Confinado se abre paso en la Escuela de Derecho
Lejos de colgar los guantes, Miguel Ángel Nieves Domínguez decidió dar un giro a su vida al convertirse en el primer reo que estudia Leyes en la UPR, mientras extingue su sentencia
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Este semestre la Escuela de Derecho de la Universidad de Puerto Rico (UPR) tiene entre sus estudiantes a uno que carga entre sus documentos la responsabilidad histórica de ser el primer confinado en tener la oportunidad de demostrar lo que puede lograr la sociedad al abrir las puertas de la transformación sociocultural que ofrecen los estudios universitarios, y de paso acceder también a una verdadera ruta de rehabilitación, tal como se presume deba ocurrir con cada persona que termine tras las rejas del sistema correccional, por el delito que sea.
Se trata de Miguel Ángel Nieves Domínguez, un hombre de 44 años que desde el 2011 comenzó a cumplir una larga condena a la que fue sentenciado por un crimen ocurrido en 2007, pero que este semestre comenzó a estudiar un Juris Doctor en la UPR, en lo que constituye la primera experiencia de participación presencial de un confinado en una institución universitaria en los Estados Unidos, concretada gracias a un acuerdo colaborativo entre la UPR y el Departamento de Corrección y Rehabilitación (DCR), así como la contribución y perseverancia de un destacado grupo de personas lideradas por Fernando Picó, que el propio Miguel se encargó de agradecer antes de atender a los medios tras interrumpir momentáneamente su jornada de estudios luego de una clase de derecho de familia.
Pero Miguel no llegó a la Escuela de Derecho solo por el trabajo de otros, sino que lo logró por mérito propio. Primero, en mayo de 2022 se graduó Magna Cum Laude de bachillerato en artes del programa de Estudios Generales, como parte de un grupo de confinados que se benefició del acuerdo colaborativo entre la UPR y el DCR que permite el acceso de reos a estudios de bachillerato. Poco después, en enero de este año, fue admitido a la maestría en Administración y Gestión Cultural de la Facultad de Humanidades, donde completó un semestre. Pero como siempre había querido estudiar derecho, a través de una colaboración del programa Enlace con Escuelas Públicas y la Escuela de Derecho, tomó el examen de admisión LSAT, en el que registró la tercera mejor nota, y tras cumplir todas las formalidades, hizo historia al ser admitido en la Escuela de Derecho en agosto pasado.
De hecho, según se reveló en la conferencia de prensa, fue tal la tenacidad de Miguel, que un momento dado llegó a levantar preocupación entre el personal del DCR, porque pasaba días estudiando literalmente sin descanso, desde temprano en la mañana hasta tarde en la noche.
Miguel, quien luce clarísimo en cuanto a la responsabilidad que carga, afirmó estar “bien honrado” por lo que está ocurriendo, y agradecido de “los titánicos esfuerzos que se han hecho para que hoy podamos contar esta historia”.
Repasó que, antes de dar el paso a la universidad, mientras estaba recluido en máxima seguridad, “estaba bien bloqueado, bien confundido”. Pero “una vez comencé en la universidad, comencé a cambiar mi perspectiva de la visión de mundo, entender cosas que no podía entender antes. Me enseñaron a apalabrar ideas, sentimientos, canalizar las emociones”.
“El cambio ha sido… yo he sentido que he crecido como persona, el desarrollo que he tenido ha sido enorme”, afirmó.
Explicó que se inclinó por el derecho porque “siempre he sido como bien activista” y se preocupaba cada vez que veía lo que consideraba una violación de derechos, no solo a confinados sino también a oficiales de corrección, pues desde su ingreso a prisión en el 2007 se ocupó de “empezar a buscar en las Leyes de Puerto Rico Anotadas, el Código (Penal), a mirar las leyes”. De ahí pasó a “asesorar a las personas, a los muchachos”, ayudándolos y redactándoles sus mociones por derecho propio, “hasta que me dio esta hambre de dondequiera que hubiera una violación de derecho, algo contrario a la ley que tenga que sufrir algún ser humano, ahí estaba yo”.
Su empeño no ha pasado desapercibido, pues en el penal se convirtió en una especie de abogado de todos, y asegura que “los muchachos saben y conocen la importancia de esto, saben el peso que yo cargo encima como representación de ellos”, de manera que le aseguran su espacio para poder estudiar. De manera similar, los oficiales correccionales “me han ayudado mucho”.
Afirmó que vive “estudiando”, pues que se levanta a las 5:00 a.m. y una vez desayuna, “empiezo a leer”, hasta la hora de salir. Llega a la universidad y “estudio hasta que venga una clase. Salgo de la clase a estudiar otra vez, a leer. Almuerzo y leo. Vamos a otra clase, salgo de la clase, me quedo leyendo”, y al regresar descansa por unas dos horas “y vuelvo otra vez a la pelea, a estudiar, hasta las 10:00 p.m. a veces hasta las 12:00 a.m., y esa es mi rutina, de lunes a domingo, no hay días libres, para poder cumplir con esto”.
Aseguró que “me gustan todas las clases, todas me llaman la atención”, y por doquier ve la oportunidad de plantear sus preocupaciones, “porque mi interés en esto es precisamente la transformación social, cómo con estas herramientas, con estos recursos aporto mi granito de arena a un cambio social, a trabajar con los problemas sociales”.
Mirando al futuro, sostuvo que, “como activista que soy, que no puedo estarme quieto, me veo trabajando con esto, con derecho. Tengo unas metas establecidas, sé lo que quiero, sé a dónde voy, y me veo trabajando con las comunidades marginadas”, pues “vengo de ahí, vengo de sufrir, soy producto de sufrir la ley. Y me encamino a provocar cambios, a ser un modelo para estos que están detrás mirando, que vienen también caminando por el camino donde estamos sacando los escollos”.
Insistió que “trabajaría en el contexto carcelario o dondequiera que haya una necesidad de derecho”, y dejó saber su aspiración de “desarrollar de alguna manera un derecho penitenciario en alguna universidad”, así como de “tener un despacho legal en las instituciones”, no solo para fiscalizar y ver lo que está mal, sino también para aprender.
Celebró “la voluntad” de permitir lo que, más que rehabilitación, insiste es “transformación social”, y aseguró que lo que está ocurriendo “más que histórico, es lo que hay que hacer. Es la educación la llave, la herramienta y el recurso para la transformación social. Y si a mí me ha servido, ¿por qué no le puede servir a los demás?”.
“Ya nosotros salimos de la institución, ya no estamos en calidad de confinados, ahora somos estudiantes. Es como una libertad, es volver a ser humanos, somos parte de”, insistió.
Y por si queda alguna duda de su crecimiento intelectual, basta ver su impresionante récord sometiendo mociones a nombre de otros ante los tribunales, de Primera Instancia, Apelativo y Supremo, de las que ha ganado 60 y ha perdido solo 9.
A la pregunta de qué diría a quienes critican que se invierta en la educación de un confinado, respondió que “es precisamente porque existen las personas encerradas en este pensamiento de que, pues como yo tengo lo que tengo, allá los demás. Ahora si estás buscando una transformación social, no te debe doler que una persona que quizás no haya tenido los recursos, o los medios para viabilizar las oportunidades” pueda aprender y capacitarse para “cambiar su comportamiento y su forma de pensar”, pues al final todos “somos parte de la sociedad”.
Para sus compañeros y compañeras de clase, lejos de resultar en algún cuestionamiento o preocupación, la presencia de Miguel en el salón resulta en una contribución que califican de muy valiosa, por las experiencias que puede aportar, además de que entienden justo que pueda tener una segunda oportunidad.
“Primero que todo, él participa en todas las clases, tiene un entusiasmo por colaborar y por cambiar el sistema, que yo creo que eso es necesario. La perspectiva de él, para mí, es la más importante porque él es quien vive en el sistema carcelario y sabe todo lo que se enfrenta ahí”, sostuvo Marina Rodríguez, estudiante también de primer año de derecho, y quien comparte tres cursos con el confinado.
“Nosotros, como sus compañeros, estamos entusiasmados de que personas encarceladas participen de nuestras clases, porque el derecho lo tienen. Vemos ese ímpetu de cambio que el compañero demuestra, y creemos en él. Y creemos también en que hay darle unas segundas oportunidades a las personas que han cometido error, porque eso no debe costar cómo guíe su futuro. Estamos con Miguel, y vamos a él hasta las últimas”, agregó la joven.
“La percepción general, Miguel es una persona muy querida en nuestra clase. El entusiasmo, el carisma, la tenacidad que representa, para nosotros es altamente inspirador. Y por sobre todas las cosas, hace aportaciones sustantivas en cada uno de los cursos. Hoy, en la clase de familia, en la clase de reales, en la clase de responsabilidad civil extracontractual, Miguel siempre tiene un pensamiento que nos lleva no solo a validar el derecho, sino a cuestionar el derecho”, afirmó Delvin Caraballo Rodríguez, quien considera que “nosotros somos privilegiados de que este momento histórico lo podamos vivir mano a mano con Miguel” y asevera que este “hecho histórico sin precedentes” manifiesta que la UPR “es el motor de la transformación social”.
De manera similar, para los profesores universitarios, la integración de Miguel al salón de clase es motivo de orgullo, además de resultar en nuevos desafíos profesionales.
La profesora Edna Benítez Laborde, quien lleva 10 años trabajando con el Programa de Estudios Universitarios para Personas Confinadas, aseguró estar “bien emocionada” por el “logro grandísimo” conseguido por Miguel, que comenzó hace años, cuando “el padre Picó lo escogió en una entrevista inicial en el Anexo 292 de Bayamón, en una institución de máxima custodia”, y que consideró “la primera lección que tuve de una mirada, más allá de un uniforme azul, de una persona y un potencial estudiante”.
La doctora Benítez repasó el largo y complicado camino del Programa para llegar a la admisión de un confinado a la Escuela de Derecho, y subrayó la importancia de que exista una voluntad de mantenerlo, pues “para nosotros en la Universidad ha sido evidente, evidente, la transformación humana de las personas con las que hemos trabajado”.
Agregó que la presencia de Miguel en los salones de Derecho, “redunda en una mirada nueva hacia lo que es la educación jurídica, a la diversidad dentro de las escuelas de derecho del País, a la presencia de personas que padecen el derecho, y personas que van a cambiar el perfil de la profesión en su día, porque la futura lucha que tenemos no es solo que Miguel termine, que yo apuesto y afirmo que así va a hacer, es que pueda ejercer la profesión”.
Por su parte, la profesora Erika Fontánez Torres, catedrática de la Escuela de Derecho de la UPR, afirmó que “es un reto. Es extraordinario. No es solamente un logro personal, es un logro institucional. Así que para nosotros catedráticos realmente transforma el salón de clases, pero además nos da mucha esperanza. Nos da esperanza porque la vocación nuestra es poner al servicio del público el conocimiento, poner al servicio de quienes lo necesitan, y ustedes saben que hay un problema serio de acceso a la justicia. Entonces, insertar a la educación jurídica en pasos que adelanten el acceso a la justicia, llevándolo a las personas que realmente lo necesitan en esa formación jurídica, yo creo que es fundamental”.
Agregó que la presencia de Miguel en el salón de clases implica un cambio a la mirada del estudiante tradicional, pues añade integrar su voz y sus experiencias, así como ajustar los ejercicios, materiales y discusiones para asegurar su participación.
Por su parte, la secretaria de Corrección, Ana Escobar Pabón, celebró también “la tenacidad” de Miguel, así como el éxito alcanzado por la iniciativa que sembró el padre Picó, que ha visto graduarse de bachillerato a 16 confinados, y tiene otros más actualmente cursando estudios de bachillerato y maestría, así como a Miguel en el curso de Juris Doctor. Aseguró que esos logros ponen de manifiesto lo que “hemos validado, aprobado, secundado y expresado constantemente que a través de la educación es que podemos lograr la transformación de las vidas de estas personas que están dentro del sistema correccional”.
De hecho, la secretaria aprovechó para confirmar que el DCR renovó el acuerdo colaborativo con la UPR para permitir estudios de confinados, con vigencia hasta julio de 2029, y con la consideración de dos posibles admisiones adicionales a la Escuela de Derecho para 2025 y 2026, de cumplirse los requisitos necesarios.