno… ahora sé que no lo fue”, reaccionó Crystal.
Le mostré también los archivos de Primera Hora para que creyera que su madre biológica, Dorothy, había viajado a Puerto Rico tras su rescate. Se sorprendió mucho.
El reloj marcaba casi el mediodía, cuando terminaron.
Tras este encuentro Crystal, ¿cómo te sientes?
Estoy conmovida, emocionada… muy contenta.
¿Qué ha significado para ti?
He aprendido mucho, y eso es importante para mí, aprender qué fue lo que pasó y cómo pasó. Hay cosas que nadie puede contestarme… pero encontraré las respuestas.
¿Satisfecha?
Mucho.
¿Y para ti, Ismael?
Para mí, ha sido algo grandioso verla otra vez... Yo siempre quise volver a verla otra vez, fueron 14 años… Estoy bien contento de verte otra vez (le dice a Crystal).
“Me hace feliz que hayas resuelto el caso... muchas gracias, significa mucho para mí”, le contestó Crystal a Ismael.
Cheffie, ¿feliz?
¡Bien emocionada! Yo decía: “¿Qué será de la vida de Crystal?”. Siempre encomendándosela a Dios, que pudiera superar todo, porque no es una experiencia fácil… Y la carita es igual.
Luego de despedirse con un fuerte abrazo, Crystal no dudó un segundo en que fuéramos al epicentro de sus últimos años en la Isla: Luquillo. Nos acompañó Cheffie.
La primera parada fue en los kioscos de Luquillo. Extrañaba el sabor de la comida criolla con la que se “crió” los primeros años de vida, esos que te forman y nunca se olvidan.
Paramos en el kiosco #20 El Terruño y allí pidió carne frita con mofongo. Al primer bocado exclamó: “Oh, Dios mío, éste es el mejor cerdo que he comido en mucho tiempo”. Al fondo, está el mar y tras almorzar, los tres se fueron a verlo. Tomaban fotos y se abanicaban. El calor era intenso.
Entonces, iniciamos el camino hacia su pasado. Subimos al barrio Pitahaya, a ver la casa donde vivió por última vez con Nilza y Marshall. Mientras íbamos campo arriba, Crystal mantenía silencio y su retina se llenaba de imágenes. Estaba como en una especie de trance a su pasado.
¿Recuerdas la casa donde vivías con Nilza?
Sí, que estaba en el tope de una montaña… el verde, recuerdo el verde… mira, esa montaña, la recuerdo.
Finalmente, llegamos. La residencia lucía diferente, pero una vecina me confirmó que sí era, que Marshall ya no vivía allí y que la había comprado un pastor hacía varios años.
Volví al auto y le dije a Crystal: “Aquí vivías, ¿quieres bajar?”.
No lo dudó. Caminó y se agarró de la verja que da hacia el terreno de la residencia. Se quedó mirando fijamente cada espacio. Su novio, Jake, le tomó la mano. Por varios minutos guardó silencio.
¿Recuerdas el lugar?
Sí, ahí era mi cuarto (señalando a una las ventanas). Recuerdo que corría por todo el campo y que a veces me regañaban. Jugaba en el campo.
¿Qué sientes en este instante?
No respondió de inmediato. Pensó, me miró, me dijo pausadamente e, incluso, hasta con dulzura: “nostálgica”.
Pero no era por Nilza. Su nostalgia era por esa niña, por sus juegos, por el campo, por los árboles.
En ningún momento lloró.
Después, fuimos a la escuela elemental Pitahaya, donde estudió como la alumna Sonia Guzmán antes de revelarse que era una niña que había sido secuestrada en 1990.
¿Recuerdas la escuelita?
(Con emoción) Sí... creo que mi salón era en el segundo piso. Yo corría por todo esto (el patio de recreo).
Su maestra de segundo grado Luz Selenia Maldonado salió al reencuentro y gritó: “¡Ay, Crystal!”. Esa mujer expedía pura emoción y la abrazó bien fuerte. Crystal le correspondió. “¡Qué emoción! Está bien guapa, los mismos ojitos... una sobreviviente”, dijo Maldonado tras echarle la bendición.
Y de ahí pasamos por el colmadito de al lado de la escuela, que Crystal tenía grabado vivamente. Allí, contó, se tomaba una chocolatina Yohoo cada mañana.
“Me acuerdo de ella, después pasó lo que pasó...”, dijo el dueño, don Miguel García.
¿Le sorprende verla?
¡Claro, imagínate, tanto tiempo! y después que supe lo que le pasó... me alegra mucho que esté tan bien.
También pudo abrazar a su trabajadora social Marycelia Vélez Matienzo. Era bien apegada a ella. La recordó de inmediato. Se abrazaron.
“¡Qué bella está! Me alegro que esté bien”, dijo.
Para ese momento, Crystal me confesó que estaba agotada mentalmente. Era normal, había sido una jornada intensa.
El día terminó en El Morro, donde la noche nos sorprendió. Estaba maravillada con su belleza y cómo recobraba esa pieza de nuestra historia. Mientras caminábamos al auto se detuvo y dijo: “Oye, el sapito”. Era el cantar del coquí.
Después de esta experiencia, ¿cómo te sientes?
Siento que debo volver, que quiero volver. Me gusta mucho aquí en Puerto Rico.
¿Encontraste las respuestas a todas tus preguntas?
Tengo algunas respuestas, sí, respuestas que ayudan... Pude hablar con Ismael y preguntarle cómo pudo parear mi sonrisa. Pude decirle cosas a Ismael que quería decirle...
¿Como qué?
Que cuando era pequeña quería ser una oficial de la Policía por él… Es mi superhéroe.
¿Te siente más aliviada?
Satisfecha, contenta. No me quiero ir.
¿Qué es lo más que te gusta de la Isla?
El sol, la comida, el cantar del coquí... Las personas que vi son maravillosas, sí.
¿Fue importante reencontrarte con todos?
Fue muy importante para mí.
¿Por qué?
Porque por mucho tiempo no podía armonizar los rostros que lograron recuperarme (del secuestro) y ahora tengo esos rostros de todos aquellos que me salvaron, que me cuidaron, que me encontraron... Fue muy importante.
¿Te vas más fuerte?
Creo que sí, pero lo que sí te puedo asegurar es que no me siento incómoda con todo lo que viví y enfrenté estos días. Me siento incómoda de irme…
¿Te sientes como en casa en Puerto Rico?
Eso es verdad.
¿Por qué?
Es difícil de explicar, pero así me siento.
¿Cómo describirías esta experiencia?
Fue increíble.