Comunidad LGBTTQIA se enfrenta al discrimen al buscar servicios de salud
"Es triste que una persona decida pasar una enfermedad sola, a pulmón, por miedo”
Nota de archivo: esta historia fue publicada hace más de 6 años.
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Deborah es negra, adicta a sustancias controladas, con diversidad funcional y una mujer trans. Un cúmulo de minorías que, a la hora de buscar servicios de salud, se convertía en un calvario a un acceso justo y equitativo.
En sus ganas de desintoxicarse y comenzar una “nueva vida” acudió a un centro especializado para la comunidad LGBTTQIA (lésbico, gay, bisexual, trangénero, transexual, queer, intersexual y asexual). Luego de un chequeo médico, lo primordial para su mejoría era ingresarla a un centro de desintoxicación.
Los especialistas intentaron con más de 10 entidades y, a pesar de que le ofrecían adiestramiento gratuito, la respuesta siempre fue la misma: “La podemos aceptar, pero como hombre, con los varones. Si quiere entrar tiene que recortarse, no puede usar maquillaje, no puede usar uñas, se tiene que vestir como hombre”.
Claro, ni Deborah ni su equipo médico accedieron a la petición de negar el género con el que se identifica, pues lo consideraban como un claro discrimen. Como última opción, la ingresaron a un centro de salud mental mixto.
“Duró seis meses. Se escapó. Hemos buscado, y buscado, y al día de hoy no sabemos nada de ella. ‘Se escapó’, tenía problemas de movilidad, utilizaba un andador, alguien tuvo que abrirle las puertas. Tampoco ese tratamiento era lo que ella necesitaba para mejorar”, contó Miguel Vázquez, quien fungió como su sicólogo clínico.
A pesar de que la Carta de Derechos de la Constitución de Puerto Rico establece que “no podrá establecerse discrimen alguno por motivo de raza, color, sexo, nacimiento, origen o condición social, ni ideas políticas o religiosas”, la situación que pasó Deborah –nombre ficticio por protección de la Ley Hipaa– no es un caso aislado.
Miedo a ir al médico
Juan es un hombre trans del área este y tiene menos de 25 años. No da muchos detalles de su vida, pues tiene miedo a ser identificado y que tengan represalias en su contra.
Hace unos meses, tenía catarro. Como cualquier persona, Juan fue al médico más cercano para poder tener la receta de un medicamento que aliviara sus malestares. Pero la visita se volvió incómoda cuando el médico fue a pasar el estetoscopio por su pecho.
“Yo tenía una camisa compresora [faja para aplanar los senos] y eso produjo un speech [discurso]. No sé si se sentía en la autoridad, pero me dijo que yo lo que tenía era un trastorno, que no pasara por el proceso [de reafirmación de sexo]”, narró vía telefónica.
“Yo lo único que necesitaba era mi medicamento para el resfriado”, soltó.
La experiencia dejó marcas en la vida de Juan quien contó que, en las noches, cuando está tirado en la cama, pensando, estas microagresiones laceran su autoestima. “No se lo deseo a nadie”, pronunció como impotente.
Pareciera que los señalamientos hacia los miembros de la comunidad LGBTTQIA son tan constantes, que muchos prefieren callar. Primera Hora intentó conseguir personas que desearan contar sus historias revelando sus identidades, pero los esfuerzos fueron infructuosos.
Y es que, según asegura Juan, el discrimen médico no solo lastima la autoestima, sino también la salud mental. “Es ese miedo de ir a un lugar y que te sientas discriminado. Es triste que una persona decida pasar una enfermedad sola, a pulmón, por miedo”, lamentó.
Estos traumas los validó el sicólogo Vázquez al destacar la depresión y la ansiedad como síntomas “de una sociedad que los oprime”.
“He visto un montón de casos de discrimen físico y emocional. La discriminación se ve desde la invisibilización hasta negarle los servicios. ‘Yo no te voy a atender porque yo desconozco’. Como si eso fuera una enfermedad que no sabes tratar. Cuando el discrimen es de una persona que debe estar preparada para ayudarte duele más”, argumentó el sicólogo clínico.
Cabe aclarar que la transexualidad no es una enfermedad; la Organización Mundial de la Salud la retiró de sus listas y lo reclasificó como una condición o desorden de salud sexual e identidad de género. Lo mantuvieron así para que las personas que necesiten y quieran tratamiento puedan obtener ayuda médica.
Otra modalidad de discrimen a la hora de recibir servicios médicos que resaltaron los entrevistados es el uso incorrecto de los pronombres y los nombres.
“Todo comienza desde la sala de espera. Uno está ahí ansioso porque no sabes cómo te van a llamar”, sostuvo Juan.
La orientación no debe ser tabú
De acuerdo con Carlos Rodríguez Díaz, doctor en Salud Pública y especialista en temas LGBTT y VIH/Sida, 9 de cada 10 personas transgéneros y transexuales consideran que es “difícil acceder a servicios de salud que sean apropiados, y la mitad ha reportado experiencias negativas al recibir servicios de salud”.
El estudio Discriminación y salud entre lesbianas, gays, bisexuales y personas trans en Puerto Rico, publicado en 2016, reveló que el 27.5% de los participantes expresaron que no se habían sometido a chequeos rutinarios de salud durante, al menos, un año.
A pesar que las personas trans sufren mayor discriminación a la hora de recibir servicios de salud, la investigación también demuestra que el 10% de la comunidad ha expresado sentir rechazo a la hora de buscar tratamientos médicos.
Rodríguez Díaz expone que tanto las personas LGBTTQIA como los proveedores de servicios de salud “no entienden la pertinencia de revelar o preguntar sobre orientación sexual o identidad de género en los encuentros de salud”. De acuerdo al estudio, solo el 68% lo habían hecho.
“Se tiene evidencia de que no compartir la orientación sexual o identidad de género con proveedores de servicios de salud es una barrera para el cuidado de salud. Esto debido a que establece un distanciamiento entre el paciente y el cuidador… el proveedor de servicios de salud podría omitir alguna recomendación, pruebas o cernimientos que son relevantes para la salud de la persona”, apuntó el profesor del Recinto de Ciencias Médicas.
Aseguró que los profesionales no tienden a preguntar por la orientación o identidad porque presumen que sus pacientes son heterosexuales, lo que podría llevar “a cometer errores”.
Este es el caso de la activista Ivana Fred Millán, quien atravesó por inconvenientes al ir a un hospital del área metropolitana. “Yo estaba en un tratamiento de silicona. El medicamento que me iba a poner el médico se iba a acumular en el nacido e iba a provocar una infección peor”, contó.
Si Ivana no llega a comunicarle al galeno de su tratamiento para que su cuerpo tuviera congruencia con el género con el que se identifica, quizás, la historia sería diferente.
Problemas con los planes médicos
Otra odisea para el acceso a la salud son los planes médicos y las aseguradoras que, en su mayoría, no reconocen los tratamientos de afirmación de género en sus pólizas.
“Muchos de los planes no están aceptando el tratamiento hormonal y las cirugías de reafirmación de género las consideran como cirugías plásticas”, indicó Vázquez.
Ivana, por ejemplo, recordó que la mayor parte de su tratamiento hormonal tuvo que realizarlo mediante compras “en la calle”, pues le eran inaccesibles por la vía médica ya que algunos planes no despachan medicamentos destinados a mujeres biológicas, como las hormonas, a mujeres trans.
“Eso está mal, la reafirmación de género es una necesidad para una persona que padece de disforia de género”, argumentó. La disforia de género es una condición en la que el paciente siente que sus genitales [vagina o pene] no corresponden con el género con el cual se identifica [hombre o mujer].
Es por esto que Ivana expresó no comprender cómo algunas pólizas incluyen la reducción de senos en mujeres cisgénero –personas que guardan relación entre el género y su genitalia– pero se excluyan a los hombres trans de estas cirugías.
“La salud mental de las personas trans necesita de la reafirmación de género porque son personas que sus cuerpos no los representan”, dijo la activista.
Poca accesibilidad y sensibilidad
A pesar de que han surgido diversos centros de salud especializados en la comunidad LGBTTQIA –como Transalud y Centro Ararat– lo cierto es que la mayoría se encuentran en la zona metropolitana.
Este es el caso de Juan e Ivana quienes son de la zona este del país y debían viajar constantemente a San Juan para recibir su tratamiento.
“Es importante que sea accesible la salud pata todos. Es imposible que una persona de Mayagüez venga a San Juan cada vez que necesita atención médica”, recalcó Vázquez.
“¿Y los que no tienen los recursos? Es difícil. Personas que tenemos los recursos, quizás, tenemos un poco de privilegio”, reconoció Juan, quien destacó que durante el tratamiento hormonal se necesitan chequeos totales cada tres meses, citas rutinarias, laboratorios, visita a las farmacias y citas con sicólogos, algunos hasta cada dos semanas.
Primera Hora intentó comunicarse con el Departamento de Salud a través de sus tres oficiales de prensa para que detallaran los servicios que ofrece el gobierno a la comunidad, dieran detalles de querellas o resaltaran iniciativas para educar a los médicos, pero al cierre de esta edición no se había recibido contestación.
Un nuevo comienzo
“Antes el gobierno nos invalidaba al no dejarnos identificarnos con el género que sentíamos sino con el que te asignaban al nacer. Si yo iba a buscar hormonas, ellos me decían que no porque el medicamento estaba delineado para mujeres biológica, esa era la excusa que nos daban”, explicó Ivana.
“Vamos a ver qué nos van a decir ahora”, cuestionó la mujer quien obtuvo su nuevo certificado de nacimiento y con él espera que “haya una visión diferente, un nuevo entendimiento” a favor de las personas trans.
Los entrevistados pidieron una mayor sensibilidad de parte de los profesionales de la salud a la hora de atender a pacientes LGBTTQIA.
“El cuidado de salud de personas LGBTT no es necesariamente una especialidad. Todos los profesionales de la salud deben tener las competencias necesarias para poder proveer un buen servicio independientemente de la orientación sexual e identidad de género del paciente. Lamentablemente, el desarrollo de competencias para la salud LGBTT es limitada, no es parte integral de la educación de profesionales de la salud y muchos profesionales no entienden la pertinencia”, sostuvo Rodríguez Díaz.
“En una utopía yo quisiera que no hubiesen centros especializados y que todos estén preparados para atender personas LGBT porque una persona negra no tiene que ir al único hospital negro del lugar”, remató Vázquez.