Convierten ruina colonial en centro de investigación y servicios a la comunidad
Jardín de Olas sirve de base para una diversidad de programas e iniciativas de la Fundación Surfrider de Puerto Rico.
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 meses.
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Un viejo edificio de la época de la colonia española, que se arruinaba en un predio del barrio Bajuras, en la costa de Isabela, fue el escenario idóneo para que, en poco tiempo, naciera y floreciera, de la mano del capítulo local la organización internacional Surfrider, un centro de investigación y restauración ecológica que hoy ofrece una variedad de servicios a escuelas, universidades y comunidades.
El proyecto comenzó a gestarse hace dos años y medio, explicó Héctor “Tito” Varela, gerente de programas de la Fundación Surfrider de Puerto Rico, luego que el capítulo de la entidad con sede en Rincón lo contratara para trabajar como organizador comunitario, y se percatara de la “necesidad de un espacio” que, además de oficina, pudiera también “funcionar de aula o salón de clases”.
La corriente del destino lo llevó a Isabela, donde, tras lograr un acuerdo colaborativo con el municipio, en aquel vestigio colonial nació Jardín de Olas, un centro que, de acuerdo con todo lo que Varela describió que produce, podría compararse a una de esas famosas herramientas de bolsillo que cuando las abres por uno y otro lado terminan siendo más de 15 funciones en una.
Para empezar, el Centro tiene un laboratorio de calidad de agua, donde “vamos a estar trabajando la colección de muestras en cinco puntos adicionales a los que ya se están tomando en el área de Rincón, y adicionales a los que la gente de la reserva de arrecifes de Isla Verde está tomando, que son los dos puntos que están bajo el mismo programa ‘Blue Water Task Force’”. Con esa adición, habrá cinco “puntos de cotejo y monitoreo” en Isabela, en acuerdo con el municipio.
Las pruebas al agua se hacen los miércoles, ya para el fin de semana se puede ver cómo estuvo la calidad de agua en esos puntos de recolección, consultando el mapa interactivo en la página del ‘Blue Water Task Force’, de manera que las personas “pueden tomar la decisión de si entrar o no entrar a utilizar el recurso, sea surfing, snorkeling, o la orilla de la playa”.
Las pruebas miden la presencia de bacterias, enterococos y heces fecales, que “crean problemas en la salud humana” y, luego de cada informe negativo, entiéndase que una playa está contaminada, se envían cartas al municipio, la Autoridad de Acueductos y Alcantarillados (AAA) y la Agencia Federal de Protección Ambiental (EPA, en inglés), para buscar “entre todos” identificar qué está creando la infección en la playa.
Esa actividad de monitoreo es cónsona con la idea de velar por el medioambiente que fue parte del origen de Surfrider, organización que se fundó en 1984 en California, por varios surfers preocupados por la contaminación en las áreas de surfing, los cierres de acceso a las playas, las construcciones en el área de playas, y otros problemas, y que con el tiempo se extendió por el mundo, llegando a lugares como Australia, Japón, Senegal, Canadá, Argentina, 12 países de Europa y, hace unos 20 años, Puerto Rico.
Desde el Jardín de Olas también se trabaja el programa “Ocean Friendly Restaurants” (restaurantes amigables con el mar), que “está buscando reducir el problema de plástico de raíz”, algo que está afectando a los mares al punto que se espera que “para el 2050 va a haber más particulado de plástico en el océano que peces”.
Tomando en cuenta que los restaurantes son uno de los lugares donde más desperdicios de plástico se genera, con este programa “buscamos a estos restaurantes, estos dueños comprometidos, que ya han ya han estado eliminando el plástico de su oferta de servicio, y te usan, por ejemplo, vasos compostables, cucharas compostables o de madera, no te dan sorbeto o el sorbeto es compostable, los empaques son biodegradables, y se les da una certificación dentro de la Fundación, y los añadimos a un mapa interactivo que tenemos en la página de surfrider.org, donde sobre 500,000 simpatizantes que tenemos, que siguen nuestras redes, cada vez que viajan a un país, les va a salir todos los restaurantes que están dentro del programa certificados”.
Actualmente, “en Puerto Rico tenemos 15 y la meta es este 2024 llegar a 30 alrededor todo Puerto Rico, y estamos trabajándolo junto a estudiantes de práctica de bachillerato”.
De hecho, el Centro cuenta con facilidades que permiten a estudiantes de bachillerato “venir acá y hacer sus prácticas profesionales”. Los dos estudiantes de mercadeo que trabajan actualmente promoviendo el programa de “Ocean Friendly Restaurants”, también van a promover el programa “Student Club Network”, a través del cual jóvenes de escuela superior o universidad pueden crear su capítulo u organización estudiantil bajo la estructura de Surfrider, para que hagan sus propias actividades de limpiezas de playas, reducción de plástico, restauración de manglares, restauración de dunas, entre otras.
Surfrider organiza también adiestramientos para que líderes estudiantiles puedan visitar el Congreso y hablar con los congresistas “sobre los problemas ambientales que tenemos, y pedirles que las agencias federales que están en Puerto Rico tomen más acción”.
Por otro lado, Jardín de Olas consiguió “que la gente de Windmar nos donara alrededor de $25,000 para un sistema completamente solar”, lo que les permite funcionar “completamente fuera del sistema de energía eléctrica”. Asimismo, cuenta con dos sistemas de recolección de agua, una cisterna y otro que están restaurando, un viejo aljibe, que es una especie de pozo que se construía antaño bajo las edificaciones para recoger agua de lluvia a través de canales y desagües.
Con eso, buscan que el lugar “sirva como centro resiliente en el caso de que pase un fenómeno atmosférico, como pasó con el huracán María, y que los vecinos de aquí puedan usar las facilidades. Por ejemplo, ponemos un ‘freezer’ y guardamos los medicamentos; tenemos gente que necesite terapia, aquí va a haber electricidad; gente que necesite agua, tenemos el aljibe y la cisterna; y así poder suplir las necesidades inmediatas en un proceso de emergencia”.
“Y lo mejor de todo es que el centro es un centro replicable”, subrayó Varela. “La idea, y como lo hemos estado promoviendo en otras comunidades, es que cada comunidad o las diferentes organizaciones pueden establecer un centro como este para, en casos de emergencia, poder, primero trabajar con la resiliencia, pero también organizar las comunidades y los grupos”.
Otros proyectos
Pero todavía hay más, pues Jardín de Olas tiene “dos conceptos más, no menos importantes”.
Uno es “un vivero de plantas costeras de difícil germinación, que se llama ‘Nuestra semilla’, donde los jóvenes trabajan con lo que es la germinación de plantas, como manglares, uva de playa o icaco, y tenemos la experiencia de crecer y desarrollar estas plantas para, eventualmente, en nuestras actividades llevarlas a las costas y trabajar en áreas que necesitan restauración ecológica”.
Y el otro tiene que ver con que, “en el espacio donde nos encontramos, tenía una cancha de baloncesto media abandonada. Entonces, con la comunidad y con auspiciadores, le hemos pintado la cancha como es, le arreglamos las verjas, pusimos las áreas, y en las tardes viene gente a jugar baloncesto y en las mañanas tenemos grupos que juegan una variante de tenis”.
Sentimiento comunitario
Como si no fuera suficiente, agregó Varela, el Centro trabaja además en conjunto con otras organizaciones a través del archipiélago de Puerto Rico, para hacer trabajos comunitarios y promover la conservación de los recursos naturales, como es el caso del respaldo que están dando al Proyecto del Senado 1395, “que trabajó una comunidad, para que se haga la Reserva Marina de Vega Baja Manatí”.
“Este espacio que estuvo abandonado, prácticamente desde poco antes del huracán María hasta hace dos años, pues hoy día está restaurado y la comunidad lo utiliza”, afirmó Varela con orgullo, agregando que “la Universidad de Puerto Rico en Aguadilla, por ejemplo, lo ha utilizado para dar talleres a maestros del noroeste” y también han recibido a escuelas de diferentes partes de la Isla para ofrecerles charlas y talleres sobre el cambio climático, que incluyen una visita a la cercana Reserva Natural Comunitaria Mabodamaca, donde pueden ver “la dinámica de los manglares, los manglares que se secaron, la restauración de mangles, las dunas de arena, la restauración de dunas de arena, los arrecifes, y así vamos hablando de cómo la comunidad hace 20 años rescató ese espacio, siendo un modelo o ejemplo para que ellos puedan implementar, de acuerdo al pueblo de dónde vienen, y que vean que cuando hay unión, organización y estructura, se pueden crear grandes cosas”.
Varela asegura que edificar el Centro, que ha hecho resurgir “la vieja escuela donde estudiaron los abuelos y bisabuelos de la gente que vive aquí”, ha sido “un proceso bien lindo” en el que “ha venido gente de la comunidad a ayudarme” y le han contado las historias del lugar y como se ha ido transformando con el tiempo.
“Los vecinos están bien contentos. Ha sido bien sorprendente. La acogida ha sido preciosa, demasiao de lindo, bien chévere”, afirmó. “Es un espacio humilde, pero a la misma vez brinda oportunidades que traspasan fronteras, con mucho esfuerzo, mucha voluntad, y con los donativos y ayudas que recibimos”.
Varela finalizó extendiendo una invitación al público a conocer más de la organización, sus proyectos y ofertas de voluntariado en surfrider.org y puetorico.surfrider.org, y reiterando su aspiración de que el centro pueda “seguir dando servicios a la comunidad, las escuelas, universidades y los diferentes sectores, tanto en educación, de cabildeo, y poder brindar en nuestra región a jóvenes y adolescentes un lugar acogedor, seguro, con todas las facilidades, que sientan que esto les pertenece, y que de aquí salen grandes cosas para el beneficio de las comunidades y del medio ambiente”.